JÓVENES

La generación Z universitaria quiere ser escuchada: "No se nos puede juzgar con los filtros del pasado"

Concienciados sobre los principales problemas sociales que forman parte del contexto socioeconómico en España, los jóvenes de entre 18 y 20 años tienen mucho que decir

Carmen María García, Alejandra Hidalgo Rueda y Sandra Santos. /

Carmen María García, Alejandra Hidalgo Rueda y Sandra Santos. / / DAVID RAW

María G. San Narciso

Los y las jóvenes universitarias de entre 18 y 20 años no siempre sienten que se tiene su voz en cuenta. Al contrario: tienen la sensación de que las generaciones anteriores los juzgan con etiquetas como débiles o inconformistas. Pero lo cierto es que, de ser esto último, lo son con una perspectiva global: cuestionan el 'status quo' y están más comprometidos con su entorno social y natural que cualquiera de sus predecesores. Les preocupa la falta de recursos energéticos, la alteración del clima o la desaparición de la biodiversidad y, además, hacen cuanto pueden por ser más sostenibles. También les angustia la situación socioeconómica del país, el futuro laboral o su salud mental. No creen que esto tenga tanto que ver con la fragilidad como la prudencia.

"El problema es que ahora mismo se critica la generación venidera con los filtros de la generación pasada", apunta Sandra Santos, estudiante de Traducción e Interpretación de 19 años de Villacañas (Toledo). "Así, nunca vas a llegar al mínimo que ellos piden, porque en vez de mirarlo con la perspectiva de lo está ocurriendo hoy en día, se comparan con lo que ellos vivieron", razona. Carmen García, estudiante de Medicina de Úbeda (Jaén), cree que, por eso mismo, muchas veces las personas "más adultas" no empatizan con las preocupaciones que ellas tienen al estar en distintos niveles. Pero son reales.

Les preocupa, por ejemplo, su futuro laboral, sus recursos económicos, el precio de la compra, la posibilidad de poder volver a buscar trabajo a sus pueblos o ciudades de origen, o si algún día no muy, muy lejano, podrán emanciparse. La vivienda es una de las grandes angustias. Alejandra Hidalgo Rueda, estudiante de Biomedicina de Toledo, va a ver un piso con unas amigas justo después de hablar con La Nueva España, del mismo grupo editorial que este periódico. "La verdad es que yo pensaba que [encontrar un alquiler] iba a ser muchísimo más fácil, barato y sencillo", asegura.

Preocupados por los precios

Pero no: se está encontrando con requisitos para entrar en un piso. "Se te puede hacer muy cuesta arriba, más que nada porque tienes que hablar a mucha gente y muchos no te contestan. También te tiene que gustar, pero igual te rechazan por ser estudiante. Y los precios no son asequibles. Al final nosotros no lo estamos pagando, sino nuestros padres", prosigue.

Y de aquí a que lo puedan pagar ellas pasarán, piensan, "muchos años". Ya sea, como dice Sandra, por las dificultades entrar en un mercado laboral en el que les piden una experiencia que no es fácil de conseguir o porque, como Carmen, aún les quedan unos cuantos años para poder empezar a ganar.

"El problema viene de que para poder vivir solos o independientes, pagándonos nuestros propios gastos, necesitamos conseguir un trabajo que nos permita emanciparnos. Pero en cuanto entras en el mundo laboral, o te piden un voluntariado, porque eres joven y así ganas experiencia, o ya puedes tener muchísimos estudios o ser de los mejores de tu promoción que, en cuanto echas el currículum, no te toman en serio por no tener práctica", explica Sandra.

Para las tres, que están en Madrid, el precio de la vivienda en sí es un plus de dificultad, como ocurre en otras grandes ciudades del país. También la inflación. "La matrícula de la universidad es cara. Luego no es solo la vivienda, es que tienes que pagarte la comida y todos esos gastos por los que no te tienes que preocupar cuando estás en casa de tus padres", añade Carmen. "Lo de los alimentos, por ejemplo, es brutal. Por lo que pagabas antes por la compra mensual ahora te da para la mitad", prosigue Sandra, que reconoce que se siente como una señora de 80 años haciéndose la tarjeta del súper para aprovechar cualquier oferta. "Es que hasta los tampones y las compresas están carísimos", añade Carmen. Por eso todas comparan entre distintas tiendas y cadenas de supermercados para ir a tiro fijo a por lo más barato.

Concienciados con la sostenibilidad

El aumento del coste de los alimentos les preocupa, como acaba de demostrar la primera Encuesta de Sostenibilidad de Resa, el grupo de gestión de alojamiento universitario, entre estudiantes de sus residencias en España para conocer y comprender sus prioridades e inquietudes que tienen frente a diferentes desafíos ambientales y sociales, así como detectar el nivel de información que poseen los jóvenes sobre prácticas sostenibles. De ahí han extraído, por ejemplo, que los estudiantes universitarios entre los 18 y los 20 años demuestran tener una gran conciencia sobre los principales problemas sociales que forman parte del contexto socioeconómico en España. Entre las diferentes problemáticas que señalan como máxima preocupación destacan también las desigualdades sociales. Asimismo, más de la mitad de jóvenes se muestran inquietos por su futuro respecto a los salarios dignos (55%), más de un tercio de ellos está preocupado por el aumento del coste energético (32%), y hasta el 29% ha mostrado inquietud por la falta de recursos energéticos.

Los jóvenes de la Generación Z se ven a sí mismos como la generación con más conciencia sobre las problemáticas relacionadas con el medioambiente y el cambio climático. Los resultados de la encuesta arrojan unas cifras donde un 77% de los universitarios afirma sentirse bastante preocupados por la sostenibilidad, especialmente a nivel medioambiental (43%): la alteración del clima es la principal fuente de preocupación de siete de cada diez universitarios (71%). En un segundo plano, la desaparición de la biodiversidad (60%), y la falta de recursos y energía (47%) son las otras dos principales amenazas al ecosistema terrestre que generan preocupación entre los jóvenes estudiantes.

"Cuando era pequeña recuerdo que al llegar la primavera se escuchaban muchísimos pajaritos y había mil mariposas revoloteando. Ahora es que es muy difícil encontrar tanta naturaleza y animales; tanta sensación de vida. Aquí en Madrid, hay días en los que te asomas por las ventana y se ve una nube de contaminación sobre las cuatro torres. La verdad es que asusta, y más si vives en una ciudad grande", razona Carmen. "Sobre todo porque afecta muchísimo a la salud. Lo mismo ahora los niveles [de contaminación] no son tan altos, pero no tiene pinta de que vaya a frenar. De aquí a un futuro, nuestros hijos y nietos lo van a sufrir muchísimo", añade Alejandra. Todas se muestran preocupadas por los efectos reales que todo esto pueda tener.

Más acciones sostenibles

Por eso, hasta tres de cada cuatro encuestados por Resa consideran que tienen más responsabilidad frente al cambio climático que otras generaciones y hasta el 88% de los universitarios consideran que es su propia responsabilidad tomar acción frente al cambio climático. Entre los que consideran que no es su cometido, nueve de cada diez señalan que la responsabilidad y capacidad de ejecutar un cambio real reside en los gobiernos, instituciones y grandes corporaciones más que en el ciudadano.

Sandra, Alejandra y Carmen, por ejemplo, reciclan. Su residencia se lo pone fácil. Por ejemplo, con contenedores de reciclaje. También les regalaron al entrar un reloj de arena para medir el tiempo que tardan en ducharse o han hecho retos para ver cuánto tiempo podían estar sin la luz encendida. Pero, al final, piensan que esto no sirve de mucho si cada vez que van a comprar comida llenan una bolsa de plástico.

Tampoco tienen ningún problema en usar ropa de segunda mano, ya sea de familiares -como Carmen, que en momento de la entrevista lleva puesto un chaleco de su padre- o de otra gente comprando en tiendas 'vintage' o en aplicaciones como Vinted. Aunque reconocen que a veces esta acción tiene que ver más con un presupuesto económico limitado que con el medio ambiente. Porque, al final, son problemas que se entrelazan entre ellos y que les atraviesan en su día a día a nivel mental y emocional, lo que no significa que sean frágiles, pese a que soporten que se hable de ellas y ellos como "generación de cristal". Quizás, porque como dicen, han sido menos expuestos a algunos peligros que vivieron sus padres por eso de la "sobreprotección" pero, sobre todo, porque los problemas de ahora son distintos a los de antes. Y todas quieren que se les escuche para evitarlos.