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Religión Jesuíta y teólogo

José María Martín: "Abortar es un pecado pero no debe ser delito penal"

"Renuncié a ser vicario de Madrid; no podía convivir con Suquía, quien tenía poco respeto por la libertad",expresa el religioso

El jesuita durante la entrevista. ANTONIO TORRIJOS

A punto de cumplir los 90 años, José María Martín Patino (Salamanca, 1925), testigo y actor privilegiado de la Transición, jesuita, teólogo, escritor y presidente de la Fundación Encuentro, hace gala de una excelente memoria para juzgar sin pelos en la lengua a algunos personajes de nuestra historia reciente, ya sean papas u obispos. Liberal en la órbita de Bergoglio, lo mismo rechaza la condena penal del aborto que desenmascara al carismático Juan Pablo II, un hombre "impetuoso que odiaba a los comunistas" y que le hizo la vida imposible al cardenal Tarancón, del que Martín Patino fue su secretario. Con críticas contundentes a diestro y siniestro, el religioso desgrana en exclusiva en esta entrevista algunos aspectos inéditos de acontecimientos vividos en primera persona en la Segunda República, en el franquismo y en la democracia sin perder de vista la trayectoria de los seis papas con los que le ha tocado convivir.

Señor Martín Patino, ¿estamos en España ante otra Transición?

Lo que discutimos ahora más bien es cuál fue el significado de esa Transición, cómo se hizo y cómo influye lo acordado en aquellos tiempos en la actualidad.

¿Se hizo bien?

Se hizo lo que se pudo y no fue poco porque ese grupo de personas elegidas por Adolfo Suárez logró la concordia, el consenso y la redacción de una Constitución. No podemos exigir a los impulsores de la Transición una visión de la realidad como la que tenemos ahora. Todo se hizo con relativa rapidez y no podemos olvidar que Suárez carecía de una formación lo suficientemente intelectual como para seleccionar a los compañeros de viaje. De todas las formas, lo hizo bastante bien al poner de acuerdo a gente que procedía del régimen de Franco con otras personalidades más cristianodemócratas. Lograron un consenso limitado, pero su interés más inmediato era poner a España al nivel de otras democracias europeas. No podían pensar en las libertades que afortunadamente existen hoy en día.

Así que la Transición fue para usted un éxito, ¿no?

Los errores que se cometieron en la Transición fueron por ignorancia o por falta de visión, no voluntarios.

¿Necesitamos una segunda Transición?

¿Una nueva Transición? Habrá que llevar a cabo un cambio con una reforma constitucional pero creo que algunos tienen miedo al cambio.

¿Quiénes tienen miedo?

Los que identifican ese cam-bio con una derrota del PP o con restricciones a la influencia de la Iglesia.

¿Teme usted el cambio?

En absoluto, si se hace democráticamente. Lo que no me gustaría sería una revolución.

¿Cómo la que propone Po-demos?

Podemos habla mucho del cambio pero no concreta en qué consiste ese cambio en su programa. No hay que ir a un cambio para llegar a un sistema menos democrático. Al pueblo le gusta mucho la palabra cambio y la identifican con el 15M.

¿Ve usted al pueblo favorable a ese cambio?

La sociedad ha reaccionado a raíz de la crisis económica y ha sido una reacción positiva en busca de mejoras para la sociedad civil. Lo que ocurre es que la sociedad civil es también sociedad políti-ca. Hay que tender a unas rela-ciones que se basen en la responsabilidad y el respeto hacia lo público con normas morales y éti-cas a favor de las personas. Creo que esa base está en esta socie-dad que quiere resurgir a través de los movimientos ciudadanos que adquieren compromisos de transparencia en contra de la corrupción.

Usted que ha sido una figura clave de nuestra Transición, ¿qué papel jugó la Iglesia católica en ese proceso de paso de la dictadura a la democracia?

Yo solo ayudé al cardenal Tarancón en aquella época, pero el cardenal nunca se metió en política. Observé cómo se hizo la Constitución y los problemas que surgían entre aquellos ministros tan distintos. La Iglesia fue fundamental y, sobre todo, Pablo VI fue clave en la democracia española.

¿Pablo VI?

Pablo VI heredó las tesis del Concilio Vaticano II que había convocado Juan XXIII. Fue un hombre siempre informado sobre España y la única personalidad de Europa que se opuso a las últimas ejecuciones de Franco de forma pública. Los países europeos fueron más tibios que el Papa, quien no dudó en decirle al cardenal Tarancón que pidiese a Franco que acabase con la pena de muerte y se abriese a un régimen de libertades civiles y políticas.

¿Cómo se tomó Franco esta "intromisión"?

Con Franco nunca se sabía, pero lo que está claro es que llevó a cabo las ejecuciones de tres militantes del FRAP, de dos etarras y de Salvador Puig Antich.

¿Y qué papel jugó la Iglesia durante la república?

Es público y notorio que sufrió una tremenda persecución a pesar de los esfuerzos de algunos republicanos. Y sin que por ello quiera disculpar a ciertos eclesiásticos que como el cardenal Segura se convirtieron en defensores de la monarquía cuando lo que tenían que haber hecho es defender la democracia.

¿Y en la dictadura?

Hubo de todo, pero la mayor parte de los obispos estaban del lado de Franco y de su catolicismo. Franco era para ellos un hombre de buenas intenciones con una formación religiosa. Al principio, la Iglesia desconfiaba de él, pero pronto se hizo con el favor de algunos cardenales, como Isidro Gomá, quien redactó una pastoral para todos los obispos en 1952 en la que ensalzaba el nacional catolicismo del régimen. Este documento hizo que muchos obispos extranjeros amainasen sus juicios sobre el régimen franquista. La Iglesia intentó que Franco fuese más comprensivo con las libertades, pero al final cedió.

Así que al final, la Iglesia comulgó con las mentiras del régimen, ¿verdad?

Si no comulgó, al menos no exigió a Franco que girase hacia un régimen democrático. Llegó a pensar que ni tan siquiera se lo podía exigir. Así que Franco nunca se hizo demócrata y murió siendo un dictador con el beneplácito de algunos obispos como el de Salamanca, Plá y Deniel, que le cedió hasta el palacio episcopal, o el mismo Gomá, que se convirtió en su confidente o Eijo y Garay, que fue arzobispo de Madrid.

¿Cómo recuerda la homilía del cardenal Tarancón en 1975 ante el Rey Juan Carlos cuando pidió que "la mentira no llegue nunca a las Instituciones"?

Fue una misa muy bien estudiada. En principio iba a ser en un Te Deum para todos los dignatarios extranjeros que vinieron a la coronación de Juan Carlos I, pero luego quedó en una misa del Espíritu Santo en la que Tarancón dejó bien claro su talante.

Y en la coronación de Felipe VI no ha habido ni misa del Espíritu Santo, ¿qué le parece?

Lo más natural porque en la Constitución de 1978 se declaró la laicidad del Estado español. Si España es laica no tiene que ponerse a las órdenes de la Iglesia.

Señor Martín Patino, ¿cómo era el cardenal Tarancón?

Desafortunadamente no existe aún ninguna biografía válida del cardenal Tarancón. Yo estoy escribiendo una que se titulará Tarancón y la Iglesia de su tiempo. De todos es sabido que Tarancón se marchó en la época de Juan Pablo II tras una serie de desavenencias hasta con el Vaticano.

¿Se sintió tan incomprendido Tarancón cuando le recibió Juan Pablo II en el Vaticano?

No fue una charla nada agradable la que tuvo Tarancón con el entonces cardenal Wojtyla, quien viajó por todo el mundo y no se entendía en absoluto con el cardenal Casaroli, un hombre más proclive al diálogo. Juan Pablo II era impetuoso y aprovechaba cualquier ocasión para mostrar su odio al comunismo. Cogía a Tarancón por los pasillos para insistir en que no se dejase llevar por Casaroli, un hombre fundamental en las negociaciones de la Santa Sede con los regímenes comunistas, así como firmante del Acta Final de Helsinki. Juan Pablo II era impetuoso y poco respetuoso con las libertades. Impuso a la Iglesia unos modos más hostiles que los de sus antecesores.

¿Tan mal se llevaban Tarancón y Juan Pablo II?

Las tensiones se conocían y Tarancón nunca contaba nada, pero es que Juan Pablo II tampoco tuvo sintonía con otros obispos españoles, como, por ejemplo, los que no veían procedente la rápida canonización de los mártires de la Cruzada. El entonces arzobispo de Oviedo, Gabino Díaz Merchán, tampoco estaba de acuerdo con las formas de Juan Pablo II. No olvidemos que cuando salió el borrador de la Constitución, solo nueve obispos españoles, los más allegados al Papa, mostraron su desacuerdo.

¿Aceptó Juan Pablo II la dimisión de Tarancón sin que éste la presentase?

Tarancón presentó su renuncia el mismo día que cumplió 75 años pero nadie le contestó. Luego el Papa vino a España y quedó impresionado con el resurgimiento del catolicismo y con los elogios que recibía Tarancón. Éste pensó entonces que le iban a dejar unos años más y cuando menos se lo pensaba lo apartaron.

¿Cómo fue ese cese?

Tarancón estaba pasando unos días de verano en Villareal y le llamó el nuncio Tagliaferri, un hombre poco eficaz en su comportamiento. Le dijo que quería hablar con él y Tarancón no du- dó ni un momento en coger el coche y encaminarse hacia Ma- drid. De repente, escuchó en la radio que había sido admitida su renuncia y que ya se había nombrado sucesor.

¿Qué hizo el cardenal Ta- rancón?

Se bajó del coche en Tarancón, tomó un café y llamó a Tagliaferri para decirle que como ya sabía lo que le iba a decir se volvía a Villareal. Ese gesto de Tarancón no sentó muy bien a Juan Pablo II.

¿La salida de Tarancón supuso el regreso a España de la Iglesia más conservadora?

Ángel Suquía fue mucho más conservador. Yo fui vicario general de Madrid con él y renuncié porque no pude convivir con un hombre que tenía tan poco respeto a la verdad.

Se felicitará usted ahora de que Blázquez haya sucedido a Rouco Varela en la presidencia de la Conferencia Episcopal Española, ¿no?

Blázquez representa el diálo- go que necesita esta Iglesia. Es un pastor, algo que no fue Rouco Varela.

¿Vuelve con el Papa Francisco el espíritu de Juan XXIII?

No sé si el espíritu, pero son dos personalidades muy parecidas, aunque Juan XIII no hubiera llegado a tanto, fue el primero en exigir al clero pastoralidad, cercanía con el pueblo y verdad.

¿No se cargará el Papa Francisco a la Iglesia con tanta apertura?

No lo creo, todo lo contrario y Juan XXIII estaría de acuerdo con él. Tenemos un Papa pastor, más que profesor.

¿Profesor como Ratzinger?

Exacto, pero Ratzinger era también pastor, aunque más inclinado a la intelectualidad.

¿En qué categoría sitúa a Juan Pablo II?

Quiso ser un Papa de masas y lo consiguió. Pocos Papas han suscitado tanto sentimiento durante su entierro.

¿Sale el sol para la Iglesia con el Papa Francisco?

Sí, y surgirá el miedo en las reuniones de los sínodos. Habrá distanciamientos entre los car- denales, pero eso no es malo, es la verdad.

¿Por qué Bergoglio ha tenido tantos problemas con su orden de los Jesuitas?

Eso le ocurría cuando era un soldado raso o provincial. Tenía un carácter muy exigente y duro. El Papa Francisco era más amigo de imponer que de dialogar, pero ha cambiado. Me sorprendí cuando le nombraron Papa porque tenía fama de recto y exigente dentro de su congregación.

¿Está usted de acuerdo con el contenido de la carta del teólogo jesuita González Faus pidiendo que la iglesia enajene sus bienes a favor de los pobres?

¡Eso son cosas de Faus que no me tomo muy en serio! La Iglesia tiene que estar al servicio de los pobres, tiene que ser mas evangélica, pero de ahí a tener que entregar sus bienes. Esos bienes tienen que aprovecharse con una buena y transparente gestión para atender a los más desfavorecidos.

Señor Martín Patino, ¿qué capacidad tiene la Iglesia para dar respuesta a las preguntas de nuestra sociedad?

Estamos en el mejor momento de la historia de la Iglesia para dar respuestas y todo gracias al Concilio Vaticano II que tenemos que seguir y a que tenemos un Papa que defiende la cercanía. Los obispos han dejado de ser príncipes para convertirse en pastores. Ahora tenemos que afrontar el futuro con debates que por ejemplo incumben a las mujeres.

¿Cómo el aborto?

El aborto es un pecado pero no estoy de acuerdo con que sea un delito penal, público. Mejor sería saber qué pasa o qué lleva a las mujeres a abortar y entenderlas. A la mujer no se la ha tratado con la consideración que se merece.

¿Podrá algún día llegar a ser ordenada sacerdote?

No creo que este Papa llegue a tanto. Juan Pablo II dijo que una mujer nunca sería ordenada sacerdote, pero no se puede decir nunca jamás.

¿Cómo valora el papel de la iglesia nacionalista en Cataluña y el País Vasco?

Los obispos están haciendo esfuerzos enormes para no meterse en política. Ser pastor católico de un pueblo que quiere independizarse de España no es fácil. Hay que abordar esta situación con comprensión y sin partidismos.

¿Comprende usted a los independentistas?

Sí. Cada autonomía es distinta pero la catalana es un poco más distinta. En España no todos son iguales y ese fue un error de la Transición.

De García de Enterría, ¿no?

No estuvo muy acertado García de Enterría al apostar por un modelo autonómico que diese café para todos. Ya en aquel momento, Jordi Pujol y Miquel Roca advirtieron que ese modelo traería consecuencias porque era una imposición. Luego ha habido poco tacto. ¿A quién se le ocurre decir que hay que españolizar a los catalanes? Por no hablar de la negativa del alcalde de Salamanca a dar los papeles que pertenecían a Cataluña.

¿Está usted de acuerdo con el rechazo del Vaticano al Jesús descrito por el sacerdote español José Antonio Pagola?

Admiro mucho a Pagola porque es capaz de acercar la vida de Jesucristo al cristiano medio. Una cosa es el dogma y la precisión y otra la escritura para el pueblo, que no tiene por qué ser tan científica. Pagola ya publica con toda libertad.

¿Cómo ha vivido usted en España el periodo después del Concilio Vaticano II que el teólogo Karl Rahner definió como un "invierno eclesial"?

Rahner se refería a la suspensión de la actividad porque esperaba más activismo y diálogo tras el Concilio. En España y en gran parte de Europa no ha sido bien comprendido ese cónclave que ahora trataremos de recuperar con la ayuda del Papa Francisco y también de Ratzinger. Los dos Papas se entienden mejor de lo que se piensa.

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