Opinión | Retiro lo escrito

Deslegitimación

El 11M cambió los esfuerzos antiterroristas de España y Europa

El 11M cambió los esfuerzos antiterroristas de España y Europa / EFE

Lo peor no son los insultos, las imprecaciones, las amenazas, la ordinariez, las groserías, las bajezas y las sórdidas miserias que se avientan los unos a los otros en las Cortes, los parlamentos, los medios de comunicación, las redes. Lo peor es que todos, todos sin excepción sabemos que son todos unos sinvergüenzas. Ya, ya sé que no queda muy elegante decirlo, pero es lo que hay. Es lo que escuchas en todas partes. Y lo más aterrador es que no se divisa manera de escapar de estos truhanes. Antes, y durante décadas, podías cerrar los ojos y pensar que unos eran mejores que otros. Como seguía diluviando mierda sin parar fuimos menos exigentes: decidimos pensar que unos eran peores que otros. Después queda el error –y el horror– definitivamente expuestos: nunca vamos a salir de aquí y lo único que parece quedar es una democracia simulativa. Respecto a la política simbólica del pasado casi inmediato muchas izquierdas entendían la democracia como «un proyecto de engaño por parte de las élites», hoy en día, en cambio, y sobre la misma representatividad y deliberación democráticas, lo que existe es un autoengaño colectivo: cuidados simbólicos paliativos para un malestar ciudadano creciente. Se vive peor que hace veinte años, las instituciones se deterioran y caen en el descrédito, las crisis son cada vez más repetidas e intensas, los sueldos no llegan ni para comprar una casa o alquilar un piso, el Estado está en bancarrota y afecta normalidad endeudándose enloquecidamente, el desarrollo del capitalismo de datos nos ha convertido a la vez en mercancías idiotizadas y en consumidores compulsivos y la crisis climática anuncia otro apocalipsis a añadir a la cesta. Uno de los supuestos básicos de la democracia representativa es que existen alternativas dentro y fuera sistema –y para la izquierda es la élite económica quien las bloquea alevosamente– pero lo que detecta el desintegrado ciudadano, con una identidad cada vez más huérfana y fragmentaria, es precisamente que a) no existe alternativa, ni dentro ni fuera del sistema, y b) la representación deviene simulacro. Los políticos representan no los intereses de los electores, sino los de su partido, no a los ciudadanos, sino a sus jefes de fila. Las asambleas democráticas se desparlamentarizan, se gobierna por decreto, hiede en todas partes y se desprecian los argumentos racionales a favor de las emociones, los sentimentalismos, el furor identitario.

Eso es lo más terrible de todo ahora mismo: los políticos profesionalizados. Porque dejan patente, con su estúpida irresponsabilidad y sus hediondas ambiciones, que una crisis de legitimación de las democracias representativas es inevitable: ultraderecha y neofascismos florecen en toda Europa. Las democracias liberales y parlamentarias ya no son para la mayoría ni instrumentos de participación viables ni maquinarias institucionales que garanticen prosperidad material o un sistema educativo consensuado, por poner un ejemplo. Del llamado movimiento del 11 de marzo de 2011 salió una ilusa y vocinglera esperanza de transformación política, pero también salió Podemos, y se pensaba que muerto el perro del bipartidismo, se acabó la rabia. No se tomaron los cielos, pero sí se pudo firmar la primera letra de un chalet con piscinita en Galapagar. No se llevó ninguna reforma estructural a cabo: ni en las relaciones laborales ni en el modelo territorial del Estado ni en el sistema de pensiones. Una derecha seudoliberal y camandulera, sin proyecto político ni convicciones democráticas, y una izquierda socialdemócrata pero menos capaz de poner en almoneda la cohesión territorial, el equilibrio de poderes y los valores constitucionales por mantenerse en el poder, porque de otra forma, ya no podría. Al final a las democracias parlamentarias no las derribará el mercado, no las desprestigiarán los populismos, no las minarán los malos diseños institucionales. A la democracia la destruirán políticos intercambiables a los que hemos votado y que se extenúan asegurándose unos a otros que no admiten lecciones de nadie porque basta ser de enfrente para ser corrupto.

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