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Cine 'Jimmy's Hall'

El tópico Loach

Lo que plantea Jimmy's Hall es, a priori, bastante sugestivo. Esta película dirigida por Ken Loach y escrita por su guionista habitual de los últimos años, Paul Laverty, e inspirada en hechos reales, narra la historia de James Gralton (1886-1945), un activista y líder comunista irlandés que se convirtió en el único deportado político de su país por abrir un salón de baile en Effrinagh, que utilizó para difundir sus ideales políticos en contra del clero católico. De este modo, Jimmy's Hall se articula alrededor de diversas temáticas: la reconstrucción nostálgica de una época, mediados de los años treinta; la descripción del inevitable despertar de la conciencia de la clase obrera que pasa por la iniciación a la música; y una divertida mirada a algunos procedimientos de la Iglesia, dispuesta a aguar la fiesta.

En cualquier caso, Jimmy's Hall alardea de todo ello y lo hace, además, con el soporte de un grupo de intérpretes razonablemente buenos, en especial Barry Ward, Simone Kirby y Andrew Scott (el archivillano de la serie de televisión Sherlock), como no podía ser de otra manera, tratándose del país de Shakespeare. No obstante, la película de Loach, cuyos trabajos anteriores La parte de los ángeles y Buscando a Eric respondían al patrón, prefabricado, de las obras pequeñas, modestas y simpáticas, que por lo visto tienen un público fiel y acaban teniendo un buen resultado en taquilla, proyecta una imagen blanda y estereotipada de aquello que pretende retratar.

Con Jimmy's Hall Loach retoma su saga irlandesa sobre la independencia tras El viento que agita la cebada, pero en esta ocasión la historia que cuenta no funciona a ninguno de los niveles narrativos por los que navega con más buenas intenciones que otra cosa: como biopic es inoperante, puesto que pasa de puntillas por los hechos (sólo los utiliza como excusa) para centrarse en la amable inocuidad de Gralton como mártir; el perfil psicológico de los personajes es de una pieza y sólo funciona, hay que reconocerlo, en la medida proporcionada por la excelente labor de los intérpretes, pero unas buenas interpretaciones no hacen una buena película.

La película Jimmy's Hall es, digámoslo ya, una película que reafirma, secuencia a secuencia, casi plano a plano, el tópico Loach. El conjunto adquiere, en suma, tintes de un panfleto ramplonamente explícito, de tal manera que, a pesar de su loable voluntad de denuncia, pierde todo posible efecto por la ausencia de sutileza y por utilizar recursos muy similares a los utilizados por el cine americano para ganarse el corazón del público. A destacar la estupenda banda sonora de George Fenton, un músico que demuestra que sobrevive a pesar del silencio de la Academia de Hollywood (no lo nominan desde 1992 por El Rey pescador) y de ciertas distribuidoras reticentes a exportar sus últimos trabajos.

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