Opinión | El lápiz de la luna

‘Como Las Grecas’

Llevo años admirando y respetando a Bob: al escritor, al guionista, al crítico, al actor… Pero, por encima de todo, a la persona

El escritor y periodista Bob Pop.

El escritor y periodista Bob Pop. / MAURICIO RETIZ

Por qué nos emborrachamos así?», esta es la pregunta que Bob Pop nos hace en la portada de su nuevo libro, Como Las Grecas. Cuando pasas las páginas te encuentras la siguiente dedicatoria: «Para quienes brindáis conmigo. Por la vida. Por el amor. Por si acaso». Hace unas semanas tuve la suerte de brindar con él. Lejos estábamos de una buena copa, pero ni mi infusión ni su café estropearon el momento de conversar con alguien que sabe bien que la vida está llena de «por si acaso». Este nuevo texto del polifacético Bob no pretende ser ni un alegato contra el consumo de alcohol ni una invitación al alcoholismo.

Es un libro honesto, como el propio Bob. Usted, que está ahí, al otro lado de la página, ¿se ha preguntado por qué bebe o por qué ha bebido las veces que lo ha hecho? Y si es abstemio, ¿se ha preguntado el motivo? Normalmente uno se cuestiona más el no beber alcohol que el beberlo. Quizá sea porque a la sociedad le molesta la gente sobria. En alguna reunión en la que he declinado la invitación a un vino o a un ron, las preguntas acerca de por qué no bebo y las justificaciones que se da el interlocutor a sí mismo para entenderme sin escuchar mi respuesta, han sido abrumadoras.

¿Estás embarazada? ¿Enferma? ¿Estás tomando alguna medicación incompatible con el alcohol? ¿Tienes que conducir? No. No. No y no. No bebo porque no me da la gana. Punto. Como Las Grecas no solo recoge la reflexión de Pop o su experiencia con el consumo de alcohol, sino que comparte con el lector las deliberaciones a las que llega con un grupo de amigos en una cena íntima en su casa y las intercala con citas de otros artistas que también hablan o escriben sobre esa relación de amor-odio con la bebida: «Bebía para ahogar mis penas, hasta que mis penas aprendieron a nadar.

Llegó un punto en el que me di cuenta de que a la mañana siguiente no solamente estaba igual de desesperado que en la víspera, sino que encima, estaba cada vez más enfermo», Velibor Čolić (escritor). Creo que Bob, en este ensayo, sencillamente intenta hacernos partícipes, como ya lo hizo con su serie Maricón perdido de una parte de su realidad que no necesita edulcorar, porque Pop ha llegado a ese momento vital en el que sabe que no precisa ser quien no es para agradar a otros y porque antaño se emborrachó lo suficiente con el fin de emborronarse: «Beber para emborronar. Emborracharse es emborronarse; difuminarse de manera sucia».

El consumo de alcohol está rodeado de mitos: beber para ahogar las penas. Para olvidar. Para anestesiar… Sí, lo sé, también se bebe para celebrar. Y no digo que esté mal hacerlo, ojo, cada cual hace con su hígado y con su sistema nervioso lo que le da la gana, pero sí es importante no normalizar ni romantizar, como hacen algunas películas o series de televisión, la idea de mojarte el pico como remedio para todo mal (o todo bien).

Más que centrarnos en si bebemos, deberíamos preguntarnos por qué o para qué lo hacemos, sobre todo, en un acto de honestidad –y de salvación– con uno mismo: «Emborracharse para mutar de estado y dejar de ser pobre. Solo borracho. Olvidar que estás rota. Solo borracha. Que estás asustado. Solo borracho». Cada renglón del ensayo desprende tanta ternura y tanta verdad. ¿Quién no ha querido escapar de sí mismo alguna vez? Bob concluye la obra con la siguiente reflexión: «He escrito este libro sobrio, como suelo estar casi siempre […] hay que escribir sobrio porque es una tarea peligrosa […] conviene andarse con cuidado y bien alerta cuando se escribe porque la literatura tiene algo de invocación que nos exige prudencia y atención precisa».

Llevo años admirando y respetando a Bob: al escritor, al guionista, al crítico, al actor… Pero, por encima de todo, a la persona. Pues para mí, alguien que es capaz de desnudarse por dentro y de usar su dolor como motor creativo y exponer el resultado, en una sociedad que está hambrienta de sufrimiento ajeno para beberse la sangre que emana de sus heridas, es alguien a quien hay que darle las gracias: por el arte, por la valentía y por si acaso. Lean Como Las Grecas, reflexionen sobre aquello que resuene con ustedes y brinden con mesura, porque vivir también tiene algo de invocación que nos exige prudencia y atención precisa.