Opinión | Reflexiones al hilo de la actualidad

Juan Manuel Brito Díaz

Canarias tiene un límite: malestares y ‘sentidos comunes’

Clavijo pide a las empresas turísticas que suban sueldos

Clavijo pide a las empresas turísticas que suban sueldos / El Día

Que la conflictividad socioambiental ha condicionado la contienda política canaria en su historia reciente es un hecho que muy pocos pueden cuestionar. Como intenté demostrar en mi tesis doctoral Dinámicas de la contienda ambiental: orígenes, articulación e impacto del movimiento ecologista canario (1969-1992), defendida hace ahora un año en la ULPGC, el movimiento ecologista canario, desde sus inicios en el final del franquismo, ha ido actuando estratégicamente ambientalizando la dinámica política y socializando las cuestiones ambientales, condicionando la dinámica política canaria en torno a un eje temporal de conflicto permanente.

Esta tesis, que no es académica sino política, nos sirve para comprender que el principal impacto del ecologismo canario como movimiento social ha sido el de su capacidad para generar una ‘estructura de sentimiento’ en torno a la defensa del territorio/isla. Utilizando este concepto de Raymond Williams, con ‘estructura de sentimiento’ me refiero a la formación de una experiencia, que se ha ido sedimentando históricamente mediante conflictos socioambientales, con victorias y derrotas, con avances y retrocesos en la que se vive y siente realmente la vida, y en la que cobra sentido la disputa entre quienes defienden una identidad de una isla para la vida y quienes han proyectado una idea de isla como negocio.

De esta confrontación ha dependido un tipo de disposición diaria, es decir, se ha desprendido un tipo de sensibilidad determinada, que podemos denominar de ambientalista o ecologista popular canaria, que afecta a la forma de encarar cualquier problema que afecta al metabolismo social. Esto es lo que convirtió históricamente al ecologismo canario en un caso verdaderamente particular, y lo que ayuda a comprender su relevancia como el principal actor político no institucional de la dinámica política de la historia reciente de Canarias.

Las movilizaciones convocadas para el 20A son el último episodio de esta dinámica. En este sentido, presentan dos características que conviene tener en cuenta. En primer lugar, son la expresión de muy diversos y amplios malestares sociales, que encuentran en la defensa del medioambiente y en la crítica al modelo turístico una caja de resonancia y una manera de canalizar los múltiples malestares en este tiempo de incertidumbres. Y en segundo lugar, las concreciones de las principales demandas ambientales están claramente territorializadas. En cada isla se expresarán distintos asuntos ambientales en la movilización. Y como no podría ser de otra manera en movilizaciones amplias y plurales existen diferencias sobre la relevancia o la conveniencia de determinados temas o demandas.

Los convocantes han acertado al escoger el lema ‘Canarias tiene un límite’ – que ya se utilizó hace años– incluyendo multitud de demandas, que en el fondo están unidas por una impugnación sentida y vivida al modelo de sociedad altamente precaria construida bajo el turismo.

El paradigma del turismo sustituyó al paradigma puertofranquista para instaurar una única vía posible para el bienestar de nuestra sociedad. En tanto paradigma, el turismo moldeó nuestra autocomprensión como pueblo. Como acertadamente señaló el antropólogo Fernando Estévez, el paradigma del turismo nos convirtió en turistas en nuestra propia tierra. También orientó el valor de nuestro patrimonio cultural y natural, subordinándolo a complemento turístico: hay que protegerlo porque es bueno para el turismo, y lo que es bueno para el turismo es bueno para Canarias. Y de ahí deriva, ese sentido común tan extendido e interiorizado, que tanto nos condiciona: sin turismo no hay futuro. No hay alternativas.

El problema es que el turismo también ha generado malestares, y amplios sectores de la sociedad se han venido resistiendo y actuando cuando el modelo ha impactado negativamente sobre nuestro metabolismo social. Sentidos comunes en disputa, que los convocantes han expresado claramente: con este paradigma no hay futuro, el futuro es cambiar el modelo, y mientras lo cambiamos gestionemos el mientras tanto para que ofrezca bienestar a nuestra sociedad. En ese mientras tanto está la clave, para abrir el futuro, y pone en el punto de mira a los actores políticos.

La contienda ambiental que se está librando apunta directamente a las élites políticas y económicas canarias instaladas en el inmovilismo. Es sintomático que el gobierno autónomo de derechas rápidamente haya cerrado filas con los poderes económicos y que posteriormente el presidente Clavijo haya intentado mostrarse comprensivo con los convocantes en una entrevista radiofónica. Las movilizaciones del 20A son un impugnación directa a un gobierno que en menos de un año se ha dedicado a aprobar leyes que favorecen seguir en la misma dirección.

Las apelaciones de Clavijo a la prudencia y al sentido común, se basan en la convicción que el paradigma del turismo ha penetrado en las conciencias y ayudará a frenar la movilización. Pero se equivocan: en el sentido común popular, tras décadas de estar esperando el oro de la gallina turística, ha penetrado la convicción, afectada por la precariedad y la incertidumbre, de que hay que cambiar cuanto antes. Y esto no termina el 20A, si no hay cambios el conflicto seguirá siendo permanente.

El PSOE tiene un problema. En esta contienda no se puede estar en misa y repicando. Su actitud defensiva y su clamoroso silencio, evidencian el problema de albergar en su seno parte del problema. Mientras su presidente sea el alcalde especulador del sur de Tenerife que promueve el proyecto urbanístico que ha servido de trampolín en la isla para la movilización, su falta de credibilidad es absoluta. Pero no nos engañemos, el problema del PSOE es también un problema para toda la izquierda, porque en la actual correlación de fuerzas y en un momento de ola reaccionaria no es posible conformar gobiernos progresistas sin este partido en las distintas instituciones canarias.

La izquierda política canaria, por su lado, ha demostrado andar a la deriva sumida en su particular crisis de identidad y sentido. Se equivocan quienes intentan capitalizar las movilizaciones y quienes se intentan presentar como sus verdaderos representantes. Se equivocan porque no sirve de nada y muestra falta de compresión: las estructuras de sentimiento no se pueden representar políticamente y cuando lo asuman en su práctica política mejor nos irá a todos los progresistas canarios. Aprovechar las convocatorias para atacar a otros partidos progresistas es seguir en una dinámica errática y sin sentido. O abrimos una profunda reflexión política sobre estas cuestiones o la izquierda canaria entrará en una nueva larga travesía por el desierto institucional.

No sé si las manifestaciones del 20A serán las más numerosas de la historia. Pero sí tengo muy claro que van a ser numerosas, serán un éxito y, probablemente, no serán las últimas. Quienes defendemos que este modelo turístico debe cambiarse mediante un programa de medidas concretas que favorezcan el bienestar y limiten los malestares debemos hacer todo lo posible para que así sea. Necesitamos imaginar el futuro, porque lo que está en disputa es la posibilidad de un futuro, el derecho a vivir mejor en las islas que nos merecemos. Una cuestión de sentido común.