La masticación supone un gasto energético considerable, lo que puede haber dado forma a los cambios musculoesqueléticos en el cráneo y la mandíbula a lo largo de la evolución humana, indica un estudio que publica este miércoles Science Advances.

Un equipo formado por científicos estadounidenses y holandeses midió el coste metabólico de la masticación en los humanos modernos, para lo que los voluntarios tenían que mascar un chicle inodoro e insípido de diferente dureza.

Los datos señalaron que masticar chicle eleva, dependiendo de su consistencia, el gasto metabólico entre un 10 y un 15 % por encima de la tasa metabólica basal, que es la mínima cantidad de energía que requiere un organismo realizando las funciones básicas para estar vivo.

"La suposición general era que la energía gastada por el sistema de masticación, el sistema de alimentación, en los seres humanos no era tanta, y se pasaba un poco por alto", indicó el autor principal del estudio Adam van Casteren, Instituto Max Planck (Alemania).

A esto se suma que, como humanos modernos, “comemos alimentos cocinados que procesamos previamente con herramientas. Así que no masticamos tanto como nuestros parientes y nuestros antiguos ancestros".

Para su investigación, el equipo uso la respirometría y la electromiografía para medir el gasto calórico y la actividad del músculo masetero, el principal de la masticación y vieron que la masticación supone un importante gasto energético.

En el caso de los humanos modernos, la masticación puede ser una pequeña parte del presupuesto energético diario, pero para nuestros antepasados, antes de la aparición de la cocina, los costes debían ser relativamente altos, lo que añade una nueva dimensión energética a la interpretación de los fósiles dentofaciales de los homínidos, señalan los investigadores.