Artículos de broma

Egoísmo contra niños pobres

Javier Cuervo

Javier Cuervo

España es un gran país que tiene entre sus riquezas ser el primero de la Unión Europea en pobreza infantil. Un 28,3% de los niños. Dos millones doscientos mil (2.200.000). Uno de cada tres, redondeando al alza. Viene de lejos y fluctúa: en 2004 la tasa era del 25,5 % y en 2014 tocó su techo histórico: 30,5 %. Esa pobreza no es acorde con España y lo cachondos que les pone a algunos. Nadie quiere que haya niños pobres, nadie reconocerá que acepta esa pobreza con naturalidad y, de hacerlo, será una minoría despreciable, no sólo estadísticamente. Es deseable que no haya pobreza infantil y seguro que España puede evitarla, aun siendo España. Hay dinero para ello.

A quienes duden de la idoneidad de hacerlo y les preocupe más el riesgo de alimentar parásitos que usen niños como escudos humanos, les conviene saber que los hijos no vienen con un pan debajo del brazo. Al revés, quitan entre 400 y 600 euros al mes a quien los tiene.

Incluso a los insensibles a la igualdad, que se rompe cuando no se crece con una alimentación que incluya carne y pescado o cuando se llega a la educación sin un confort mínimo de calor e higiene, saben que el hambre para hoy casi nunca es pan para mañana.

He ahí una razón egoísta, de las que hoy más se aprecian, para evitar la pobreza infantil. España es todavía inusitadamente pacífica y tranquila para contener desigualdades como ésta que, sometidas al paso del tiempo, empeoran. Sólo los muy ricos, con más de una casa, vallados y muros, compañías de seguridad, chóferes y escoltas se pueden pagar una sociedad peor y más insegura. Hay sociedades ricas y desiguales que viven así y lo pasan muy mal. O se remedia la pobreza infantil o la mayoría seremos más viejos, con más miedo y menos dinero para gastos nuevos y caros. Hay razones egoístas para lograr que la infancia –en sí misma vulnerable– sea un paréntesis templado en el que crecer física e intelectualmente hasta donde se pueda, mejor con aprecio a la sociedad en que se vive que con resentimiento por lo que a unos permite y a otros no da.

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