Tropezones

Breverías 134

Jorge Semprún.

Jorge Semprún. / Ángel González

Lamberto Wägner

Lamberto Wägner

Hace unos días me gocé un fascinante reportaje por televisión sobre Jorge Semprún, desde su militancia en el partido comunista hasta el ministerio de Cultura de Felipe González, pasando por un vía crucis en el campo nazi de exterminio de Buchenwald, donde sus conocimientos de idiomas le procuraron un trabajo de oficina que le libró de un destino tal vez fatal.

Pero viene esto a cuento porque me recordó un encuentro que tuve el privilegio de vivir con el susodicho. Hace ya muchísimos años, en uno de mis viajes de España a Suecia, en la guagua del aeropuerto al terminal de Estocolmo, advertí que uno de los pasajeros, sentado solo y cerca de mí, era Jorge Semprún. Naturalmente me aproximé y tras saludarle me tomé la libertad de sentarme a su lado, y tuvimos una interesante charla hasta desembarcar en la terminal. Pero lo interesante del caso es que, posiblemente por ser su primera visita a Suecia, me preguntó entre otras cosas, si como presumía, la banca sueca estaba nacionalizada. Le aclaré que por el contrario, pese al perenne gobierno socialdemócrata, el grupo bancario más importante era el de la familia Wallenberg, más influyente incluso en el país, que la de la banca March en España. Un paradójico maridaje entre capitalismo y socialismo cimentado posiblemente en la estructura de «feudalismo ilustrado» que imperaba en el país desde el arranque de la industrialización.

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Aunque esta anécdota lo que me recuerda realmente es el desconocimiento en muchos ámbitos sobre la realidad de mi país, al que se supone adelantado y pionero, no siempre con fundamento. Me viene a la memoria hace escasos días la suposición de un amigo, normalmente bien informado, sobre la excelencia de la educación en Suecia. Tuve que desengañarle, apuntando a una posible confusión con el sistema educativo de la vecina Finlandia. Suecia figura entre los últimos países del informe PISA, a resultas de una política educativa basada en una falta de exigencia y de esfuerzo al alumnado, donde el denominador común no ha sido la excelencia sino un nivel más democrático, empero rayano en la mediocridad. Dicha tendencia, agravada por una inmigración desmesurada en los últimos años, difícilmente integrable en las aulas, se ha invertido últimamente pero tardará sin duda la recuperación.

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En España se da hoy día un acalorado debate sobre la regulación de los alquileres. Pero creo que pocos conocen que en Suecia existen leyes sobre la vivienda desde el año 1907 y una ley del año 1968 que faculta al estado establecer una valoración máxima del alquiler que pueda percibir una propiedad en función de unos parámetros objetivos, como el estándar, la situación, proximidad de comunicaciones y servicios, etc.

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Otro tema que levanta ampollas en España es la procedencia o no del copago, por insolidario con las clases menos favorecidas. Pues tampoco creo que se conozca que en una sociedad avanzada como la sueca le cuesta al paciente de la seguridad social 250 coronas, unos 24 €, cada vez que visita a su médico. Por no mencionar que luego ha de costear de su bolsillo el pago de medicamentos, subvencionados tan solo cuando el importe acumulado de los mismos llega a superar una elevada cota determinada.

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