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Entrevista | Fernando Vázquez

Fernando Vázquez: "El piojo va a cualquier cabeza, y cuanto más limpia, mejor"

"El concepto de laboratorio cerrado ha cambiado; tiene que estar muy abierto a los médicos del hospital" indicó el jefe de microbiología y catedrático de Universidad

Fernando Vázquez. J. L. BORT

¿Psocóptera?

Psocóptera es el piojo de los libros. Todos los demás, los piojos de la cabeza o del cuerpo, o las ladillas, proceden evolutivamente del piojo del libro. Las infecciones en la literatura es una temática que siempre me ha gustado como hobby. Llevo trabajándolo desde 2003, cuando mi mujer hizo la tesis doctoral sobre esta materia. Mi discurso de la Academia, cuando entré de académico correspondiente, fue sobre Shakespeare y la sífilis. Y ahora es psocóptera y literatura, o sea, piojos y literatura.

¿Y los piojos han dado mucho juego literario?

Sí, hay bastantes cosas. Por ejemplo, un libro muy famoso de Susan Sontag: La enfermedad y sus metáforas. Habla de lepra, de sífilis, de tuberculosis... Pero se olvida de los piojos. El piojo del cuerpo ha tenido mucha importancia en la historia de la literatura. Siempre se ha relacionado con guerras, y ha diezmado poblaciones. Por ejemplo, cuando Napoleón envió a su Ejército a Rusia, quedó diezmado...

¿Pero influyó mucho el frío, no?

Influyó el frío, pero también el piojo del cuerpo, la disentería, el tifus exantemático... También murió mucha gente en la época del comunismo en Rusia. Históricamente es importante. Analizaré cómo han tratado al piojo los distintos autores. Siempre se lo ha tratado de forma peyorativa: asociado a personajes sucios, pobres... Eso es muy típico de la literatura latinoamericana, por ejemplo.

¿Puede decirse que el piojo está discriminado por la opinión pública?

Hay una parasitofobia. La gente no lleva al niño al médico cuando tiene piojos. Va directamente a la farmacia a comprar el champú. Asociar el socio a la cabeza sucia es erróneo. El piojo va a cualquier cabeza, y cuanto más limpia, mejor, porque necesita multiplicarse, y le viene bien estar solo.

¿No hay más piojos en cabezas sucias?

No. En Turquía se hizo un estudio en dos pueblos con niveles socioeconómicos muy distintos, y el factor diferencial resultó ser el tamaño de la familia. En las familias de más de seis miembros tenían más piojos.

O sea, derribamos el mito del piojo como amante de la suciedad...

Sí, y tampoco son ciertos otros mitos, como que el piojo que vuela o salta. El piojo no vuela ni salta: camina.

¿Y tiene algún papel beneficioso?

No, nada especial. Lo que sí sabemos es que el piojo transmite enfermedades, por ejemplo la peste. La peste siempre se asoció a las pulgas, pero hoy sabemos que es causada por el piojo. Y también transmite el tifus exantemático, la fiebre de las trincheras...

Una pregunta que le resultará familiar: ¿qué hace un microbiólogo en un hospital?

Es muy fácil explicar el papel del microbiólogo: diagnosticar las enfermedades infecciosas. Antiguamente hacíamos cultivos, tinciones, y ahora tenemos métodos moleculares, de PCR, detección del genoma? Y otro aspecto importante es que estudiamos la sensibilidad de esos microorganismos a los diversos antibióticos. En ese aspecto, somos consultores de otros médicos del hospital.

¿Cómo ha evolucionado la tecnología en su ámbito?

El avance ha sido extraordinario. Sin ir más lejos, en los diez últimos años. Hemos pasado de hacer cultivos y de identificar los microorganismos con pruebas bioquímicas, que nos llevaban 24-48 horas, a hacer diagnósticos directamente sobre la muestra, por métodos moleculares de PCR. Una de las cosas que mejor funciona ahora es el diagnóstico de las meningitis. Antes era muy dificultoso, y ahora tenemos sistemas que detectan 20 microorganismos a la vez. Ese diagnóstico molecular lo haces en una hora, y así puedes poner el tratamiento mucho más rápido. Si es un meningococo, hay que avisar a Salud Pública para que aplique la quimioprofilaxis en los colegios. Si es vírica, el pediatra se queda más tranquilo, porque es un poco menos grave...

¿Otro ejemplo?

Las sepsis, infecciones en la sangre, lo mismo. Por ejemplo, una gastroenteritis. En una hora tenemos el diagnóstico de algunas de ellas, no de todas. El problema es que son sistemas muy caros, pero los precios van bajando, como en todo este tipo de cosas. Hemos ganado en rapidez, en fiabilidad y en una toma de decisión mucho más rápida. Y esto, insisto, es un avance de los diez últimos años.

¿Los microbiólogos están ganando protagonismo en los hospitales?

Ha cambiado nuestra relación con los médicos del hospital. Nos necesitamos unos a otros. Tenemos mucha relación con la UCI, y ahora podemos dar una respuesta mucho más rápida a pacientes que están muy graves. Para el paciente crítico ha sido una ventaja maravillosa.

¿Esta colaboración salva vidas?

Desde luego. Se calcula que por cada hora que una infección en la sangre sigue sin tratar aumenta la mortalidad un 7 por ciento. Estos avances tecnológicos acortan los tiempos y aceleran la implantación de tratamientos.

¿El laboratorio ya no es un reducto dentro del hospital?

El concepto de laboratorio cerrado ha cambiado. El laboratorio tiene que estar muy abierto a los médicos. Deben generarse modelos de trabajo en equipo. Las nuevas tecnologías hacen que trabajemos más en equipo que antes. Tenemos que ir a los laboratorios sin paredes. Y en los laboratorios del HUCA disponemos de una dotación tecnológica privilegiada.

¿Los estudiantes de Medicina comprenden fácilmente la importancia de las áreas de laboratorio en el ámbito sanitario?

Desde luego, yo trato de explicarla. Doy dos asignaturas. A los alumnos les insisto en que la especialidad de enfermedades infecciosas exige una puesta al día constante. Y la microbiología también es maravillosa, aunque admito que sigue siendo una gran desconocida.

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