La detención el pasado viernes de Teddy Bautista y ocho directivos de la SGAE ha levantado una gran polvareda mediática y, paralelamente, una ola de odios y adhesiones en torno a una gestión que, especialmente en la última etapa, se atrajo las críticas de distintos sectores. El ambicioso proyecto planteado por Bautista -que pasaba por hacer de la SGAE mucho más que una mera entidad recaudadora de derechos de autor y convertirla en una importante plataforma de cultura latina- generó polémicas que acabaron en los tribunales y en los titulares periodísticos.

Así ocurría hace apenas un mes con la red ARteria, un gran tejido de teatros propiedad de la SGAE repartidos por medio mundo (hay en Nueva York, Buenos Aires, Madrid y Barcelona, entre otros lugares) y a los que pronto se sumará una sede en Las Palmas, en el antiguo consulado japonés.

El arquitecto Santiago Fajardo, que estuvo vinculado a la SGAE durante 20 años como responsable de los proyectos de varios de estos espacios, denunciaba en mayo ante los tribunales y los medios de comunicación que la entidad había estado inflando presupuestos sin justificación, y señalaba directamente a Emilio Cabrera, primo del presidente Teddy Bautista y responsable de las finanzas de ARteria, como responsable de estas maniobras.

Las obras de un auditorio sevillano habían sido el detonante del desencuentro. La auditoría de estos trabajos por parte de la consultora Gernes Hill, primero, y luego por Cabrera, tensaron la cuerda ente ambas partes.

Según el arquitecto, durante un tiempo se le había obligado a firmar partidas presupuestarias infladas y, por el contrario, no se le daba información de partidas que correspondían a sus obras.

La situación acabó siendo insostenible y el arquitecto terminó cesado, aunque aseguró al denunciar ante los medios que nunca llegó a aceptar los términos del acuerdo de rescisión que le propuso la SGAE, y que pasaban por "abandonar la obra de Sevilla, renunciar a 400.00 euros que me deben así como a acciones legales posteriores, pero que ellos se reservan las suyas, y guardar confidencialidad".

La SGAE, una vez surgida la polémica, puso en tela de juicio la profesionalidad de Fajardo. "En Gijón hizo una obra mal, con grandes problemas acústicos".