Una raíz negra, que brota del fondo de la tierra y se abre paso entre ríos y bosques, define el paisaje en las cuencas mineras asturianas. Durante el último siglo, en Pola de Laviana, Moreda, Sotrondio, Pola de Lena, Sama, Mieres, La Felguera, Turón o El Entrego, el carbón ha marcado el día a día de sus habitantes. Todo ha girado en torno a la mina, a una serie de pozos cuyos nombres -María Luisa, Sotón, Carrio, San Nicolás, Cerezal, Barredo o Candín- han formado parte de miles de familias durante varias generaciones. Las conversaciones en el chigre, las relaciones humanas, la política, los fugaos y su guerrilla contra Franco, las fiestas, las huelgas en plena dictadura, la vida y la muerte han estado ligadas a un mineral que, durante mucho tiempo, funcionó como combustible de grandes historias.

Entre los episodios históricosque se esculpieron en las cuencas mineras de Asturias, uno retumbó por todo el país: la madrugada del 5 de octubre de 1934, animados por una huelga general que fracasó en el resto de España -convocada como protesta por la inclusión de tres ministros de la extrema derecha en el gobierno-, los mineros asturianos se alzaron contra toda autoridad -civil, militar, religiosa- y tomaron a la fuerza el control de ayuntamientos, quemaron iglesias y asaltaron todos los cuarteles de la Guardia Civil que se toparon en su camino hasta Oviedo.

Alfonso Zapico, durante los últimos cuatro años, ha retratado esos sucesos en viñetas que, hasta ahora, habían dado forma a dos cómics: La Balada del Norte (tomos I y II). Con Tristán -un periodista-, Apolonio -un minero- e Isolina -hija de Apolonio y empleada del hogar en la casa de la familia de Tristán- como protagonistas, el viñetista cruzó las vidas y avatares de sus personajes para mostrar el alzamiento obrero, la toma de Oviedo y la respuesta militar.

Desde ayer, la tercera entrega de La Balada del Norte se encuentra en las librerías. Y lo que viene con el nuevo ejemplar es un tono más oscuro, crepuscular, triste. Desde Madrid, para sofocar la Comuna Asturiana, se optó por la violencia: el Gobierno de la II República entregó el mando a los generales Franco y Goded, que enviaron tropas de la Legión y los Regulares desde África. Dos semanas después, tras 1.500 muertos, el general López Ochoa liberó Oviedo y el triunfo del Estado dio paso a una represión brutal.

Con las nuevas viñetas descubriremos si Apolonio logra huir, si Tristán encuentra su lugar en el mundo y si Isolina no cae en las manos de los regulares. Lo que les espera no es nada bueno: a la vuelta de la esquina se aproxima la Guerra Civil, pero eso queda pendiente para el croto tomo de La Balada del Norte.