La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crisis del coronavirus

Detectives rastrean el virus en la tierra de Marlowe

La confirmación de casos en las primeras semanas de febrero en California cambia la cronología de la propagación y pone en duda la respuesta

Un hombre se somete a un test de coronavirus en Los Ángeles (California). REUTERS

A Philip Marlowe, el detective de Raymond Chandler, no se le hubiera escapado fácilmente la pista. La confirmación por parte de los funcionarios de salud pública del condado de Santa Clara, California, de que dos residentes murieron a causa del virus a principios y mediados de febrero, convirtiéndose en las primeras víctimas conocidas de la pandemia en Estados Unidos, puede cambiar la cronología de la propagación en el país, un "timeline" que se habría iniciado semanas antes de lo que se creía. El primer informe de una muerte relacionada con el COVID-19, como recuerda "The New York Times", llegó el 29 de febrero en el área de Seattle, aunque las autoridades descubrieron más tarde que dos personas que habían muerto tres días antes también habían contraído el virus. El 15 de enero, en el aeropuerto internacional al sur de Seattle, un hombre de 35 años regresó de una visita a su familia en la región de Wuhan. Agarró su equipaje y reservó un viaje a su residencia en el norte de la ciudad más afectada del Oeste. Al día siguiente, cuando regresó al trabajo en una empresa tecnológica, sintió los primeros signos de tos, pero no de una forma suficiente para irse a casa. Asistió a un almuerzo con colegas esa misma semana en un restaurante de mariscos cerca de su oficina. Los síntomas empeoraron. Días después se convertía en la primera persona en dar positivo, y las autoridades de salud intervinieron para contener la propagación. Sesenta y ocho personas, el conductor del viaje compartido, los compañeros de almuerzo y el resto de pacientes de la clínica donde el hombre acudió por primera vez fueron monitorizados durante semanas. Para alivio general, ninguno dio positivo en las pruebas. Si la historia terminara ahí, el desenlace hubiera sido muy diferente. Desafortunadamente no acabó en Seattle.

Los funcionarios del condado de Santa Clara han asegurado que las autopsias de las dos personas que murieron en sus casas el 6 y el 17 de febrero mostraban que estaban infectadas por el virus. La enfermedad la determinaron las muestras de tejido. "Cada una de esas muertes es probablemente la punta de un iceberg de tamaño desconocido", dijo la doctora Sara Cody, directora médica del condado, en una entrevista. "Son muy significativas", agregó.

Los científicos de todo el mundo compiten ahora por utilizar pequeños cambios genéticos en el virus, marcadores biológicos que actúan como huellas dactilares para los detectives que rastrean la enfermedad con el fin de averiguar cómo el patógeno se extendió por todo el país y el resto del mundo.

Mike Baker y Sheri Fink, a su vez dos sabuesos del "Times", informan cómo el trabajo de los detectives investigadores de alta tecnología de Seattle y sus compañeros de otros lugares ha abierto la primera ventana clara sobre cómo y dónde se estaba propagando el virus y lo difícil que resultará contenerlo. Gina Kolata, en el mismo periódico, escribe acerca de dos nuevos estudios que utilizan pruebas de anticuerpos para evaluar cuántas personas han sido infectadas y que arrojan cifras más altas de lo que algunos expertos esperaban. Ambos estudios se realizaron en California: uno entre los residentes del condado de Santa Clara, al sur de San Francisco, y el otro entre los vecinos del condado de Los Ángeles. En ambos casos, las estimaciones de la cantidad de personas infectadas fueron mucho más altas que la cantidad de casos confirmados. Es un reflejo de cuánto de todo ello permanece en un terreno desconocido y lo difícil que es sacar conclusiones firmes. Los estudios, realizados por funcionarios de salud pública y científicos de las universidades de Stanford y del Sur de California se han ganado la ira de los críticos que cuestionaron los métodos y el análisis.

El confinamiento es un estado natural de las cosas para Fiona Apple, la cantante y compositora probablemente más venerada y enigmática surgida en la década de los noventa. Creció como niña prodigio y escapó de la mirada de los curiosos y de los medios de comunicación. No ha desaparecido del todo pero publica música con una parsimonia extrema, solo cuando tiene algo que decir y sabe cómo decirlo. Esta última vez han sido ocho años de espera para que viera la luz "Fetch the Bolt Cutters", un asombroso álbum con trece canciones, de picos alucinantes de locura que hacen de Apple una intérprete distinta a cualquiera. Incluye grabaciones hechas en casa, de un sonido primitivo y aventurero, inesperado y conmovedor, con instrumentos y percusiones elegidas por sus cualidades tonales, y terminadas a lo largo de los años que, sin embargo, no pierden espontaneidad pese a la hibernación. El título, "Fetch de Bolt Cutters", viene a colación de una frase ("trae las tenazas") que se le escucha a la detective Stella Gibson (Gillian Anderson, en la serie "The Fall"), cuando se detiene ante una puerta cerrada detrás de la cual fue torturada una adolescente. En él hay historias de mujeres, de amantes que hablan de las esposas de otros y de esposas que después de años de casadas se sienten aplastadas por la fuerza de la gravedad. Está la propia biografía de la niña intimidada en la escuela que siente una desesperada necesidad de amor. Es, no hay duda, el disco del coronavirus.

Compartir el artículo

stats