La Provincia - Diario de Las Palmas

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En memoria de Lola Rodríguez Montesdeoca

Como si me arrancaran un riñón

Lola Rodríguez Montesdeoca.

 La abogada Lola Rodríguez Montesdeoca falleció este jueves, 10 de febrero de 2022, en Las Palmas de Gran Canaria.

Querida Loli esto es entre tú y yo, aunque, perdóname, hoy, para variar, quiero que todo el mundo lo sepa. Que se sepa que te has ido y que yo te añoro.

He calculado que lo nuestro debió empezar en el 76 o en el 77, un año o dos después de la muerte de Franco. O sea, unos cuarenta y pico, más o menos.

Mira que hemos pasado cosas juntas (y separadas, aunque tú y yo nunca estuvimos muy lejos). Aquella casa de Vegueta llena de gente, tu padre, Rafael, con su colección de discos de ópera; tu madre, Lolita, por la cocina, qué requeteguapa y cariñosa; Feluco, en el piso de abajo con su guitarra y sus discos; Domingo, tal vez pensando ya en pintar, y Fernando, hoy el puntal de la familia y entonces un niño que llevas al cole. Pobre, qué achuchones le dabas en la puerta de los jesuitas.

En aquella casa de Vegueta también estaba la abuela, una abuela clásica, de las de punto de barbilla y gesto amoroso. Y, sobre todo, el arte, la literatura, la música, música de todas las clases y de todos los tiempos, folklore, Fleetwood Mac, Verdi, habaneras ... y yo con mis orejas, una enfrente de otra, como solías decir con total conocimiento de causa.

Empezamos a querernos (tú, yo y las demás) en ese momento mágico en el que se empieza a abrir el mundo y todo son incógnitas y sueños. Nos hicimos mayores exprimiendo la vida, disfrutando, como quien muerde un trozo de sandía una tarde de verano.

Inteligente, sensible, culta, generosa hasta el desborde, compasiva y compañera, colega. Tanto amor tenías, que lo dabas, lo regalabas, lo volvías a dar y aún quedaba. Esa alegría que echabas por delante, que te precedía como un heraldo, que era como una cosa tuya y solo tuya, como quien es rubio, moreno o calvo. Y esas conversaciones, la literatura, el cine, el amor y los amores, tus cosas y las mías. Los suecos, ¿te acuerdas de los suecos? Un flirt a los 17. Jajá.

Entre el uniforme de los cuatro botones de las dominicas de la última mitad de los 70 y esta tarde triste de 2022 en la que conduzco hacia tu casa sabiendo que tú ya no estás -aunque estés arriba, como pediste-, hay un océano pero hoy me parece una gota.

 En esa gota tienen que caber tus estudios de Derecho, tu magnífica carrera profesional como experta en fiscal y mercantil; tu compromiso con Adepsi y la discapacidad; tu mundo espiritual, que sé que es importante. Tus hermanos y tus padres, a los que cuidaste y quisiste como pocos hacen, tus amigas y tus amigos, que también llevaban mucho cariño. Y tus tres amores: tu medio tú, Juan Carlos, el hombre que te hizo tan feliz, y Julia y Manuel, tus hijos maravillosos, con los que paso esta primera tarde sin ti hablando de ti.

Que tristes pero que bien aquí en tu casa, como decidiste, como si esta tarde en el jardín fuera un último cariño tuyo en este vacío. Julia, Manuel, Tere, Andrea y yo nos contamos tus batallas y nos partimos de risa, es que eras muy divertida, jodida.

Desde que supe que ya había pasado lo que sabíamos que iba a pasar, que tú, mi amiga, habías muerto, no levanto cabeza. Voy aquí, trabajo, voy allá, regreso, y vuelvo, salgo con Kobe, -que siempre tiene que ladrar en la escalera-, y entre una cosa y otra, querida, pienso en ti, en que ya no te tengo para entenderme, me emociono y me entra la congoja.

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