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Entre la pluma y el bisturí

Cavanillas presenta su undécima novela en la Casa Museo de Telde - El doctor, jubilado, fue durante 30 años cirujano en el municipio

Entre la pluma y el bisturí

Sobre una mesa aguardan una pluma y un bisturí. Es fácil imaginarse a Antonio Cavanillas frente a ambos instrumentos tratando de decidir con cuál quedarse. Cada uno lo acompañó en una etapa importante de su vida y los dos han marcado su historia. La primera es su compañera de viajes en días actuales, quedando como resultado de su unión 11 novelas ya publicadas de 25 inéditas históricas que aún no han visto la luz y muchas otras de ciencia ficción. Así, el segundo artilugio fue su pan de cada día durante su carrera como médico, de la que gran parte vivió en Gran Canaria, regalando a Telde 30 años de operaciones y calidad humana.

Es exactamente esa cercanía la que Cavanillas no ha perdido. Sentado, ayer, en un banco del Parque Santa Catalina, refuerza lo que le gusta la Isla, lo maravilloso de su clima y la amabilidad del canario, "porque no hay gente como la de aquí de bondad innata, es raro ver una persona insular que sea mala", asegura. Aunque considere estar "en la gloria", no se define chovinista, "porque maravilla es toda España, soy un amante apasionado de mi tierra", añade el doctor nacido en Madrid, aunque defiende que "la mujer canaria es la más bonita del país, sin ninguna discusión".

Admira el día de cielo celeste y sol deslumbrante y recuerda cuando llegó con 28 años, "siendo un niño realmente". Comenzó como teniente médico de aviación en la Base Aérea de Gando. Obtuvo su primer trabajo en la Seguridad Social como doctor de guardia en la Clínica del Pino, "que fundé junto a otro compañero". Diez años después, en el 75, obtiene plaza por oposición como cirujano jefe de servicio en San Pedro Mártir de Telde, donde estuvo 30 años. "Creo que he operado a media Isla. Y fíjate si estuve años en el municipio, que al final de mi carrera una señora me dijo que mi padre había operado a su hijo, cosa que veía difícil porque mi padre era ingeniero de minas", ríe con entusiasmo añadiendo que "se refería a mí, recién llegado a Telde, porque era un chaval".

En bicicleta a todas partes

De hecho, cualquiera que se siente unos minutos a escucharlo puede darse cuenta de que, aunque su físico haya cambiado, su alma sigue guardando ese espíritu joven y vital. Desde el asiento, con la estatua de Lolita Pluma detrás, mira hacia su izquierda y comprueba que sigue ahí. De color negro y modelo vintage, lo espera a que termine sus quehaceres. Con ella se desplaza habitualmente, porque la bicicleta es lo que le queda cuando baja al garaje y sus hijos se han llevado su coche y el de su mujer. Ella es danesa, la conoció aquí, en Gran Canaria, al llegar. Y de su matrimonio, medio madrileño medio danés, nacieron sus hijos canariones.

Hace memoria a sus años como médico y se traslada a una Telde muy diferente, "que me encanta, con sus rincones, San Juan tan bonita y su gente, convertida en una gran ciudad". Recuerda cuando iba y venía todos los días en coche desde la capital, a veces con su ayudante, para asistir a los teldenses, bien en la clínica pública o en su consulta privada.

"Tenía otro despacho en Las Palmas de Gran Canaria, reconozco que trabaja mucho y tenía a familias de toda la Isla, unas 35.000", comenta, a la vez que habla del cariño tan grande que le tiene a esa época de cirugía general en la que "operaba mamas, estómagos o varices". También una "hernia fiscal", ríe Cavanillas acordándose de cuando, en sus tiempos por la ciudad teldense, un paciente le dijo que tenía esa patología, "se señaló la ingle, no lo quise desengañar y le dije que había que abonar al fisco y operarse de las hernias inguinales", continúa riendo.

De operar a crear

Sin duda, una carrera profesional que le dio, más que empleo, vida. Así, define la cirugía como "incierta porque nunca sabes lo que puedes encontrar cuando operas", a la par que "agradable y bonita por lo distinta que siempre es". Por ello, considera el bisturí más complicado que la pluma, teniendo claro que con esta última la perfección se alcanza poco a poco, "le coges el truquillo y, al final, escribes la novela con la gorra", asegura.

De esta manera, la literatura es ahora su elegida sin ninguna duda. "El quirófano me da miedo, los riesgos de hoy en día son muy grandes y los fallos médicos se consideran dolo", explica, a la vez que señala que un doctor "nunca los cometerá a conciencia, no se va a lavar las manos antes de trabajar para hacer las cosas mal". Por este miedo, cree que las nuevas generaciones están perdiendo vocación, mientras refuerza que se trata de seres humanos que pueden equivocarse. Cuenta que tuvo suerte porque nadie le presentó una demanda a lo largo de su carrera.

Ahora, una nueva andadura. Con ilusión, presenta hoy en la Casa Museo León y Castillo su décima primera obra histórica publicada, titulada Yo, Carlos. Cambia el objeto quirúrgico por el instrumento de tinta e imaginación. Esta nueva etapa, en la que lleva inmerso unos años, ha hecho que la literatura sea su nuevo gran amor en el terreno profesional. En ella centra sus días y escribe con gusto relatos históricos que conoce con soltura.

Así, cuenta cómo era Carlos I de España, su retrato más humano con el que muestra "su amor por la conversación con cualquiera", a la vez que recalca el gusto del monarca por comer "en libertad, bebiendo vino de la bota y limpiándose la boca con la manga". Su segunda gran pasión, las mujeres, tampoco la olvida en su novela, y es que asegura que, "a pesar de no cumplir ningún canon", el rey tenía mucho éxito con las féminas "respetándolas a todas y convirtiéndose en su gran amor su prima, Isabel la Católica".

Las novelas de ficción son su asignatura pendiente, "porque me identifican como escritor histórico y estoy a la espera de que me publiquen alguna". En diciembre de este año presentará en su ciudad natal (Madrid) sus escritos sobre Isabel, la enamorada del protagonista de su último libro. Además, acaba de terminar El anticuario de Flandes, un enigma sobre el jardín de las delicias que mezcla historia con fantasía.

Aunque cuenta con casa en Dinamarca y las puertas abiertas en cualquier parte del mundo, Cavanillas lo tiene claro: su sitio es Las Palmas de Gran Canaria. Mientras se levanta y dice adiós con la mano para ir a arreglar unos papeles en el banco antes de dirigirse a jugar al ajedrez, deja claro que su corazón estará para siempre divido en dos por empleos completamente diferentes. La cirugía que, con sus cambios cuando abre a una persona, lo guían; y la literatura, donde él guía con su pluma cada letra a seguir.

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