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El 'pecado' insular de la "Murmuración"

Cairasco fue crítico con la ojeriza y la tendencia al chismorreo de sus paisanos

El 'pecado' insular de la "Murmuración"

En su introducción, José Miguel Perera incide en cómo Bartolomé Cairasco de Figueroa y sus ocho hermanos (él era el segundo) tuvieron que sobrellevar toda su vida las murmuraciones sobre su dudosa pureza de sangre, pese al abolengo y la buena posición económica de sus padres, en aquel todavía angosto Real de las Palmas, en los albores de la sociedad criolla. Y es que los abuelos maternos de su madre constituían una explosiva pareja, compuesta por un judeoconverso, Gómez de Ocaña, y una palmera aborigen... Según recoge de las investigaciones de Pedro C. Quintana Andrés, no era infrecuente que los prebendados del Cabildo de la Catedral fuesen judeoconversos, llegados a la Isla, justamente, para pasar desapercibidos en sus localidades de origen peninsular. Y es seguro que aquel oriundo prebendado a título vitalicio, cultísimo hasta lo inaudito, y tan libérrimo y heterodoxo de pensamiento y escritura, sin pelos en la pluma, hubo de padecer cierta ojeriza en aquel entorno de propios y foráneos codiciosos, y en un tiempo, además, en que los finiquitos se firmaban en la hoguera...

De hecho, víctima, justamente, de conspiraciones y afrentas por esa sangre impura -de "genealogías dudosas"-, el primogénito, Costantín, alguacil mayor de la Inquisición y alcaide de la Fortaleza de las Isletas, el futuro Castillo de la Luz, fue destituido de sus cargos hacia 1575, y hubo por ello de emigrar a América... El canónigo, hombre sin duda diligente y carismático, elegido, además, para las grandes negociaciones políticas con los corsarios invasores (especialmente con el Van der Does que, en 1599, por espacio de diez días mantuvo a Gran Canaria subyugada a la Corona holandesa), hubo de mantenerse siempre alerta. De ahí que, sostiene Perera, "el dolor, el temor e innumerables contradicciones que habría de sufrir tan de cerca por su allegado desdeñado, y por motivos que eran perfectamente aplicables a sí mismo, lo estimularían para plantear en sus piezas teatrales, delante del pueblo y -sobre todo- de las diversas autoridades, una defensa de sí mismo". De ahí lo uncanny, insólito, decíamos, que transpira muy especialmente la Comedia del recibimiento, salpicada de "significados camuflados", tras una clara voluntad de redención. "Doramas es Cairasco", asevera. Solo que en la compleja y poliédrica totalidad de sus obras, cuajada de símbolos y alegorías, su criticismo no admite límites cerrados ni interpretaciones maniqueas. Si en el Recibimiento, su denuncia de "la rueda de navajas que murmura" puede estar referida a ese preciso ajuste de cuentas (a través del binomio del poder invasor y la hagiografía de la víctima aborigen), en otros textos Cairasco no elude la autocrítica -e incluso la autosátira- a la inercia y conformismo de sus paisanos, más proclives a las murmuraciones que a dar la cara. En su emblemático Templo militante, el cúmulo de atributos positivos de los "bárbaros gentiles" -honrados, templados, nobles, sencillos...- es descompensado por ser, al mismo tiempo, "gente ociosa y regalada, / sin experiencia, sin arte". Pero será, sobre todo, en la Comedia del alma -otro hallazgo de Cioranescu-, a través del personaje Murmuración, donde da cuenta de esa peculiar pandemia de la sociedad isleña. Ahí nuestro reverendo se muestra del todo irreverente para con la levitación ociosa y el letargo chismoso del conjunto del paisanaje. Como si de ahí procedieran ciertas tesis severas de nuestra tradición (Alonso Quesada, Agustín Espinosa, Manolo Millares, Juan Manuel Trujillo... y muchos otros que más lo han murmurado que lo exponen), sirva este fragmento sin desperdicio del "Diálogo de la Murmuración y el Ocio":

- OCIO: ¿Qué te parece la gente de esta tierra?

- MURMURACIÓN: Muchos de los hombres de aquí son de la casta de las ranas, que cantan en viendo la noche. Y en viendo que falta alguno, séase quien fuera, luego han de salir a la plaza; y si tiene alguna virtud, la callan o la deshacen. ¡Mira si me puedo yo hallar mal donde hay esto! Y a ti ocio, ¿cómo te va?

-OCIO: A mi, como quien está en su tierra y en su casa. Aquí todos me abrazan, todos me aman. Lo que yo mando, eso se hace; y, al fin, no se hace nada, que es lo que yo quiero. Y si en Canaria se diese saca de tiempo, todos serían ricos.

-MURMURACIÓN: Tierra es la de Canaria, donde se podría dar todo lo necesario para la vida humana, si la ociosidad no lo estorbase... ¡oh quién pudiese hablar!

-OCIO: Satírica vienes, no hay quien te sufra. Vámonos de aquí, antes de que te desbarates más.

-MURMURACIÓN:¡Hay tanto que decir que sería nunca acabar...!".

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