Reseteando

Embarcados en los paquetes

¿El seguro cubre si te roban los regalos de navidad del coche?

¿El seguro cubre si te roban los regalos de navidad del coche?

Javier Durán

Javier Durán

No es plan amargarle la vida a los que corren como locos por las calles, cargados de paquetes y con carteras abultadas por los comprobantes del frenético uso de las tarjetas. Nadie escapa de la incesante entrada y salida de los centros comerciales, de ese manoseo de las prendas y de esos segundos de indecisión antes de entrar en la fase de comprador. Luego, las colas interminables en las cajas, donde aún se puede escapar, pero no se hace, se sigue adelante hasta el momento en que el dependiente dobla todo delicadamente y da a conocer la sentencia final: el precio de lo que creemos que ha sido un memorable trabajo de selección para satisfacer a otro. Un esfuerzo muy agotador, donde las dudas se entremezclan de manera sibilina con la idea de que el disparo ha dado en el blanco, y así lo considerará el receptor mientras desenvuelve con manos agitadas el paquete. Hay de todas las especies: catadores de perfumes que se acercan a los difuminadores de prueba y roban aromas imposibles de adquirir; individuos que meten sus pies en zapatos astronómicos, mientras ellas tratan de tocar el cielo subidas en tacones que las convierten en diosas; en deportes, corre la imaginación con vestimentas cuyo tejido y costuras son supuestamente milagrosas para ganar (o quedar en un puesto decente) en una San Silvestre; en electrónica, pasean padres que no acaban de bloquear la voluntad de comprarle a un hijo una tecnología que los endeudará por el periodo de un año o más... Todos y todas dan vueltas conscientes de lo equivocados que están. Pero no es cuestión de huir del placer de la opulencia, o de bordear el precipicio una vez al año o de sentir el cosquilleo que provoca la entrada en el túnel sudoroso del capricho. Imposible reprimirse. ¿Pero estarán los que siendo consumidores no pueden? No, no, todos irán unos centímetros más allá de la normalidad, llamados por la necesidad de endeudarse, que constituye a fin de cuentas el motivo del pacto firmado y que está detrás de los que tocan la campana que dirige. Estamos atrapados, no existe alternativa.

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