La lectura de los cerca de 2.600 folios desclasificados de la denominada operación Cebo no deja de arrojar sorpresas. En uno de los tomos finales se reproduce el careo al que fueron sometidos Teresa Velázquez y su marido, Manuel Alexis Santana. La jueza Virginia Peña los reúne casi un mes después de ser detenidos porque, entre otras cosas, existen contradicciones entre las versiones que dan ambos sobre lo acontecido y quiere saber dónde han ido a parar los 2,8 millones de euros que la sociedad que los dos lideraban, Canarias de Gestión de Embargos, logró con la excusa de que se podían conseguir viviendas y casas a bajo precio.
"El dinero lo tiene Manolo", viene a decir la imputada en un momento de una tensa conversación en la que, aparentemente, el esposo se muestra estupefacto al descubrir que las operaciones mercantiles que se habían hecho por parte de la sociedad eran fraudulentas. La persona a la que se refiere Teresa Velázquez es el empresario Manuel Hernández Fleitas, una de las dos que permiten poner al descubierto la supuesta trama tejida con la denuncia que interponen en comisaría el 26 de junio.
Hernández, dueño del restaurante Las Caracolas y de otros negocios, acude a la policía tras no conseguir que la acusada le devuelva la totalidad de los 218.200 euros que este le había dejado par participar en varias subastas judiciales. A su lado se presenta Miguel Cazorla León, otro reputado inversor del sector de la hostelería que cae en la trampa de la empresa y abona a la mujer 288.000 euros. En total, los dos socios desembolsaron más de medio millón de euros, y solo el segundo de estos pudo recuperar una parte de su aportación tras insistir una y otra vez a la protagonista de esta historia. Hernández y Cazorla, que pusieron de forma legal dinero sobre la mesa, se cansaron y decidieron grabar con su móvil una conversación en la que Velázquez reconocía que había recibido esos fondos. Independientemente de ello, también disponían, como Grande, Sánchez Báez y el resto de afectados, de contratos de mediación, facturas y recibos avalando los respectivos desembolsos hechos.
Aunque en el sumario se baraja la posibilidad de que el dinero esté escondido en algún paraíso fiscal, como Panamá, la detenida también da otras explicaciones. Aparte del presunto botín entregado a Hernández -cosa que él niega de forma tajante-, manifiesta que ha hecho gastos cotidianos diarios y otros un poco más extravagantes, como la contratación de servicios de santería. En una de sus declaraciones exoneró de toda culpa a su esposo.
