Las temperaturas extremas del mar facilitan el retorno de las microalgas

Las corrientes arrastran las cianobacterias hasta las playas pese a haber proliferado en alta mar, obligando a prohibir el baño

Mancha de cianobacterias en El Médano.  | | E.D

Mancha de cianobacterias en El Médano. | | E.D / Verónica Pavés

Verónica Pavés

Verónica Pavés

El mar canario se encuentra a una temperatura de entre 23 y 24 grados, lo que sería más común en un clima tropical que en uno subtropical como el del Archipiélago. Con temperaturas tan extraordinariamente altas, no es de extrañar que el océano se esté enfrentando a una batería de impactos, entre los que se encuentra la aparición de especies tropicales de peces globo a las orillas de Las Canteras o la proliferación de cianobacterias del género Trichodesmium, popularmente conocidas como microalgas, en las costas.

«Se están dando las condiciones adecuadas», explica Javier Arístegui, investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) encargado del grupo de estudio de cianobacterias. El grupo de investigación del que forma parte lleva varios años vigilando la aparición de estas manchas en el mar, en especial desde que en 2017 se produjo la que se conoció como la crisis de las microalgas. «En 2018 y 2019 no hubo nada, en 2020 y 2021 muy pocas, ya en 2022 hubo bastantes pero proliferaron en alta mar; este 2023 esperamos que haya un incremento importante porque se dan las condiciones para ello», insiste Arístegui.

Además de la temperatura del mar, que provoca que estos organismos unicelulares escalen por la columna de agua hasta la superficie en busca de ese calor para reproducirse, estos días también ha soplado poco viento, lo que ha facilitado que el mar esté en calma. Otras condiciones que permiten su proliferación masiva son, por ejemplo, los episodios de calima.

Una condición ideal para que estos organismos proliferen. La población suele estar ajena a su crecimiento porque es en alta mar donde encuentran las condiciones adecuadas para salir a la superficie. Sin embargo, este año las corrientes han ido arrastrándolas hasta las costas de Arona, Arico y Granadilla de Abona (Tenerife) o Las Canteras (Gran Canaria), generando una gran mancha que ha sido motivo de cierre de varias playas.

Cuando estos organismos unicelulares emergen hacia la superficie del mar en calma se empiezan a «agregar y a reproducirse como locas», como explica el investigador. Es entonces cuando se forman esas grandes hileras que forman las manchas que se pueden ver ahora desde la costa. Sin embargo, el comienzo de su vida en la superficie resulta también su final. Los organismos empiezan a generar oxígeno de manera masiva al realizan la fotosíntesis. Pero el «estrés lumínico» es tan intenso que llegan a intoxicarse a sí mismos. Se dan las condiciones para que se produzca una apoptosis, es decir, la muerte celular. «Como son organismos que solo cuentan con una célula –unicelulares–, en ese momento acaban con su vida», explica el investigador.

Al morir, las cianobacterias empiezan a liberar unas espumas y pigmento rojizo. También amoniaco, que es el compuesto que les confiere el fétido olor que luego es posible percibir cuando llegan a la costa. Trichodesmium no es una especie incluida en la lista de microalgas nocivas, pero puede provocar al contacto irritación en las mucosas y en la piel, por lo que es mejor evitar el baño cerca de las proliferaciones. En caso de tocar alguna proliferación, lo único que hay que hacer es tomar una ducha para eliminar los restos.

Los investigadores advierten de que no será la última vez que se vea esta estampa en las costas de Canarias, ya que las olas de calor, tanto terrestres como marinas, se producirán cada vez más como consecuencia del cambio climático. «Es un fenómeno natural relacionado con la temperatura, con lo que es posible que cada vez sea más frecuente», explica Arístegui. En todo caso, como insiste, es un proceso beneficioso para los ecosistemas, dado que los productos que emanan de estos organismos tras su muerte «fertilizan el agua» y sirven de abono. «Son las samaritanas del mar, mueren para dar su vida al resto de organismos», resume el investigador.

Los expertos insisten asimismo en que estos fenómenos no tienen ninguna vinculación con vertidos de aguas residuales, algo que ya desmintieron en 2017 –e incluso con estudios posteriores– los investigadores de las Islas.

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