Piedra lunar

Vegueta-Triana, foco cultural

Inmueble en la esquina entre Reyes Católicos y López Botas, en Vegueta. |

Inmueble en la esquina entre Reyes Católicos y López Botas, en Vegueta. | / J. CASTRO

José A. Luján

José A. Luján

Es un privilegio que nuestra ciudad tenga en los barrios contiguos de Triana-Vegueta un conjunto de sedes culturales que abren sus puertas de manera espontánea a la ciudadanía y al visitante proveniente de otros países, y que se ha convertido en foco identitario de nuestra isla. En fecha reciente, el propio presidente del Cabildo ha realizado un prontuario de los centros aquí ubicados que están vinculados al patrocinio de la institución insular. Creemos que el hecho de estar mencionados y valorados con motivo de la Semana de la Arquitectura del Cabildo, es una manera de afianzarlos de manera definitiva en la memoria colectiva de la ciudad y de la isla, además de expresar un velado compromiso con la conservación activa del núcleo histórico.

Este mundo cultural abarca cronológicamente desde los años fundacionales hasta la actualidad, y en el marco de su perímetro se guardan expresiones que se han ido acumulando en la evolución de estos barrios como sedes de arte, museos, teatros, centros educativos, edificios singulares, todo impregnado de leyendas, personajes populares, vidas de escritores o historias orales nacidas en el entorno del Mercado de Vegueta.

Si el presidente ha mencionado las evidencias cabildicias, aquí y ahora podríamos señalar otras entidades surgidas desde la sociedad civil con el compromiso de cooperar en la construcción de la sociedad isleña, con el marchamo de la Ilustración en el decurso de la historia. Las materias que han tomado cuerpo abarcan desde la arquitectura, foros de difusión de ideas, museos, hasta asociaciones vecinales sin ánimo de lucro.

La arquitectura y urbanismo nos ofrecen fachadas modernistas y patios estructurantes de nobles edificaciones que invitan a la contemplación. Estas evidencias las encontramos en los restos de la muralla norte de la ciudad; en la fachada y en el interior del Cementerio de Vegueta; la Casa Regental; las Casas Consistoriales; la propia plaza de Santa Ana, en su trazado como «plaza de poder», y otros organismos creados por la sociedad civil como la Real Sociedad Económica de Amigos del País; la centenaria Escuela de Arte Luján Pérez; El Museo Diocesano, con el patio de los Naranjos; el Archivo Histórico Provincial; la Junta de Cronistas Oficiales de Canarias (con diecisiete Anuarios en su haber); la Orden del Cachorro Canario; el Círculo Mercantil; la Asociación de Vecinos Terrero-Guiniguada (con quince números de la revista La Alameda); los murales en la iglesia de San Francisco (Alameda de Colón), obra de José Arencibia Gil; el retablo en bronce de la iglesia de San Agustín (obra de Luis Arencibia Betancort). En casi todos estos organismos, el Cabildo se hace presente en la línea de subvenciones establecidas en su andamiaje presupuestario.

Por otra parte, habría que dinamizar proyectos como puede ser un museo del oficio de la carpintería en el taller de los hermanos Socorro, en la calle López Botas. Son barrios en constante crecimiento y que en tiempo próximo incorporará el Museo de Bellas Artes, o la creación de la Casa Común en la Subida de San Pedro.

El Cabildo y el Ayuntamiento están llamados a ser los dinamizadores del casco histórico capitalino, una realidad que nos obliga a cuidar nuestro pasado y a pensar en el futuro. Estos núcleos históricos se consolidan como puntos de encuentro de la ciudadanía, de empresas, de colectivos sociales, y que tienen la finalidad de mostrar la vitalidad de nuestra isla en el marco del atlantismo.

Vegueta y Triana están exigiendo una constante vigilancia urbanística a los efectos de poner en marcha el expediente de su declaración para solicitar la inscripción por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Sin embargo, la observación de muchas fachadas con el cableado eléctrico anudado sobre piedras nobles o restos de solares medianeros en la trasera de Triana, derruidos para una posible construcción, o el cierre de la antigua cafetería-dulcería La Madrileña en pleno corazón de la Calle Mayor, o el «muñón» de la torre norte de la Catedral, son ejemplos poco edificantes en esta coyuntura.

No debemos perder de vista que la cultura, en cualquiera de sus manifestaciones, es un parámetro de integración social que exige un constante seguimiento por parte de las instituciones que tienen capacidad de gestión para potenciar su conservación y proyección patrimonial.

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