Opinión | Cartas a Gregorio

Paquito el Lagartija

Lagartija

Lagartija / Pixabay

Querido amigo. No sé cuánto tiempo hace que no veía una lagartija, esos pequeños reptiles que aparecían de vez en cuando por casa y que cuando le dabas un palo soltaba el rabo, que seguía retorciéndose como diciendo «al coño tu madre, al coño tu madre…».

Hace unos días me encontré con una subiendo por la pared del patio, y me vino a la memoria aquellos tiempos cuando, de pequeños, solíamos improvisar un parque zoológico con todos los bichos que encontrábamos, como lagartijas, escarabajos, cigarrones, grillos, caracoles, gusanos, sarantontones y cualquier otro bicho vivo que encontrásemos. Los metíamos, luego, en cajas de zapatos y en otras cajas de cartón y les poníamos comida, pero la mayoría se escapaba o aparecía patas arriba al día siguiente.

Paquito era un chiquillo que se dedicaba a hacer recados en Telde. Llevaba siempre una boina calada hasta las orejas, y parecía que había nacido con ella puesta.

Cuando pasaba por la parada de camiones que estaba junto al mercado, algún camionero con ganas de cachondearse se la quitaba y la lanzaba a un solar amurallado donde no se podía entrar.

El pobre Paquito lo insultaba y le tiraba piedras, pero al poco tiempo aparecía de nuevo con la boina puesta. Por eso los camioneros le pusieron Paquito el Lagartija, porque era como ese pequeño reptil, que cuando pierde la cola la vuelve a recuperar en poco tiempo.

No sé si la cola, Gregorio, pero mucha gente va por la vida dejándose atrás sus principios como quien cambia de cola, o como si fuera un apéndice del que pueden prescindir y abandonarlo cuando quieren despistar al personal.

Al menos las lagartijas se desprenden de una parte de su propio cuerpo para librarse de sus depredadores, y no como nuestros administradores, que lo que hacen es vendernos como si fuéramos algo suyo a cambio de sus propios intereses. Es el dinero que luego se gastan en comprar materiales sanitarios que son para nosotros de primera necesidad y hacer negocio vendiéndolos al doble o a mucho más de su precio, tal como hemos visto recientemente.

Ahora se ha montado un buen pollo al respecto, pero ya verás Gregorio que todo esto se queda en nada, porque ellos saben muy bien cómo saltar las barreras mejor que nadie, y volverán a cubrirse con la boina como Paquito el Lagartija. Aunque estos, más que lagartijas, son unos lagartos gigantes como los de El Hierro, y seguirán tragándose todo lo que encuentren a su paso.

Así que, además de pagar una de las residencias de migrantes más grandes del mundo, nuestra administración se dedica a hacer también otros negocios para seguir cobrando sabrosas comisiones de beneficio.

Tampoco te extrañes cuando veas a la gente retorciéndose de dolor porque les dicen que pueden estar hasta años en la lista de espera de atención médica. Y es que nos tratan como si fuéramos colas de lagartija.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.