Opinión | Cartas a Gregorio

Una cuestión de puntos y comas

Una cuestión de puntos y comas

Una cuestión de puntos y comas / La Provincia

Querido amigo: Resulta que nuestra supervivencia puede consistir en quitar o poner puntos y comas entre los números y las letras.

Hace unos meses estuve buscando una de esas gafas-lupa chinas que vienen con luz, pero ya no se encuentran en ninguna parte.

Son bastante prácticas cuando te gusta leer en la cama por la noche y te compras una edición de bolsillo que no pese tanto, y que, generalmente viene con letra más pequeña. Pero, sobre todo, porque no molesto a mi mujer encendiendo la lámpara de la mesilla de noche.

Total, que me puse a buscar en Internet y me encontré unas que costaban seis euros incluido el transporte del envío desde china, y me las pedí pensando que tampoco arriesgaba mucho dinero.

Pero, he aquí que, en la confirmación del pago con tarjeta, en lugar de poner 6,00 euros, ponía 60,0 euros, así que, de inmediato, cancelé la compra.

Algo parecido me pasó con las páginas amarillas de Telefónica, pero esta vez fueron ellos los que añadieron la coma. Era la primera vez que te avisaban que la conversación iba a ser grabada para mayor seguridad en el acuerdo, y debió ser entonces cuando me preguntaron si quería renovar el contrato, pero yo, que ya estaba harto de pagar el teléfono más caro del mundo, supongo que contesté: «Si me interesa el precio…». Pero la señorita quiso entender: «Sí, me interesa el precio», y a ver cómo demuestras que hiciste la necesaria pausa de la coma en la grabación.

Así que tuve que pagar la contratación de aquella inútil publicación llena de erratas bajo la amenaza de denuncia ante los juzgados por parte de la compañía.

En los años setenta me compré por primera vez un coche, un Volkswagen escarabajo que me costó 90.000 pesetas. Yo trabajaba en Iberia y tenía un sueldo de unos 9.000 euros. Ahora tengo un todoterreno que anualmente lo llevo a revisión en el taller oficial de la marca, pero resulta que este año me encontré con la sorpresa de que, a diferencia de los 245 euros que aproximadamente me costaba la revisión, ahora ascendía a 24.500 euros porque, al parecer, encontraron alguna avería de más importancia.

Les dije que, posiblemente, no me pagarían esa cantidad si lo fuera a vender, y que, a mi edad, ya no me quedaba tiempo para financiarme un coche nuevo que cuesta cerca de 30.000 euros…

Haciendo luego una comparación entre los años setenta y la actualidad, resulta que cuando el precio de un coche suponía dedicarle diez mensualidades del importe de tu sueldo, ahora, y suponiendo que tienes un trabajo por el que cobras 1.200 euros, tienes que gastarte treinta mensualidades de tu salario para pagar un coche.

Si a eso le sumas el alquiler del piso y los gastos de las necesidades más esenciales, Gregorio, concluyes que, para sobrevivir, tienes que dedicarte a robar.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.