A. J. A. L., el joven de 17 años autor confeso del crimen del entrenador de fútbol base Vicente Diepa Monzón, vivió una dura infancia que le ha marcado de por vida. Los profesores que le dieron clase lo han descrito como una persona normal e inteligente, pero que hace dos años cambió totalmente su actitud al vivir en una familia desestructurada, sin madre y con un padre que presuntamente se desentendía totalmente de su cuidado. "Me comentaba que o se quitaba la vida o se la quitaba a alguien, porque decía que nadie lo quería y a nadie le iba a importar", señaló ayer una persona que conoció al apresado acusado de asesinato.

El menor era conocido en el barrio de Lomo Apolinario, donde residió con su familia. Ya desde muy joven sus progenitores presuntamente se desentendían de él. "Lo utilizaban como una pelota, cuando estaba con el padre lo enviaba a la madre y al revés", afirmó esta misma persona que prefiere mantener el anonimato.

Su comportamiento en el centro escolar era de total normalidad, hasta hace apenas dos años, cuando cambió totalmente. "Era buen estudiante, listo, inteligente, pero después se volvió una persona agresiva, no contra otros compañeros sino contra él mismo, y también era muy rebelde", apuntó.

Con el tiempo, dejó de asistir a un programa del Instituto de Educación Secundario de Lomo Apolinario tras no superar los estudios de secundaria después de que su madre falleciera por una enfermedad. "Lo veíamos en la calle y le decíamos que volviera a las clases, pero decía que nadie se interesaba por él, que se quitaba la vida o se la quitaba a alguien, que todo le daba igual porque nadie lo quería".

Esa amenaza, por desgracia, ocurrió el pasado lunes. Con Vicente Diepa, su antiguo entrenador en un equipo de fútbol base, tenía una estrecha relación. "Era normal verlos juntos e irse al barranco o a la casa del entrenador" en La Paterna, según este mismo relato.

Presuntamente, tanto el padre de A. J. A. L. como su madre habían dado el consentimiento para ingresarlo en un centro de acogida de Tafira Alta, de donde se había fugado hacía mes y medio, según informó ayer en una nota la Jefatura Superior de Policía de Canarias.

Durante este tiempo, el joven habría estado residiendo algunos días en casa de Diepa, con quién, al parecer, acudió durante la mañana del pasado 29 de abril al barranco de Guiniguada. Allí, a la altura de los pilares del viaducto de la Circunvalación de la capital grancanaria, un hombre que paseaba a su mascota descubrió el cadáver del exentrenador de fútbol base, en un pequeño hoyo y semienterrado entre roca. Además, el cuerpo tenía numerosos golpes realizando con piedras en la cara, cabeza y pecho, y además la autopsia determinó que presentaba lesiones propias de estrangulamiento, según el comunicado de la Policía Nacional.

Agentes de la Brigada de Homicidios, Policía Científica y la Comisión Judicial, entre la que se encontraba la magistrada Victoria Rosell, titular del Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas de Gran Canaria, para recoger las pesquisas y determinas quién había acabado con la vida de Vicente Diepa y por qué.

Los funcionarios del cuerpo de seguridad del estado comenzaron a entrevistar a testigos y vecinos de la zona, además de registrar la vivienda de la víctima, situada en el barrio de La Paterna, debido a que, a pesar de que poseía su cartera, un reloj y 15 euros cuando fue asesinado, faltaban las llaves de su casa, por lo que se determinó que una persona había entrado a ella después de su fallecimiento.

Por ello, se hizo una minuciosa inspección de las habitaciones y se descubrió que el menor de edad ahora apresado había dejado indicios en la casa que dieron con su identificación, precisa la Policía.

En un primer momento, se detuvo a esta persona que implicó a un adulto, que también fue arrestado pero posteriormente puesto en libertad al no existir indicios de que pudiera estar implicado en el crimen de Diepa.

Por ello, el pasado domingo se volvió a detener en las inmediaciones del barrio de Lomo Apolinario a A. J. A. L., de 17 años, quién fue conducido a las dependencias de la Jefatura Superior de Policía. Allí, tras una entrevista con los agentes de Homicidios, éste finalmente confesó ser el autor de la muerte de su extrenador, detalló cómo llevó a cabo el homicidio y el enterramiento y también por qué se alojó en su piso.

El pasado lunes fue puesto a disposición de la Fiscalía de Menores de Las Palmas de Gran Canaria, donde se le volvió a tomar a declaración y reconoció los hechos, por lo que se le envío al Centro de Internamiento Cerrado de Menores de Valle Tabares, en la isla de Tenerife, acusado de asesinato.

Ahora la Policía Nacional trata de determinar si el crimen lo cometió solo o en connivencia con otras personas. Y también si el móvil pudo ser sexual, aunque por ahora esta hipótesis, aunque no está descartada, parece poco probable, fundamentada tanto en el menor, que declaró que no se produjo ningún contacto sexual, como en la autopsia del cuerpo de Diepa, donde no había signos de haber tenido relaciones sexuales.