En la lucha contra el sida podemos ver con perspectiva avances y desafíos ante la enfermedad. Encontramos muchos datos para la esperanza en el informe de Onusida, como el hecho de que algunos de los países africanos más devastados por el VIH y la pobreza, están consiguiendo el objetivo 95-95-95 (dentro de las personas que tienen ese estado serológico, dicho porcentaje es consciente de ello, recibe tratamiento y este está suprimiendo el virus), o que en una década se ha duplicado el porcentaje de acceso al tratamiento antirretroviral en mujeres embarazadas y lactantes que vivían con el VIH en todo el mundo. Por contra, el informe también indica que unos 9,2 millones de personas siguen sin acceso a tratamiento, de las cuales unas 660.000 son niños y niñas, ha caído la inversión global para afrontar la enfermedad a niveles de hace diez años y en varias zonas de Asia y el Pacífico, las cifras de contagios son preocupantes por la ausencia de estrategias de prevención.
A nivel local, según datos del Servicio Canario de Salud los nuevos contagios anuales son aproximadamente un 40% menos de los que se daban en 2014, pero casi la mitad se diagnostican de forma tardía y ya la cuarta parte se dan en jóvenes de menos de 30 años. Tanto el hecho de no saber que se es portador, como la falta de información, inversión en prevención innovadora y referencias en las nuevas generaciones, juegan en contra de mejorar estas cifras. Y todo esto pese al enorme esfuerzo y labor de personas, profesionales y entidades como Amigos contra el Sida, la recientemente creada Checkpoint Canarias, Altihay o el activista Toni Poveda entre otros y otras.
Precisamente en esta conmemoración podemos recordar también ese inmenso ejemplo de activismo y compromiso desde comienzos de los 80. Con Act Up como exponente, miles de personas en muchos países se movilizaron, lucharon por sus amigos y sentaron las bases del cambio que terminó por llegar, consiguiendo dar esperanza y vida a quienes hasta entonces solo podían perderlas. Muchos, quizás más, no vivieron para contarlo. Y no lucharon solo contra el virus. Lo hicieron también contra la homofobia, el olvido, los prejuicios, la ignorancia, incluso a veces si n poder despedirse por no tener derecho a ello. Siguen haciéndolo hoy día. Parte de su testimonio podemos descubrirlo en documentales como Cómo sobrevivir a una epidemia, o las películas Un corazón normal y 120 pulsaciones por minuto. Conmemoremos también ese espíritu de lucha en aquellos años 80. Recordarles a ellos no solo es honrar su memoria, también es luchar contra la desinformación, el estigma, tener un ejemplo de movilización ante otras causas injustas, y además tomar conciencia de que aún hoy en nuestro planeta, el sida se cobra una vida a cada minuto que pasa.