Tropezones

Lo que toca hoy

La Lotería que todos quieren

La Lotería que todos quieren

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Se acerca la Navidad, y como un heraldo inevitable de la misma el sorteo extraordinario del 22 de Diciembre. De aperitivo se nos presentan los obligados peregrinajes a las administraciones de lotería como la Suerte o Doña Manolita con colas que dan la vuelta a la manzana, posteriormente la liturgia de la letanía de los niños de San Ildefonso, y como colofón el paroxismo de las ineludibles imágenes de los agraciados, brincando y duchándose con champán. Mejor dicho con cava o con sidra champagne El Gaitero, ya saben, famosa en el mundo entero.

Yo suelo adquirir unos décimos para repartir entre los amigos. Mi criterio de selección de números suele variar según el año, desde la admonición al lotero «el que más rabia le dé» hasta el que me había tentado este año de un número seleccionado por inteligencia artificial. Al final desistí de dicha opción pues tanta inteligencia no se precisa para calcular cada uno de los cinco dígitos del gordo en función de su frecuencia en sorteos anteriores.

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No, este año, al encontrarme casualmente en Pozuelo de Alarcón, y consciente de ser dicho ayuntamiento el más rico de España, me planteé que «dinero llama a dinero», por lo que decidí adquirir ahí mi lotería. En una de las administraciones figuraba en la tablilla un número enmarcado, como «el número del barrio». Claro, no me resistí a tan hábil maniobra de marketing. Aunque nobleza obliga. Por ello les garantizo que si nos toca, brindaremos con elegancia y recato, saboreando un Moët y Chandon rosado, al abrigo de reporteros indiscretos.

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Otro evento que alumbra la Navidad, cual esplendente estrella anunciadora, es el tradicional ágape de nuestra Cofradía de San Millán de la Cogolla en el cortijo de uno de nuestros cofrades. Tras degustar exquisitas viandas, a cargo de los fray Papillas de turno, y unos no menos señalados caldos, este año el doble magnum de un Alión del año 2007 y un magnum del 2000, pasamos al clímax de la celebración, nuestro coro de villancicos. Ya desinhibidos por los efluvios de los Ribera del Duero, nos enfundamos nuestros gorros de Papá Noel, y empuñando el pertinente instrumental de percusión, tambores, maracas y panderetas, entonamos los tradicionales Peces en el río o El Tamborilero, así como entrañables villancicos locales. Destaquemos Una sobre el mismo mar, un canto a las ocho islas canarias, asignándose a cada cofrade la que le va a tocar homenajear musicalmente.

El plato fuerte de nuestra celebración vocal, y broche final de nuestro cónclave, lo constituye sin duda el himno en latín Adeste fideles, que cada año nos sale de más adentro, y que en el presente hasta hizo brotar alguna lagrimilla.

Como teníamos a mano a una colaboradora, contratada para la limpieza posterior a nuestro encuentro de hermandad, le encomendamos grabarnos en vídeo, con su correspondiente audio, nuestro himno paradigmático.

Lo malo es que tal vez no acertamos en la apresurada instrucción, porque de todo el vídeo sólo quedó plasmada una inquietante foto fija, congelada para siempre. Pero a la que no lo duden, insuflaremos renovada vida en nuestra cita del año que viene.

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