Una desaparición brusca e inexplicable, como la ocurrida en Tenerife de un padre y sus dos hijas durante esta semana, puede dejar al resto de la familia en situación de «shock» y lo primero que debe recibir es apoyo emocional y no propiciar en su entorno juicios paralelos, conclusiones premeditadas o hipótesis destructivas. Quien así se expresa es Ismael Pérez, miembro del Grupo de Intervención Psicológica en Emergencias y Catástrofes del Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, y que indica en declaraciones a Efe que en un caso de este tipo hay que evitar anticipar situaciones de dolor y, por el contrario, se debe aplicar psicología de contención y desahogo emocional porque otra cosa «sería absurdo».

En general, cuando hay una desaparición se activan los servicios de emergencias psicológicos porque son situaciones que generan alarma social y mediática y dejan a la familia «expectante».

Detrás de esto hay una familia «tremendamente angustiada» tanto en el caso de la materna como de la paterna, pero esta última pasa además a ser «señalada por la sociedad», estigmatizada, y esto provoca un rechazo y una situación de estrés emocional importante capaz de generar trastornos, comenta este especialista.

Lo primero que debe hacer un profesional en este ámbito es «no agobiar, no ofrecer ayuda si no se necesita y sí si lo demandan (los familiares), escuchar con empatía, a través del desahogo emocional, porque si están en estado de shock igual no quieren hablar o igual quieren dar gritos, agredirse o agredir a otras personas», comenta Pérez sobre el desconcertante asunto.

«La imaginación nos puede llevar por parajes devastadores», indica el profesional

Por ello hay que preservar su salud física y emocional y después, favorecer su desahogo porque «no sabemos a lo que nos estamos enfrentando, no sabemos el desenlace y la imaginación puede que nos lleve y traiga por parajes absolutamente devastadores que, de cumplirse, crearían una situación nueva», añade el psicólogo.

Teniendo en cuenta la incertidumbre sobre lo que ha ocurrido, sí precisa el especialista que un progenitor que desaparece con sus hijos no puede ser calificado como «un loco», sino que responde a la actuación de una persona sometida a un estrés desbordante.

En general, la decisión de separarse provoca un profundo impacto en la familia y el fin de la vida matrimonial causa angustia al acabar con la estabilidad, y genera vulnerabilidad en todos los sentidos, manifiesta Ismael Pérez.

Un divorcio implica para los adultos modificar su estructura familiar y sobre todo, la pérdida de su proyecto de vida y algunas personas se enfrentan a sentimientos devastadores que pueden dar lugar a un enojo descontrolado, a consumir su energía y a comportamientos peligrosos.

En un 10% de las separaciones hay conflictos hasta dos años después de la ruptura

El psicólogo precisa que el 90 por ciento de las separaciones se resuelven de forma «más o menos amistosa», pero en un 10 por ciento de las situaciones generan conflictos importantes incluso hasta dos años después de la separación.

Y algunos progenitores preservan a sus hijos e hijas de las situaciones conflictivas, pero otros los involucran «llevándolos al centro de la batalla, desprotegiéndolos y provocándoles serios trastornos emocionales» y, por desgracia, lamenta Ismael Pérez, las situaciones de violencia contra la mujer extensiva a los menores «son una realidad social a la que nos enfrentamos cada día».