Opinión | Retiro lo escrito

Al sol de la dejadez

El modelo turístico debe ser reformado y los empresarios – por la vía fiscal –deben aportar recursos para neutralizar el impacto de las externalidades negativas de su actividad

Reboso de personal, este sábado, en la playa de Las Canteras, en una capital con temperaturas máximas de casi 26 grados centígrados. | | JOSÉ CARLOS GUERRA

Reboso de personal, este sábado, en la playa de Las Canteras, en una capital con temperaturas máximas de casi 26 grados centígrados. | | JOSÉ CARLOS GUERRA / Juanjo Jiménez

Colas. Colas kilométricas para llegar a la playa de Las Teresitas y a otras de la costa santacrucera. Y como ocurre últimamente la indignación es arrasadora y todo el mundo masculla en el coche, y en la playa, y en el viaje de regreso a casa que esto es insoportable, que se ha perdido el tino, que ya no se puede salir a ningún lado, que si el turismo maldito o la delirante superpoblación. El modelo turístico debe ser reformado y los empresarios – por la vía fiscal –deben aportar recursos para neutralizar el impacto de las externalidades negativas de su actividad. Pero esto es más sencillo.

Esto es que disfrutamos de pocas playas en Santa Cruz de Tenerife. Pocas, ¿entienden? Y pequeñas. Las Teresitas no llega a los 1.300 metros de longitud con una anchura máxima de 80. Lo que sufrimos ahora son las consecuencias de las decisiones que se tomaron hace treinta, cuarenta, cincuenta años. ¿Por qué se tomó la decisión de construir la playa urbana de la capital a siete u ocho kilómetros de la capital? También sería interesante preguntar por qué las sucesivas corporaciones municipales han mantenido la vía a San Andrés, literalmente, como un asco.

Un antiguo balneario caído a pedazos, un castillo militar del siglo XIX derruido, paredes desconchadas, suelos rotos, algunas papeleras volcadas, ninguna indicación en el trayecto de la distancia a la playa o a la ciudad para información de caminantes o ciclistas. Ningún punto donde tomar agua potable. Ni una maldita sombra y sí, durante dos o tres kilómetros, palmeras moribundas por falta de riego periódico. A veces es inevitable preguntar a ciertos responsables políticos por qué han odiado tanto a esta ciudad, qué diablos les hizo, qué oscura venganza llevan conjurando media vida.

Pero volvamos a la planificación, ese hábito de los lugares civilizados que es un lujo inalcanzable en Canarias. Hace más de treinta años que debió replantearse espacial y operativamente el puerto de Tenerife, después del estúpido error de la Dársena Norte, pero sin duda han podido constatar ustedes, en una ciudad que se pretende presentar, con una ripiosa petulancia, como una gran ciudad del Atlántico, la actividad portuaria no le interesa a nadie. Solo tienen ustedes que ojear los periódicos para comprobar la poquísima información que genera, la nula reflexión que se hace sobre nuestro sistema portuario en el debate público.

Al final la máxima autoridad portuaria ha quedado en manos del cambalache de cargos y prebendas después de cada proceso electoral. Es lo que ha terminado por arruinar el sistema. En particular en esta isla, porque hace muchos años no pisa el despacho de la Autoridad Portuaria una persona con información, lucidez, conocimiento del medio portuario, capacidad profesional y dos dedos de frente. Solo dos dedos de frente. ¿Es mucho pedir democráticamente?.

Las playas, en fin. Últimamente la oferta de baño (digamos) se ha ampliado con Los Charcos de Valleseco. Están francamente bien y han dotado al lugar de un atractivo y un encanto que no tenía. El problema (por supuesto) es que no es suficiente. O mejor sería no hablar de problemas, porque en ningún caso podría serlo. A este respecto lo que ocurre es la combinación entre una mala planificación política y técnica y el aumento poblacional. No es que Santa Cruz de Tenerife tenga en 2024 unos 32.000 habitantes más que en 2001 y unos 60.000 más que cuando se abrió la playa Las Teresitas a principios de los años setenta. Es que casi dos de cada tres chicharreros dispone de un automóvil, por no hablar de camionetas y motocicletas. Y aun había que contar a los que se acercan a las costas de Santa Cruz desde otros municipios. Es realmente irritante la irritación de la gente, empecinada en ignorar la realidad social y cultural en la que viven, esperando llegar mágicamente a Las Teresitas para remojarse en quince minutos, como lo hacían (ellos o sus padres) en el siglo pasado. Eso se acabó. Para siempre. A menos que adquiramos el vicio de planificar y mejoremos las condiciones de ocio y negocio en esta ciudad y en el que debería ser su pueblo. Planificar a veinte, treinta o cuarenta años de horizonte temporal.

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