Tribunales

Pleitos de divorcio por batidoras y sables

A los juzgados de Las Palmas llegan cada día parejas a las que se les rompe el amor y optan por el enfrentamiento con tal de quedarse los cuadros, armas de colección o purificadores de aire

Pleitos de divorcio por batidoras y sables

Pleitos de divorcio por batidoras y sables / ADAE SANTANA

Benyara Machinea

Benyara Machinea

Cuando un matrimonio decide acudir a los juzgados para separar los bienes de la vivienda con los que se queda cada uno al divorciarse, los inventarios de los procedimientos contenciosos de liquidación de gananciales llegan a contener objetos de lo más diversos. Hay quienes deciden iniciar un pleito de más de cinco años con el objetivo de mantener la batidora, los cuadros o, incluso, un arsenal de armas.

Cada divorcio es un mundo, y el proceso de la separación matrimonial puede terminar tan rápido o tan despacio como lo marquen sus protagonistas. Lo más habitual es que cada uno decida seguir con su vida lo antes posible y, con ese fin, alcancen acuerdos para poner punto y final a la relación. La situación se complica cuando ambas partes pretenden mantener la propiedad de viviendas, vehículos y enseres, y ahí entran en juego los procedimientos contenciosos de liquidación de gananciales, que permiten esclarecer y repartir el patrimonio común. Determinar quién se queda con la batidora, los cuadros de arte, el purificador de aire o la vinoteca puede derivar en un largo proceso judicial.

En el inventario del divorcio, los peritos describen los objetos cotidianos que componen cualquier hogar y, excepcionalmente, se cuelan artículos de lo más variopintos. En un auto de la Audiencia Provincial de Las Palmas figura un arsenal de armas de colección entre los artilugios del hogar. Una de las partes del matrimonio, disconforme con la primera resolución, presentó un recurso de apelación para quedarse con una escopeta, cuatro sables, dos espadas y dos lanzas. El Tribunal aceptó parcialmente su petición, después de que este presentara la guía de pertenencia del arma de fuego. 

En otro caso, un hombre se resistía a alcanzar a un acuerdo en el que su expareja se quedaba con el ajuar doméstico porque se resistía a dejar atrás la caja de herramientas y la batidora que utilizaba para cocinar. "Se empeñaba en que quería la batidora miniprimer porque decía con ella hacía una salsa de tomate magnífica. Me contaba que lo había intentado con otras batidoras, pero que no le salía igual de buena", explicó su abogado, Sebastián Vega Reyes. Por tanto, en el convenio final se especificó que el demandante podía retirar este artículo de la vivienda.

"Algunas exparejas mantienen la discusión durante años para que la otra persona no se libere"

Un tercer ejemplo es el del recurso de apelación que solicitó una parte del matrimonio que no estaba de acuerdo con la formulación del inventario que determinaron los peritos. En el documento, el apelante mostraba su disconformidad con la inclusión de tres maletas de viaje de la marca Samsonite porque, a su parecer, no quedaba acreditado que estos bienes se hubieran adquirido para la sociedad de gananciales, una propuesta que fue admitida en la resolución de la Audiencia Provincial. 

Sebastián Vega explica que los litigios más sencillos pueden tardar más de cinco años en resolverse y lo que recomiendan siempre los profesionales es evitar entrar en pleito. "Por determinadas circunstancias, las personas pueden perder el criterio objetivo o de rentabilidad económica y lo que hay, en ocasiones, es un ánimo de ejecer un control sobre la expareja. Ahí también existe una cierta forma de ejercer violencia de género, pues algunos hombres se rigen por intentar mantener a su exmujer unida a través del conflicto y mantienen esa discusión durante años y años, para que la otra persona no se libere", incide el letrado. 

El litigio pasa a los hijos

En otros casos, la liquidación de gananciales se extiende tras el fallecimiento de una de las partes y quiénes representan a la persona ausente son sus hijos. "Hay ocasiones en las que se podría haber tomado una decisión muy favorable hace años, pero hay un empecinamiento en que no haya un acuerdo. Por ejemplo, porque el padre deja a la madre, se va con otra señora, hace su negocio con esa mujer y, al final, sus descendientes no quieren que se vea beneficiada", comenta Vega. En estos casos, se perjudican económicamente con tal de que la otra persona también tenga un perjuicio. 

Entre las excepciones que ha gestionado el letrado de lo civil, se encuentran las viviendas que se hallan en una situación incierta, con un valor difícil de determinar en un procedimiento judicial. En este sentido, menciona una casa ubicada en Las Rehoyas que se va a destruir y los propietarios van a recibir en sustitución otra vivienda en Tamaraceite. Vega explica que "las partes podían haber llegado a un acuerdo, pero, como saben que esas viviendas no tienen valor, una parte quiere tirarla para dividir la ganancia con la pensión de alimentos, mientras que la otra se niega porque cuando se haga la sustitución por el domicilio nuevo valdrá más y tendrá el mismo título de propiedad sobre la vivienda". 

Es habitual encontrar custodias compartidas para las mascotas familiares, que antes se incluían en el inventario

Por otra parte, una situación común en los juzgados es la de aquellos matrimonios que se separan, pero tienen en su potestad una empresa compartida. El Tribunal Supremo ha resuelto que, en estos casos, si la sociedad en común sigue funcionando después de que se termine la relación y termina por liquidarse, los beneficios generados después de la separación también deben repartirse

La problemática más habitual en los matrimonios que inician los papeles de divorcio es determinar la custodia de los hijos, aunque en las resoluciones civiles aumentan cada vez más los desacuerdos sobre los perros que adoptaron juntos durante la relación. Los animales formaban parte anteriormente de la liquidación de gananciales, pues se les aportaba un valor económico, pero ahora el modelo por el que optan muchas exparejas es un régimen de custodia compartida, con tal de no perder el contacto con la mascota de la familia.

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