La pandemia de la covid-19 ha agravado la realidad violenta y deshumanizada que rodea a las víctimas de trata en Canarias, la mayoría de ellas mujeres de menos de 35 años procedentes de Latinoamérica y de países africanos como Nigeria y otros de habla francesa.

Así lo han asegurado a Efe en este séptimo Día Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas trabajadoras del programa Daniela de Atención a la Mujer que promueve la congregación Oblatas del Santísimo Redentor y de Cáritas Diocesana de Canarias, que ayudan y asesoran a estas mujeres, a las que las mafias a las que recurren para salir de sus países las acaban prostituyendo a la fuerza para cobrarse el "préstamo" concedido a estas víctimas.

La trabajadora social del programa Daniela Ana Moreno explica que esta realidad es tan dura como cercana, ya que Canarias constituye "un espacio de paso" para estas mujeres "explotadas", que se ven así absorbidas por un entorno de "violencia extrema" que frustra, no solo su pretendido "proceso migratorio", sino que las lleva incluso a enfermar.

Por si esto fuera poco, la propagación de la pandemia y el confinamiento general decretado a partir de marzo de 2020 para tratar de frenar la primera ola conllevó que muchas de estas mujeres, entre las que también hay algunas canarias, se vieran encerradas en los clubes o casas donde ejercían la prostitución, o directamente "en la calle", sin recursos, pasando "hambre".

"Cuando llegan a la Europa soñada se encuentran con esta explotación", a la que se han añadido los riesgos adicionales a los que se han expuesto por la covid-19 para seguir ofreciendo servicios a "demandantes" que, encima, pagan ahora menos dinero que antes por ellos, recalca Idaira Alemán, del Centro Lugo que gestiona Cáritas Diocesana de Canarias en los barrios de La Isleta y Arenales de Las Palmas de Gran Canaria.

Con estas situaciones "desesperadas" muchas llegan a los servicios que ofrece el programa Daniela buscando cubrir necesidades muy básicas, además de apoyo psicólogico y refugio.

"Hemos visto duplicarse el número de mujeres que han llegado a nosotros buscando alimentos, una habitación donde vivir, medicamentos o ayuda para pagar recibos. Todas tienen hijos o personas a su cargo en sus países de origen", refiere Moreno, quien destaca que la pandemia ha sido un nuevo factor que ha condicionado en gran medida la movilidad de estas víctimas, que aspiran a normalizar sus vidas para poder traerse a sus familiares junto a ellas.

Venezuela, Colombia, República Dominicana, Brasil o Nigeria son los países de los que han salido huyendo estas mujeres, la mayoría de ellas con la ayuda de mafias.

Sobre las africanas, Alemán explica que hubo un tiempo en que a Canarias llegaban en pateras mujeres nigerianas abocadas a la prostitución, una realidad que podría seguir sucediendo en la actualidad, extremo que las ONG que hacen trabajo de calle con este colectivo no han podido corroborar, dadas las dificultades que impone la pandemia, que mantiene más ocultas que nunca a estas víctimas de trata.

"Algunas llegan sabiendo que van a ejercer la prostitución y otras, en cambio, piensan que trabajaran para equilibrar la economía de la familia que han dejado atrás y desconocen que van a estar tres años en situación irregular" en España, refiere Idaira Alemán.

La trabajadora del Centro Lugo destaca que el confinamiento duro vigente en Canarias desde marzo de 2020 supuso "un despertar" para muchas de las mujeres prostituidas a la fuerza a las que ayuda Cáritas Diocesana de Canarias, ya que el cese de actividad, además de más problemas para su supervivencia, también les propició un tiempo en el que pudieron reflexionar sobre "dónde estaban metidas".

Eso dio pie a muchas a querer buscar una salida, unas ganas de cambiar de vida que hizo que se multiplicaran las inscripciones en cursos de formación ofertados por Cáritas desde el Centro Lugo.

Alemán destaca lo duro que ha sido para muchas de estas víctimas de trata tener que volver a ejercer después de ese parón, ya que ha supuesto "tener que identificar" con mayor claridad "la violencia a la que están expuestas".

Pese a todo, esta trabajadora ve admirable la "capacidad de resiliencia" que tienen muchas de estas mujeres y el hecho de que "nunca se rindan" porque saben que si ellas caen, también lo harán los hijos, padres, hermanos y allegados que han dejado en sus países de origen. Por ellos sacan fuerzas para tratar de salir adelante.