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Sin salida

La ley de amnistía aprobada ayer en el Congreso de los Diputados responde exclusivamente al interés de Pedro Sánchez de conseguir los siete votos de JcX para conseguir la investidura presidencial

Pleno de aprobación definitiva de la ley de amnistía en el Congreso de los Diputados

Pleno de aprobación definitiva de la ley de amnistía en el Congreso de los Diputados / José Luis Roca

Soy de los que cree –disculpen ustedes -- que la ley de amnistía aprobada ayer en el Congreso de los Diputados tiene un encaje extraordinariamente difícil en la Constitución, que no servirá para apaciguar al independentismo, que no ayudará a ninguna concordia cívica y, sobre todo, que responde exclusivamente al interés de Pedro Sánchez de conseguir los siete votos de JcX para conseguir la investidura presidencial. Solo hay que escuchar a los portavoces de Junts y de Esquerra Republicana para constatar su evaluación de la amnistía: es una victoria política sobre el Estado español, instancia represiva y sin credenciales democráticas, y un paso más hacia el referéndum de independencia. Es necesaria la más aguda disonancia cognitiva para, simplemente, no escuchar lo que te están diciendo desde la tribuna de oradores. Pero es lo que ha hecho los diputados socialistas. Aplaudir a Pedro Sánchez por sentarse en su escaño y cerrar las orejas pensando en la Iglesia (es decir, en el partido) o en el sueldo. Es deplorable, es estúpido, es fatalmente sórdido y ridículo al mismo tiempo.

Pero conviene no marcharse. Conviene quedarse y escuchar a la derecha más estúpida y artera que ha padecido este país desde la aprobación de la Constitución. Hasta Manuel Fraga Iribarne tenía mejor sesera discursiva que estos de ahora. Se hablaba y se debía hablar de la amnistía, de su aplicación y de los resultados de la misma, de la delicadísima situación de Cataluña, donde pese a su debilitamiento electoral los independentistas siguen decidiendo si se convocan nuevas elecciones autonómicas anticipadas, es decir, condicionando la gobernabilidad de España. Era la mejor ocasión para que Alberto Núñez Feijoo ganara estatura y rigor anunciando que estaba dispuesto a apoyar a Salvador Illa como president, o anunciando la voluntad del PP para alcanzar una reforma constitucional sobre la estructura político-territorial del Estado, algo que no sea la personalización estúpida y arrastrada del asunto sobre el íncubo llamado Pedro Sánchez. Ni una palabra de análisis, ni una sola propuesta concreta, nada, salva exigirle la dimisión a Pedro Sánchez, lo que es una señal inequívoca de impotencia: si pudieras sacarlo del poder, si convirtieras su degradación en combustible crítico lo suficientemente flamígero, no tendrías que pedirle que dimitiera: estaría obligado a hacerlo. Pero Núñez Feijoo no es un buen orador, no tiene un buen equipo político a su alrededor, ni una política de comunicación eficaz y eficiente. Es un señor de Peares al que alzar la voz parece dejarle baldado y que continúa cometiendo pifias en los discursos después de más de dos años en Madrid. La extrema derecha se dedicó a berrear, patear, insultar. No encajan en la definición de jabalíes parlamentarios. Cuidado con dejarnos confundir con la imagen de zafarrancho y los aullidos de bestezuelas, porque Vox no pierde un voto y está empezando a crecer de nuevo, y tanto el aquelarre de reaccionarios y fachas celebrado en Madrid y organizado pro Vox como el viaje de Santiago Abascal a Israel indican un nivel de conexiones, alianzas y contactos internacionales que jamás ha creado y gestionado un partido de ultraderecha tan supuestamente ágrafo y encerrado en sí mismo como Vox.

Y bien esto es todo lo que da el país. Un país política y legislativamente paralizado por una élite política incapaz de salir del lodazal creado por ella misma. Es como contemplar al barón de Munchausen intentando salir de la ciénaga tirándose de su propia coleta. Como nis hemos acostumbrados a esta situación somos incapaces de percibir en la crisis institucional que estamos protagonizando y que se agrava día a día mientras nos echamos las culpas unos a otros. ¿Unas elecciones generales para que Núñez Feijóo presida un gobierno cogido por las gónadas por la ultraderecha voxista? Si esa la mejor alternativa al sanchismo, sus faldades y sus desafueros es que estamos definitivamente jodidos.

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