Opinión | El lápiz de la luna

Mis clases de 2º EP

El viceconsejero de Formación Profesional visita una de las aulas del Archipiélago.

El viceconsejero de Formación Profesional visita una de las aulas del Archipiélago. / La Provincia.

Ha cambiado la hora. Los días son más largos y adoro la perennidad de la luz solar y cómo, sobre las nueve de la noche, igual que un juglar trasnochado, se va enredando entre los pliegues de las cortinas del salón buscando el calor nocturno del hogar. Esta es la época del año que más disfruto. La primavera y el verano son la combinación perfecta para que la felicidad florezca. Sin embargo, tengo el corazón un poco marchito. Digamos que, si esta semana tuviera que pasar la ITV, no me hubiese llevado la pegatina que certifica que estoy en condiciones óptimas para circular por ahí. Un sello de «no favorable» reluce en el chasis de mi salud. Lo sé, me acabo de poner un poco trágica. Sin dramas, un insignificante revés de vigor con buen pronóstico me ha dado unos días más de vacaciones. Esto podría hacer feliz a cualquiera, pero, claro, recibo un mensaje de audio de una de mis alumnas en el que dice que me echa de menos y yo tengo que modular mucho la voz en mi respuesta para que no note que tengo ganas de llorar. Aunque el cuerpo me pide descanso, mi alma quiere estar con esos chiquillos que me hacen inmensamente feliz. ¡Qué curiosa es la vida! ¡Cuánto se puede llegar a querer a alguien cuya existencia desconocías hace apenas siete meses! Esto sucede cuando tienes las mejores clases del mundo, al menos, de mi mundo. Les hablaré un poco de ellos. En mis aulas de 2º EP hay varias metralletas. Cuando hago una pregunta es muy gracioso escucharlos decir a todos a la vez «yoyoyoyoyoyoyo» que a voz en grito parece un atentado. Ellos se ríen mucho cuando les digo que parecen metralletas. Y yo también. Les encantan los libros y, sin darnos cuenta, hemos creado un maravilloso hábito de leer cada día en voz alta en el centro de la clase. ¡Qué manera tan guay de prevenir el miedo escénico, de que se den cuenta de que merecen ser vistos y escuchados! Además, son escritores. Tenemos una libreta viajera en la que están escribiendo una historia entre todos. La trama de 2ºA narra los hechos de un ser que ha robado los colores del arcoíris. La de 2ºB cuenta las aventuras de una niña que ha perdido todas las palabras. Los cuentos prometen, se los aseguro. ¡Ah, y nos visita el ratoncito Pérez! Ese animal peludo sabe cuándo se les cae un diente y les deja una carta. Casi siempre salgo mal parada en las misivas del roedor, pero a ellos les hace gracia. Y entonces, a mí también. No todo es maravilloso. Como es lógico, surgen conflictos, en cambio, estamos aprendiendo que en clase se usa el lenguaje del amor, no el de la violencia, y, normalmente, los malentendidos quedan solo en eso. Porque nadie se queda atrás en 2º EP. Y si se queda, el resto le esperamos. No obstante, no se crean que son tan bienhechores. Suelen robarme el desayuno, aunque si hablan con alguno de ellos les jurarán que es al revés. Esto no me deja muy bien parada, pero a ellos les hace gracia y, entonces, a mí también. Los niños olvidan rápido. De vez en cuando experimento cierto temor a que se acostumbren a mi ausencia. De momento, pensar en ellos, en el libro que llevaré a mi regreso para nuestra biblioteca y en todo lo que nos queda por reírnos –y aprender– juntos, está siendo el mejor Paracetamol.