Era un 22 de noviembre de 1996 cuando Juan Antonio Álvarez, un argentino afincado en el sur de Gran Canaria, era hallado muerto en su vivienda de Sonnenland. El cuerpo de un hombre deportista, trabajador y con buena salud yacía desnudo en una habitación de su vivienda después de jugar un partido de pádel. Las causas de la muerte según la autopsia: suicidio por ingesta de un tipo de fosfato que se encuentra en detergentes. Para sus amigos todo aquello fue "muy extraño". Ahora, 15 años después, la que entonces era su esposa, María Ángeles Molina, conocida como Angie, ha sido condenada a 22 años de prisión por asesinar a una amiga y suplantar su identidad durante dos años para contratar préstamos bancarios y seguros de vida de más de un millón de euros. Muchos son los que piensan que el fallecimiento del empresario argentino entraña más secretos aún desconocidos. Una hermana de Juan Antonio sospecha lo peor.

Juan Antonio Álvarez había llegado a la Isla en la década de los ochenta del siglo pasado. Trabajó en varios establecimiento de Playa del Inglés, entre ello el Pub The Garaje del Centro Comercial Kasbah, donde lo hizo como encargado. Allí, algunos de sus empleados aún lo recuerdan. "Era una persona con un carácter muy fuerte y reservado", indica Roque Perdomo, actual jefe del negocio y quien allá por los años noventa fue compañero del fallecido.

En la Isla fue donde conoció a María Ángeles. Se enamoró y se casó con ella, aunque muy pocos se explican cómo pudo llegar a convivir con esa persona. "Ella decía que odiaba a los argentinos", dice Facundo Sisti, uno de sus amigos. "Recuerdo que muchas veces quería hacer asados en su chalé, pero no podíamos porque a ella no le gustaba", añade. También Mario Venticincue, otro de los amigos de Juan, destaca ese desprecio hacia los argentinos. "Decía que lo que menos le gustaba de Argentina eran los argentinos", apunta. "Es la mujer que no le deseo a nadie".

Angie trabajaba en el quiosco de un establecimiento hotelero de Playa del Inglés propiedad de su marido, quien también tenía participaciones en otros dos conocidos restaurantes. Ella no dejó muchos recuerdos entre los trabajadores y vecinos de la zona. "Parecía una mosquita muerta, una mujer flaquita, que venía muy poco por aquí", describe Mercedes D., una trabajadora del Centro Comercial Kasbah. "A mí no me caía nada bien", afirma Mario Venticincue. Sisti habla de una persona "que gastaba muchísimo dinero". "Por aquella época Juan ganaba mucha plata y se decía que ella era una persona adicta al juego".

La relación continuaba con normalidad, pero Sisti resalta que una semana antes de la muerte de su compatriota "Juan nos comentó a mi expareja y a mí que quería divorciarse". Sin embargo, este pensamiento chocaba con uno de sus temores, perder a su hija Carolina, que por entonces sólo tenía cuatro años de edad. "Se desvivía por su niña, pero tenía miedo de ser separado de ella", señala.

Poco después de estas declaraciones, el 22 de noviembre de 1996, Juan Antonio Álvarez acudía a jugar al pádel con sus amigos y compatriotas Facundo Sisti y Mario Venticincue. "Solíamos ir tres veces por semana, al mediodía", rememora el primero. "Ese día habíamos decidido ir sobre las dos de la tarde", agrega. Tras acabar el partido, Facundo Sisti llevó en su vehículo a Juan Antonio hasta su casa porque "él no tenía licencia para conducir, por lo que yo lo llevaba a su casa después del partido".

A las siete de la tarde tenía que acudir a trabajar a un restaurante de Playa del Inglés. "Él era una persona muy puntual", dice su amigo y también compañero por entonces. Sobre las 20.30 horas ya se extrañaban de que no llegara a su puesto de trabajo. "Le dije a un amigo que fuera a buscarlo a la casa. Cuando llegaron tuvieron que entrar por la ventana porque no abría la puerta y se lo encontraron muerto en el suelo de su habitación". En ese momento fue dándole las noticias a sus amigos. "Recuerdo que me llamó [Facundo Sisti] y me preguntó: ¿Estás sentado? Yo le dije que por qué, y me comentó que Juan había sido encontrado muerto", recuerda Rubén Venticincue, quien nada más conocer lo ocurrido acudió hasta el chalé adosado de la urbanización Ataitana Maspalomas que el fallecido tenía con su mujer. "Fue una gran sorpresa. Tuve que abrir la caja para ver que era él porque no me lo creía", alega Roque

Su mujer llegaba ese día de un viaje a Barcelona. A pesar de la pérdida, los allegados de Juan Antonio la vieron muy tranquila al día siguiente durante el funeral que tuvo lugar en la Isla. "Ese día estaba como de cachondeo", indica Perdomo.

Quince años después, Angie, la viuda de Juan Antonio Álvarez, ha sido condenada por el macabro asesinato de una amiga suya, tras dormirla con un sedante y asfixiarla con una bolsa de plástico. Después simuló que todo había sido un juego sexual. Impregnó la boca y la vagina de la víctima con semen que había comprado a dos gígolos. Limpió la escena del crimen y, ajena al dolor y sin remordimientos, acudió al entierro de su víctima.

Por ello, muchos de los amigos de Juan Antonio no se creen ya los testimonios de Angie. "Todo fue muy extraño, porque era una persona que no fumaba ni bebía, y le gustaba mucho hacer deporte. Parecía raro que falleciera por edema pulmonar, como nos dijeron que ocurrió", comenta Roque Perdomo. La justicia decidirá si abre el caso para investigar la extraña muerte de Juan Antonio.