Matemáticas y pasado (1)

Las matemáticas sustituyen el pasado ideológico por un pasado cuantitativo

La ciencia es la manera más fiable que tenemos para aproximarnos a la verdad de nuestra historia

Batalla de Pavía en 1525.

Batalla de Pavía en 1525. / Tapiz de Bernard van Orley.

Las matemáticas no solo ayudan a estimar el futuro para ayudarnos a enfrentarlo, sino que también son clarificadoras cuando las aplicamos a la historia: revelan un “pasado cuantitativo” en vez de un pasado ideológico. Y relativizan el mito de la grandeza del “imperio español”.

A los humanos nos encantan los buenos relatos. Hablar de un pasado lejano, que ya nadie vivió, permite construir narraciones legendarias aderezadas con el mito ancestral del paraíso perdido: hubo un tiempo lejano en el que todo era perfecto, aunque después lo perdimos todo. Nos resultan irresistibles, pero casi nunca son ciertos.

A todos nos contaron en algún momento de nuestras vidas relatos épicos de las grandes hazañas llevadas a cabo por la España Imperial durante su glorioso -y perdido- pasado. Venimos de una estirpe de esforzados paladines que tras casi 8 siglos de Reconquista luchando esforzadamente contra el invasor musulmán consiguieron forjar un ingente Imperio donde “no se ponía el Sol”. Fuimos la gran potencia mundial, amos y señores del mundo, algo así como la Norteamérica de hoy en día, solo que a una escala incluso mayor.

Nos gusta creer que en tiempos de Felipe II nadábamos en la abundancia gracias a las riquezas fabulosas que nos llegaban del Imperio. Pero cada vez más historiadores y sociólogos revisan este relato vertebrador de la gran España Imperial.

Polarización política

Mientras todo parece indicar que en realidad se trata de un relato que se acuñó por primera vez durante el siglo XIX, multitud de políticos, sociólogos, líderes indígenas -e incluso el Papa Francisco- creen que los españoles deberíamos pedir perdón por las atrocidades cometidas con los indígenas durante dicho período.

Frente a esto se argumenta que todo se debe a la leyenda negra contra España y que no solo civilizamos al continente americano, sino que lo hicimos mejor y más humanitariamente de lo que lo hicieron, por ejemplo, los ingleses. 

La polarización política -que tanto influye en la manera en que se interpreta el pasado- contribuye a echar leña al fuego: quienes se sienten más alineados con una ideología progresista cuestionan buena parte de este relato imperial; contrariamente quienes tienen una visión más conservadora sostienen que los revisionistas son enemigos de España.

Abundan excelentes relatos de sesudos eruditos en uno u otro sentido, todos ellos construidos con magníficos argumentos. Pero incluso los relatos mejor fabricados por los humanos no son otra cosa que simples relatos: no van a acercarnos ni un solo paso a la verdad.

¿Cómo fue en realidad nuestro pasado imperial?

Tenemos una buena alternativa para hacernos una idea acertada de la relevancia de nuestro imperio y de cómo se vivía por entonces: abordar el problema mediante la ciencia que es la manera más fiable que tenemos los seres humanos para aproximarnos a la verdad.

Podríamos decir que la ciencia pone a nuestra disposición al “genio de la lámpara”, que más tarde o más temprano nos contesta a cualquier pregunta que le hagamos sobre el mundo material.

En primer lugar, debemos hacernos una buena pregunta. En este caso la pregunta esencial es si nuestro Imperio, geográficamente tan extenso, lo fue también en términos económicos, demográficos y tecnológicos.

Para contestar a esto rigurosamente, sin dejarnos llevar por el sesgo de las ideologías, debemos analizar matemáticamente el pasado: echar las cuentas reales sobre lo que fue en realidad nuestro imperio.

La obra representa el momento en que Justino de Nassau rindió la ciudad de Breda, en 1625, a las tropas españolas al mando del general Ambrosio Spínola, que aparece recibiendo las llaves de la ciudad de manos de su enemigo.

La obra representa el momento en que Justino de Nassau rindió la ciudad de Breda, en 1625, a las tropas españolas al mando del general Ambrosio Spínola, que aparece recibiendo las llaves de la ciudad de manos de su enemigo. / Velázquez. Museo del Prado.

Muchos datos

Puede hacerse razonablemente bien, pues podemos aprovechar los minuciosos registros que tenía la corte de Felipe II y sus sucesores y que llegaron bien conservados hasta hoy. Como el Rey Austria estaba obsesionado por conocer todo lo que pasaba en su basto Imperio la burocracia de su corte, lo registró todo.

Cuantificando la detallada información existente, podemos hacer los cálculos y descubrir un “pasado cuantitativo” en vez de un pasado ideológico. Basta comparar esas cantidades del pasado imperial con las que hoy en día nos resultan familiares para hacernos una idea precisa sobre lo que realmente fue nuestro Imperio.

Una parte sustancial del gran relato imperial sostiene que a España llegaron fabulosas riquezas traídas desde América por la flota de las Indias (también llamada flota del Tesoro).

Según los registros, entre 1540 y 1650 se produjo el mayor flujo de mercancías entre las colonias americanas y España. Llegaron multitud de productos: valiosos como oro, plata, tintes como el palo de Campeche, lana de alpaca, así como infinidad de maderas nobles tropicales. También llegaron productos más corrientes como cacao, chocolate, frijoles, patatas, maíz, piña, batatas, yuca, tomates, cacahuetes, etc.

Datos comparativos

Un total de casi 11.000 buques cruzaron el Atlántico desde América hacia España entre 1540 y 1650. Una parte eran navíos de guerra (la nave Almiranta, la nave Capitana…). Se trataba de barcos de alrededor de las 300 toneladas, llenos de armamento y soldados, pero con poca carga abordo. Otra parte eran cargueros, poco armados, pero algunos de ellos con capacidad de llevar hasta 400 toneladas de carga. Por último, estaban los llamados “avisos”, embarcaciones ligeras y rápidas preparadas para llevar mensajes y explorar.

¿A cuánto equivalió este flujo supuestamente tan ingente durante los 110 años de mayor intensidad?

Una buena manera es imaginamos cuántos camiones de los que hoy en día vemos en nuestras carreteras serían necesarios para cargar todas las riquezas que llegaban a España desde América en uno de esos años.

Las cuentas son fáciles: se necesitan alrededor de 675 camiones para transportar todo el flujo de mercancías que llegaba de América en todo un año (los cálculos están hechos sobre las cantidades medias anuales de las mercancías transportadas entre 1540 y 1650).

Menos que Mercamadrid

A primera vista no parece mucho. Y no lo es. Podemos compararlo, por ejemplo, con el flujo de mercancías que llega en un solo día Mercamadrid. Para hacernos una idea, por ejemplo,  el 12 de Marzo de 2020, en plena pandemia de Covid-19, descargaron en Mercamadrid un total de 814 camiones, alrededor de 139 camiones más de los que serían necesarios para cargar todas las mercancías llegadas del Imperio en todo un año.

El dato es abrumador: en sus mejores tiempos, durante todo un año, nuestro enorme Imperio Americano enviaba a la metrópoli muchas menos mercancías de las que se descargan en un solo día en Mercamadrid.

Podemos argumentar que, aunque escasas en cantidad se trataba de mercancías tan valiosas que permitieron un extraordinario desarrollo de la economía peninsular. Tampoco fue cierto. Los historiadores económicos aseguran que Felipe II sufrió 4 grandes bancarrotas durante su reinado.

En todo caso deberíamos estimar el verdadero poder de la España imperial de Felipe II en el apogeo de su grandeza. Una buena forma es analizar el tamaño real de la Armada Invencible. Los relatos imperiales nos cuentan que era tan enorme que, de no haber sido destruida por los elementos, la Armada Invencible habría conseguido invadir Inglaterra cambiando la Historia.

La «furia española» del 4 de noviembre de 1576 en Amberes.

La «furia española» del 4 de noviembre de 1576 en Amberes. / Anonymous painting, last quarter of 16th C. Oil on canvas, 119 × 145 cm. Antwerpen, Vleeshuis.

¿Armada invencible?

Los ingleses también magnifican la enorme amenaza que se cernió sobre su país, a la que supieron derrotar con arrojo, estrategia y tecnología. Si el enemigo era tan grande su victoria resulta mucho más gloriosa.

Pero las cantidades son claras: los registros confirman que la gran armada de Felipe II consistió en 130 buques de guerra que, tripulantes aparte, transportaban abordo a 19.000 soldados listos para la invasión.

Vale la pena hacernos una idea del tamaño real de la Armada Invencible con un sencillo ejemplo. Como cualquier otro día, el 24 de octubre del pasado año, numerosos buques cargaban y descargaban en el puerto de Vigo. Entre ellos se encontraba un buque porta-contenedores: el MSC Türquiye. ¿Cuántos portacontenedores actuales harían falta para transportar en su interior a toda la Armada Invencible incluyendo a sus 130 buques?

La respuesta es de nuevo sorprendente: solamente el buque porta-contenedores MSC Türquiye sería capaz de cargar en un solo viaje con algo más de 7 Armadas Invencibles completas incluidos todos sus buques.

Vista en cifras, la Armada Invencible tampoco parece haber sido tan colosal.

Felipe “la araña”

Pasemos ahora revista cuantitativa a la capital de este grandioso imperio. A pesar de tener tantas tierras al otro lado del Atlántico, a Felipe II le preocupaba gobernar desde el centro de la península ibérica. Sus enemigos le apodaron “la araña”, pues esta también se sitúa en el centro de su tela.  

Hacia el final del reinado de Felipe II, el incesante aluvión de cortesanos, funcionarios y soldados llegados a la capital del imperio había hecho que Madrid creciera descomunalmente. Tal era la demanda de vivienda en Madrid que el Rey dictó la “Carga de aposento” por la que, quienes tenían una casa en propiedad, estaban obligados a alojar con ellos a funcionarios o soldados reales.

Madrid creció a toda velocidad. Palacios aparte, la mayoría de las casas del Madrid de Felipe II eran de una sola planta con un altillo. Se construyeron rápidamente con endebles paredes de cañizo recubiertas de barro. Madrid tampoco contaba con calles pavimentadas.

Solo 60.000 habitantes

Gracias a esto, al final del reinado de Felipe II Madrid contaba con cerca de 60.000 habitantes. Para valorar su verdadera dimensión podemos compararla con la Roma Clásica, que a principios de nuestra Era ya superaba el millón de habitantes.

Hacia el final de su reinado Felipe II quiso saber cuántos súbditos tenía. No había una idea clara al respecto, así que se realizó un censo que los historiadores creen que era bastante preciso, aunque tal vez ligeramente sobreestimado. Arrojó la cifra de unos 8 millones de personas.

En tiempos de Trajano el Imperio Romano tenía más de 60 millones de habitantes.

La vida en el imperio

Sin duda, los datos cuantitativos resultan clarificadores sobre la verdadera dimensión del Imperio Español. Geográficamente fue inmenso. Económica y demográficamente mucho menos.

Pero para entender que fue nuestro imperio, es conveniente hacerse más preguntas que puedan responderse cuantitativamente: ¿Cómo era la vida de la gente durante el reinado de Felipe II? ¿Qué comían? ¿Dónde dormían? ¿Cuál era su esperanza de vida? ¿Qué enfermedades padecían? ¿Cómo se vivía en la capital de ese gran imperio?

Analizaremos todo esto en otro artículo de Tendencias21.