Oriente Medio

Irán tira la piedra y esconde la mano

Donald Trump.

Donald Trump. / EFE

Jorge Dezcallar

Es posible que la República Islámica de Irán sea el país más beneficiado por el desorden que vive Oriente Medio desde que terroristas de Hamas lanzarán su brutal ataque contra Israel.

Todo hace pensar que Irán ha superado el peor momento de aislamiento e impacto de las sanciones impuestas por EE UU después de que Donald Trump denunciara unilateralmente el Acuerdo Nuclear concluido con la comunidad internacional (Joint Comprehensive Plan of Action -JCPOA- es su nombre oficial en inglés) y que está jugando hábilmente sus cartas para volver a ser la potencia dominante en una región donde, por otra parte, siempre lo ha sido desde los tiempos de Ciro y que había perdido cuando la revolución de 1979 instauró una dictadura clerical dirigida por el ayatolá Jomeini.

Mucho ha llovido desde entonces. Irán se ha repuesto en los planos diplomático, económico y militar, aunque en el político se mantenga la represión ejemplificada en la muerte de Mahsa Amini y en las manifestaciones de protesta que la siguieron, y también la incertidumbre por la sucesión del Líder Supremo, Alí Jamenei (84 años), una decisión que compete al Consejo de Expertos pero en la que es probable que los Guardianes de la Revolución quieran influir cuando llegue el momento.

En el plano diplomático Irán, que se sabe rodeado por tropas norteamericanas estacionadas en Israel, Siria, Irak y los países del Golfo, se ha convertido en un insustituible suministrador de drones a Rusia, ha establecido relaciones diplomáticas con Arabia Saudita con el apoyo de China, ha sido invitado a ingresar en el grupo de los BRICS ampliado, y se ha convertido en miembro de la Organización de Seguridad de Shanghai en la órbita ruso-china. A pesar de ser de religión chiíta en un entorno mayoritariamente sunnita, Irán no es hoy un país aislado ni en la región ni en el mundo y eso le permite convertirse en el adalid de los palestinos y mantenerse como el archienemigo de Israel y de Estados Unidos.

En el plano económico las cosas han mejorado mucho: entre 2022 y 2024 su economía ha crecido un 12,1%, el doble que EE UU (6,1%) y mucho más que la anémica Europa, y este año exportará petróleo por valor de hasta 40.000 millones de dólares, lo que le permitirá cuadrar el presupuesto. Lejos queda el año 1983, cuando el petróleo pagaba el 98% de las importaciones, pues hoy hay otros rubros que cubren el 60%. La inflación sigue alta (46% en 2023) y no se espera que este año baje del 32% que no es para estar contento, pero el malestar se diluye porque los iraníes están acostumbrados, como también ocurre en Argentina, y porque el desempleo está en torno a un envidiable 7%. De manera que la gente lo pasa mal pero lo ha pasado mal siempre y ahora al menos está esperanzada.

En el plano militar Irán posee una tecnología muy avanzada en drones que muestran su eficacia en los campos de batalla de Ucrania, y también en misiles cuyo radio de acción cubre todo Oriente Medio. Y está la cuestión espinosa del enriquecimiento de uranio donde Irán envía señales contradictorias, seguramente para despistar, pues mientras Israel asesina uno tras otro a sus principales científicos Teherán repite una y otra vez que no está en sus planes dotarse del arma nuclear, algo que no todo el mundo se lo cree. Después de que se arrinconara el JCPOA (a mi juicio un gravísimo error de Trump), Irán enriqueció uranio por encima de los límites permitidos hasta llegar peligrosamente cerca del 90% necesario para un artefacto nuclear, aunque últimas noticias indican que ha vuelto a bajar ese porcentaje. Irán sabe que si cruza el umbral y se convierte en potencia nuclear será intocable, como le ocurre a Corea del Norte, pero también sabe que esa es una cuestión existencial para Israel, que sola o con Washington no lo permitirá.

Por eso Teherán mide sus tiempos y aprovecha el conflicto de Gaza para aumentar su influencia movilizando a diversos grupos en los que tiene influencia como los hutíes, Hizbollah, Hamas, y diversas organizaciones pro-iraníes en Siria e Irak para hostigar a sus enemigos americanos e israelíes tirando la piedra y escondiendo la mano, con objeto de evitar verse involucrado en un conflicto mayor que no le conviene. Es un juego muy delicado pero que por ahora le está dando resultado.