Participa usted en el XX Coloquio de Historia Canario Americana como coordinadora de un seminario de homenaje a Francisco Morales Padrón.

En primer lugar, quiero destacar un hecho importante, que es el que se celebre el 20o aniversario, un número muy cerrado que nos da idea de la continuidad que han tenido estos Coloquios de Historia Canario Americana. En segundo lugar, yo no he venido a estos coloquios con mucha frecuencia, porque me gusta hacerlo con una ponencia que sea inédita y sobre el tema que se iba a tocar, y desde un principio Morales Padrón tuvo la idea de hacer un coloquio donde se viera la dimensión de Canarias y América, el nombre ya lo dice, y si yo no tenía un proyecto en esa línea, no venía. He estado dos o tres veces, y ahora eso se ha cumplido perfectamente. ¿Y por qué se incluye en esto Sevilla junto a Canarias y América? Pues porque a Elena Acosta se le ocurrió que como era un homenaje a Morales Padrón, y su alma era canaria, su corazón estaba Sevilla y su mirada en América, parece que es muy oportuno que se vea lo que significó Canarias en el mundo atlántico, que tenía una orilla en Sevilla y otra en Veracruz. Esto es muy importante que se vea en este coloquio póstumo de dirige Morales Padrón, y que Elena Acosta ha mantenido en su misma idea. Es una suerte que haya podido venir el profesor John Elliott, que era muy amigo suyo, a dar la conferencia de inauguración, porque es un lujo, vaya.

¿Qué aportan a la figura de Morales Padrón el seminario y su charla 'Un canario universal que amó las dos orillas'?

Voy a hablar de la figura de Morales Padrón y de un libro suyo, porque quiero resaltar la relación de Sevilla con América, ya que la de Canarias es muy conocida con una obra muy buena, y la americana también lo es. El libro del que hablo es un libro menor pero distinto, donde se ve la fusión mental que tenía de América y Sevilla. Traigo esa vertiente que sé que a él le habría gustado como broche de sus coloquios, y que se hubiera hablado aquí. En realidad, los coloquios en su historia y en un 90 % han sido sobre Canarias y América. Y si Morales Padrón quería traer a una figura, a un hispanista importante que no tenía un tema eminentemente americano, hacía un seminario más abierto.

Habla usted de un coloquio póstumo. ¿Se mantiene el espíritu y la filosofía de su creador?

En todos estos años se ha mantenido el espíritu que Morales Padrón quiso para este proyecto. El Coloquio sigue reuniendo año tras año a historiadores, especialistas e incluso mucha gente joven. Y creo que es necesario que se produzca un relevo generacional, es algo que tiene que darse. Lo que pasa es que estas generaciones de maestros cuando van acabando es muy difícil reemplazarlos a corto plazo. Dentro de unos diez años habrá otra generación de maestros tan reconocidos como los actuales. Pero una figura como John Eliott, John Lynch, o el propio Francisco Morales Padrón, ahora mismo quedan muy pocos, y hasta que entren en esa primera línea, habrá que esperar. Profesionales siempre hay.

¿Este tipo de eventos hace posible ese relevo generacional?

Desde luego, y es lo que veo en este coloquio. Siempre Morales Padrón tenía una gran preocupación porque los jóvenes conocieran a los maestros, porque hubiera unión entre ellos, algo de más interés que lo que podrían aprender de las propias conferencias y seminarios. La cercanía, esa interacción ha sido importante. Y muchos jóvenes canarios se han formado aquí. Manuel Lobo, por ejemplo, es uno de ellos. Lo conocí cuando estaba haciendo la tesis doctoral en un coloquio, que trabajaba entonces en la esclavitud, un tema que teníamos en común y que estudiamos.

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