TENÍA 35 AÑOS

Un cigarro en la puerta, la única pista de Pepa, desaparecida hace 23 años en Gran Canaria

Josefa Alemán tenía un hijo de 13 años y vivía con su madre cuando se perdió su rastro el 23 de diciembre del 2000

Un cigarro en la puerta, la única pista de Pepa, desaparecida hace 23 años en Gran Canaria

PI STUDIOS

Tamara Morillo

Tamara Morillo

"Mamá, ábreme la puerta, que voy a fumar". Estaba intranquila. Desvelada. Necesitaba coger aire, salir. "Pepa, hace frío, fuma en el balcón...". Era tarde, ya de madrugada, pero Genoveva, tras la insistencia de su hija, abrió.

Pepa se encendió el pitillo. No había nadie en la calle, todo estaba tranquilo en el municipio grancanario de Santa María de Guía. Genoveva, ya también desvelada, no se acostó. Pepa, ante la petición de su madre, prometió acabarse el pitillo y entrar. Era víspera de Nochebuena y, para hacer tiempo, para hacer algo, Genoveva comenzó a hacer sus famosas 'truchas', los dulces canarios navideños por excelencia. Entró en la cocina. "Pepa... no estés en la puerta, mujer". Genoveva iba y venía. Con la mirada puesta en la masa, pero la mente en la puerta, la volvió a llamar: "Pepa...", su hija no entraba. Cuando salió a por ella, minutos después, no estaba ya. 

María Josefa Alemán desapareció el 23 de diciembre del 2000. Tenía 35 años y un hijo de 13. Ambos vivían en casa de su madre. Ella, separada, pasaba una etapa difícil, tenía depresión. El crío, con un 88% de discapacidad, crecía feliz. Nadie sabe cómo, dónde, por qué ni con quién. Desapareció, se fue de la puerta de su casa. Genoveva, su madre, nunca terminó los dulces. Han pasado 23 años. Pepa, como la llaman los que la quieren, dejó de estar.

Imágenes de Pepa Alemán, cedidas por su familia.

Imágenes de Pepa Alemán, cedidas por su familia. / CASO ABIERTO

"Recuerdo el caos de aquellos días", retrocede su sobrina Ariadna: "lo recuerdo, a pesar de que solo tenía 8 años cuando mi tía desapareció". Lleva, junto a lo suyos, más de dos décadas luchando por encontrar respuestas. "Recuerdo que se instaló un tremendo caos. Desde aquel día mi familia quedó rota, marcada por el dolor". Los días se tradujeron en búsqueda, en lucha, en esperar. "Mi abuela (Genoveva) lloraba porque su hija no estaba. La casa estaba llena de fotos...". Manifestaciones, llamadas, medios de comunicación. En casa de Genoveva, de Pepa, de Ariadna, nunca más hubo alegría plena. Nunca más se hicieron 'truchas'. Nunca más fue Navidad.

Perros de rastreo

"Mi padre salió de casa de madrugada", recuerda Ariadna, entonces niña, hoy ya mujer. "Mi abuela llamó, nos despertó: 'No la encuentro, no la encuentro, no está'". Pepa acababa de desaparecer. Vicente, padre de Ariadna -y hermano de la mujer- cogió el coche. En diez minutos arrancó la primera batida, la familiar. "Fueron a la Guardia Civil, pero en aquellos años había que esperar 72 horas para denunciar.

"Fue en un momento", repetía Genoveva. "Mi abuela había estado con ella en la puerta de la calle, pero empezó a oler a quemado y entró a casa.

La batida de la familia no tuvo éxito. La de la policía se agotó nada más empezar. Trataron de reconstruir sus pasos. "Recuerdo que vinieron perros de rastreo. Mi abuela vivía como en mitad de una cuesta y cuando los perros empezaron a bajar esa cuesta, llegó un punto en que se pierde el rastro, como que ella se montó en un coche... o algo así. A partir de ahí nunca más supimos nada, ni una pista, nada más".

La investigación lo tildó como desaparición voluntaria, se dejó de buscar.

La investigación lo tildó como desaparición voluntaria, se dejó de buscar. / CASO ABIERTO

La incertidumbre se instaló en casa de Genoveva. Pepa no daba señales: "¿cómo va a dejar al niño, a su hijo?". Policialmente se cerró la investigación. "Nos dijeron que mi tía tenía 35 años, que era mayor de edad... apuntaron a que desapareció voluntariamente. No se cuestionaron nunca si alguien le hizo algo o si, aunque se fuera libremente, le pasó algo después. Simplemente se dejó de buscar". 

La familia asumió su búsqueda. "Mi padre, mis tíos, mi abuela... miraron por todas las islas", recuerda Ariadna, que creció viendo a todos batir, esperar. "Eso era lo normal. Mi padre fuera de casa casi todos los días, mis tíos... Recuerdo el dolor... el de todos. El de mi abuela, una persona viuda, mayor, buscándola.

"Alguien la engañó"

Alegre, sociable, llena de vida. Fuerte, resiliente. "Un persona vitamina, como lo llamo yo". La vida no se lo había puesto fácil. "Siempre la veía como un ejemplo a seguir. Era una persona que, a pesar de las batallas, era dura", afirma su sobrina. "A pesar de tener una vida difícil porque mi abuela se quedó viuda muy joven, se crio sin papá...", recuerda, "luego se separó al poco de nacer mi primo, Aduén, que tiene un 88% de discapacidad... Ella siempre salía adelante".

Divertida, "iba y venía, tenía amigos en todos los sitios". Su amplitud de círculo hacía imposible saber dónde buscar. "No sabemos qué pudo pasar, la verdad... Pero a día de hoy sí creemos que pudo tenerlo planeado, quizá conoció a alguien que la convenció, la engañó...", lamenta.

Compartieron su foto, hicieron carteles y peinaron todo lo que pudieron. El pueblo entero, Santa María de Guía se volcó. Pese a la lucha, sin cese, nunca hallaron nada, ni una pista, que aportara algún dato sobre su desaparición. Entraron llamadas, muchas, pero todas con la misma información: "la gente llamaba cuando aparecía algún cuerpo. Aseguraban que era mi tía". Eran auténticos fogonazos de shock.

"Nos llamaban y decían que la habían encontrado muerta. Que era ella, que era ella… que habían visto su cuerpo. Pero nunca fue verdad"

"Imagínate que te llamen y te digan: mira, que tengo a tu hija muerta. Decían eso, que la habían encontrado muerta, que era ella, que era ella… que habían visto el cuerpo y...", revive Ariadna. "Entonces iban mi padre, mi tío y mi abuela a reconocer los restos y gracias a Dios no era verdad, nunca era ella".

Después, se instaló el silencio. No hubo más. Las televisiones llamaban en fechas clave, aniversarios, días conmemorativos, "pero era nada, ese minuto, luego se olvidaban y ya está". Audén creció junto a su abuela. Pasaron los años, Genoveva murió. "Falleció un par de años antes de la pandemia. Mi abuela murió mirando a la puerta, como diciendo, a ver cuando vuelve mi hija, a ver...".

Genoveva murió sin respuestas, "vuelve, no hay rencor ni preguntas, pero vuelve a casa Pepa", solía decir.

Genoveva, madre de Pepa, murió sin respuestas: "Vuelve, no hay rencor ni preguntas, pero vuelve a casa", solía decir. / CASO ABIERTO

"A nivel personal, yo creo que Pepa está viva", cuenta Ariadna. "Pienso que si una persona está muerta, es más fácil encontrarla... Está viva, siempre lo he dicho, y siempre he pensado que alguien la engatusó, le comió el coco. En ese momento, ella estaba algo deprimida, débil mentalmente, y se la llevó".

Casi 23 años después el grito es el mismo: "Pepa, ¿dónde estás?". La búsqueda no ha cesado, no cesa: "si alguien la reconoce, por favor, que se ponga en contacto con las autoridades", pide Ariadna, que habla también a su tía: "tía, si tú estás viendo esto, vuelve a casa, por favor". Sin reproches. Sin rencor. "Solo para volver a estar todos juntos. Tu hijo te espera, te recuerda". Visualiza el abrazo, el reencuentro. La esperanza es motor, pero los años le han vuelto cauta: lo visualiza de nuevo, "...ojalá".