Eal domingo se cumple un año del fallecimiento del empresario grancanario Ángel Luis Tadeo, a los 59 años de edad, en el Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín, tras sufrir tres infartos el 5 de enero.

Y ahora, un año después de su ida, qué extraño se hace pasear estos días por Triana, donde puede morderse la ausencia de alguien tan entrañable como fue nuestro amigo Ángel.

Y hoy, pasado un año, paseando solitariamente y despacio, recuerdo acercarme contigo poco antes del mediodía y recoger el regalo a Pino, y escuchar tu confidencia, la chiquilla se lo merece, cómo me cuida.

Luego nos fuimos, lo que hoy se me antoja tremendamente deprisa, a celebrar por Reyes, junto con los amigos, que fieles esperaban tu llegada, como premonición de nuestro último brindis.

Y recuerdo el brindis, alguien dijo, por los presentes y ausentes, a lo que tú, inmediatamente contestaste, no sin antes cruzar los dedos de la mano, los ausentes brindan solos.

Y hablamos como siempre de todo, continuamente interrumpidos por la gran cantidad de personas, que se acercaban a concelebrar nuestra ya mustia alegría.

Sorprendentemente, lo de nunca, te fuiste el primero, y solo, incluso sin querer que te acompañase, argumentando que te habían hecho un potajito de los que te gustaban. Seguro que, consciente de tu tiempo, querías llegar por primera y última vez, muy temprano a casa.

El pasar de la tarde, te trajo tu gran pasión, un buen partido de fútbol, con tele y radio al tiempo, como a ti te gustaba. Tu calle Triana, ni siquiera tu noche de víspera de Reyes fueron capaces de entretenerte siquiera un ratito, de algo más importante que solo tú sabías. Tu camino, al que solo tú sabías embridar, no sin antes escuchar cualquier opinión o consejo que te quisieran comentar, te llegó, y afrontaste de la forma que sé que te gustaría no solo que te dijera, sino cómo lo hiciese.

Yo me levanto despacio, / despacio también camino, / observando todo el saco, / de lo que llevo conmigo. / Cosas pesadas, / que pesan, / menos pesan, / las ligeras, / y al recorrer el camino, / por todas ellas te esfuerzas. / Y cuando andando el camino, / mi cuerpo con algo tropieza, / si me caigo, me lavanto, / de nuevo el camino, empieza. / Por si el final que se acerca, / es el final del camino, / para vivir más mi vida, / muy despacio yo camino.

Tantas cosas quisiéramos decirte, tantos consejos nos gustaría recibir, pero lo triste y cierto es que, en cualquier silla, de cualquier lugar de nuestra querida Triana que no sentemos no solo se te echa de menos, sino que a veces un frío silencio nos recuerda que ya todo es diferente.

Cómo disfrutarías viendo desde tu casa llegar los cruceros llenos de turistas, seguro que a ti se te hubieran ocurrido miles de agasajos, para rentabilizarlos y hacer que se hicieran asiduos visitantes.

El otro día, paseando por el puerto y contemplando la salida de estos gigantescos cruceros, me pareció ver a babor una manada de juguetones delfines, quizás mi nublada vista me dejó entrever uno que mandaba, pero que se alejaba en la confianza de que tres pequeños, optaron por quedarse en la isla, ya preparados para seguir la trayectoria del jefe de la manada.

Ángel, siempre estarás entre nosotros, animando el cotarro, y levantando ánimos, pues como dice Gabriel Marcel: "Amar a alguien significa decir tú no morirás jamás", y bien lo sabes Ángel, tus amigos te amamos.