El inconfundible olor del puchero canario se cuela entre las rendijas de las enormes salas del centro cultural Blaise Senghor, en Dakar. El profesor de cocina Arham Marrero, venido desde Gran Canaria, se afana con las verduras, los garbanzos y las papas arrugadas en tres gigantescos calderos mientras, a escasos metros, unas veinte personas venidas desde Canarias aprenden la técnica de la danza del sabar con el grupo Africa Ndiguel. El festival Ci la bokk, que en wolof, la lengua nacional senegalesa, quiere decir "yo formo parte", ha reunido un poquito de ambas culturas en dos intensos días de intercambio y conexión que dejarán huella en ambas orillas.

Cuando los hermanos Thioune llegaron a Gran Canaria de Bambey (Senegal) hace más de quince años no podían imaginar lo que estaba por venir. Convertidos hoy en un grupo de música y danza referente de la cultura senegalesa en las Islas, pero también en un actor clave de cooperación e intercambio, los hermanos Khaly y Aly, al frente de su gran familia, son los organizadores de este festival. "Hemos participado en numerosos intercambios culturales, pero siempre en Europa. ¿Por qué no hacerlo en África?", se pregunta Khaly Thioune.

Dicho y hecho. Gracias al apoyo de numerosas instituciones, empresas y ONGs, como el Gobierno regional, el Cabildo grancanario, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y la MBA Business School, este grupo canario-africano ha logrado traer a unas setenta personas desde las Islas y organizar un nutrido programa de actos durante un intenso fin de semana inolvidable en la capital senegalesa. Para Miranda Amelie, una joven de sólo 13 años alumna de la Academia de Danza de los Thioune en Las Palmas, es su primera vez en el continente africano. "Es todo tan diferente, una cultura impresionante", asegura con una sonrisa.

Desde el primer momento la música y el baile fueron protagonistas. La danza oriental venida desde las Islas sirvió de refinado aperitivo para uno de los platos fuertes del viernes, la potencia de los tambores y yembés del grupo Africa Ndiguel, de Guediawaye, y sus desenfrenados bailes sobre el escenario. Imposible apartar la vista de los saltos y contorsiones de una de las mejores troupes de Senegal que puso la guinda al pastel con la irrupción de dos leones falsos, bailarines vestidos a la manera tradicional que aportan un plus de espectáculo. Las alumnas de la escuela de los Thioune mostraron poco después que la danza africana no sabe de fronteras.

A esas alturas, Arham Marrero, con la incuestionable ayuda de sus compañeros de CEAR Fátima y Juan Carlos, ya tenía preparados bocaditos de gofio y de arroz con leche y bissap (una tradicional bebida a base de hibisco), una muestra de que ambas gastronomías también pueden tener puntos de encuentro. Pero si el viernes la cosa comenzó con fuerza, el sábado por la mañana reservaba aún muchas sorpresas. El grupo teldense Salitre, con Gustavo Hernández y Yaiza López al frente, montó un taller de música canaria que puso al personal a dar vueltas en un divertido juego con isa canaria de fondo.

La Coordinadora de Asociaciones de Senegaleses en el Archipiélago Canario (CASAC) contribuye al encuentro con muchos de sus miembros, como su presidente Madiop Fall o su vicepresidenta Awa Ndiaye, entre otros. "Que este festival se organice en África es muy importante para nosotros, es una manera de mostrar los vínculos que hemos construido en todos estos años", asegura Ndiaye, quien participó en una mesa redonda del foro social del festival recordando su extraordinaria labor en la acogida de menores senegaleses llegados a Canarias en cayucos en la década pasada. La juventud y la importancia del trabajo de aquellos que un día se fueron y hoy pueden aportar desde la diáspora estuvo en todos los focos.

"Para nosotros la formación es clave y por eso hemos querido estar aquí", asegura Ignacio Zabaleta, director de la MBA Bussines School de Gran Canaria, "África es un gran mercado y al mismo tiempo un gran proveedor de recursos. Tenemos que estar aquí y contribuir a la formación en aquellos sectores en los que tenemos la experiencia, como el turismo", asegura. Afuera, entre las casetas situadas en el patio del centro cultural Blaise Senghor, jóvenes senegaleses se interesaban por la cultura de las Islas. "Siempre me gustó aprender de otras culturas, el futuro es mestizo", asegura Birane Diouf.

El sábado por la noche los Hermanos Thioune se vistieron de gala para actuar en el Teatro Sorano, el centro neurálgico de la historia reciente de la cultura senegalesa. En un espectáculo que también sirvió de homenaje al recientemente fallecido Mamadou Diop, profesor de Dramaturgia de la Escuela de Bellas Artes en la que se formaron Aly y Khaly Thioune, los canarios que viajaron hasta Senegal pudieron ver cómo en los espectáculos de música y danza de este país la frontera que separa a público y artistas es casi siempre difusa, un fin de fiesta a la altura de un festival pionero que refuerza los lazos entre Canarias y sus vecinos africanos.