Echando la vista atrás, el fatídico día 11 de marzo, a las 2.46 PM, mientras estaba viendo la televisión en el salón, y con mi esposa fuera de casa, de repente una noticia apareció a pie de la pantalla infor- mando de que un terremoto masivo había ocurrido en la región de Tohoku, donde yo estaba. Mientras me sorprendía por un momento, oí de fondo un gran estruendo y sentí que la casa se movía tanto verticalmente que pensé que se iba a caer. Este terremoto se sintió enormemente.

Corrí para apagar el gas de la cocina y salí disparado fuera de la casa descalzo y dejando la televisión encendida. Desgraciadamente estaba nevando mientras esperaba en la puerta temblando de frío. Lejos de amainar, el terremoto empeoraba por momentos y me quedé clavado rezando para que se detuviera. Recuerdo aquella situación tan miserable y estaba bastante agitado. Mis vecinos estaban igualmente saliendo de sus casas, temblando de miedo, bajo la mirada de cristales y escombros disparados por todas partes.

Luego supe que el temblor duraría seis minutos, pareció infinitamente más largo y justo después se sucedieron de manera intermitente otros grandes temblores, por lo que me pareció eterno hasta que se detuvo. Mientras estaba paralizado por el horror de estos terremotos sin precedentes, me di cuenta de que mi mujer no se había llevado su teléfono móvil y no podía localizarla. Solo podía esperar que ella volviera sana y salva. En ese momento no pensaba en el peligro de un tsunami.

Diez minutos más tarde, entre las ruidosas sirenas de alarma, me sentí aliviado al ver que se acercaba el coche de mi mujer. Entramos en nuestra casa, esta vez llena de objetos caídos que no nos dejaban caminar a través de ella, y sacamos una radio. Cuando la encendí, oímos que un aviso de tsunami se había hecho realidad. Me di cuenta de que, aunque soy consciente de los peligros de un tsunami tras varios terremotos, era completamente incapaz de responder con prontitud cuando realmente ocurrió. Parece que el tsunami había destrozado la zona de la que mi mujer había escapado 15 minutos antes. Afortunadamente ella pudo escapar. Dos días después de este calamitoso golpe, recibí una llamada de mi sobrina diciéndome que la casa de mis padres en el distrito de Ishinomaki había sido barrida por el tsunami, lo cual me supuso lo más insoportable que puede uno sentir. También perdí muchos amigos y conocidos.

Seguramente estaba perplejo e irritado ya que casi todo por lo que había sufrido no tenía precedentes. Sin embargo, nadie se quejaba ni peleaba por comida y todo el mundo hizo cola ordenadamente para recibir una bola de arroz. Después de oír por todas partes las alabanzas por nuestro civismo, también volví a descubrir una fracción del ADN japonés heredado como el "Espíritu de Bushido" que estuve a punto de perder tras estar en una sociedad japonesa concentrada en el materialismo y amor al dinero.

Ahora el espíritu de ayuda mutua y simpatía se ha despertado, por lo que estoy convencido irónicamente de que el tradicional espíritu japonés ha sido recuperado por esta catástrofe. Creo que nuestra sabiduría producirá una pronta recuperación sin nuestros egoísmos. Agradezco a Dios por haber sobrevivido al tsunami y haber aprendido a vivir positivamente a pesar de los contratiempos.