Cuatro enclaves canarios, entre los más bonitos de España, según ‘Viajes National Geographic’
La reconocida publicación señala que ha elegido estos destinos rurales como lugares imprescindibles para una escapada en nuestra geografía
Los especialistas de Viajes National Geographic han confeccionado una lista que destaca los pueblos más hermosos de España, incluyendo cuatro de Canarias. "Hemos seleccionado estos enclaves rurales de nuestra geografía como destinos imprescindibles para una escapada", indica la prestigiosa publicación.
Según señala Viajes National Geographic, estos 100 pueblos reclaman su merecido reconocimiento en el panorama rural de España. Su rica herencia patrimonial, su diseño urbano y su armoniosa integración con el entorno los convierten en auténticas joyas.
Esta selección nos invita a explorar los pueblos más emblemáticos, donde podemos admirar lugares declarados Patrimonio de la Humanidad y disfrutar de la exquisita gastronomía local.
Los especialistas de Viajes National Geographic han confeccionado una lista que destaca los pueblos más hermosos de España, incluyendo cuatro de Canarias
En el podio de este ranking, aparecen, en orden, Santillana del Mar (Cantabria), Ayllón (Segovia) y Butrago de Lozoya (Comunidad de Madrid). Sin embargo, al examinar la lista completa, descubrimos cuatro encantadores enclaves canarios: Betancuria (Fuerteventura), HaríaLanzaroteTejedaGran Canaria) y Valle Gran Rey (La Gomera).
Los canarios destacados
23 / 100: BETANCURIA (FUERTEVENTURA)
La razón por la cual el pueblo más hermoso de la isla se encuentra ahora casi desierto radica en los cambios ocurridos desde que en 1404 Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle establecieron aquí la capital de la tierra que estaban conquistando (actualmente, la capital de Fuerteventura es Puerto del Rosario). En aquel entonces, solo el interior proporcionaba seguridad, ya que la costa, que abarca 325 km y cuenta con 77 km de playas, era una fuente constante de peligros debido a la amenaza de piratas provenientes de los 100 km de distancia de África y las incursiones esclavistas.
Hoy en día, para aquellos que se alojan en hoteles en la costa, llegar a la vega del río Palmas, enclavada entre montañas, implica atravesar un paisaje semidesértico en el que Betancuria aparece casi como un espejismo. Sin embargo, esta visión se materializa al pasear por sus calles empedradas, a menudo entre casas de sólidos muros con balcones de pino canario. La iglesia Matriz de la Concepción alberga excelentes retablos e imágenes muy veneradas, destacando especialmente la Virgen de la Peña (la Peñita), cuyo santuario se encuentra a 5 km al sur y protagoniza una importante romería cada mes de septiembre.
Enclavada entre montañas, implica atravesar un paisaje semidesértico en el que Betancuria aparece casi como un espejismo
26 / 100: HARÍA (LANZAROTE)
La ruta más impresionante para llegar a Haría es desde el sur, a través de la carretera que parte de Teguise. A medida que la ruta gana altura gradualmente, se revela de repente el valle de Malpaso. Antes de descender, siguiendo cinco curvas de herradura, es recomendable hacer una parada en el Mirador de los Helechos para disfrutar de un paisaje bucólico que perdura en la memoria: el Valle de las Mil Palmeras.
Este oasis, el más grande de palmeras canarias, abraza las casas encaladas de los pueblos de Haría y Máguez. Al norte se alza La Corona (609 m), un volcán de formas perfectas, cuya cueva de 6 km en forma de túnel solía ser un escondite para la población ante la amenaza de piratas. Hoy en día, esta cueva alberga dos destacados lugares de interés en el norte de la isla: los Jameos del Agua y la Cueva de los Verdes.
Situado en la cornisa de El Risco, Haría es un pueblo con una rica tradición campesina y artesanal, como evidencia el mercadillo que se celebra los sábados por la mañana. César Manrique eligió Haría como su lugar de residencia cuando la fama y el aumento del turismo en la isla amenazaron su tranquilidad. La casa en la que vivió hasta su fallecimiento es ahora un museo donde se pueden apreciar su estudio-taller, numerosas obras de arte y, sobre todo, la simbiosis entre la arquitectura tradicional y la habilidad para innovar respetando la naturaleza.
César Manrique eligió Haría como su lugar de residencia cuando la fama y el aumento del turismo en la isla amenazaron su tranquilidad. La casa en la que vivió hasta su fallecimiento es ahora un museo
44 / 100: TEJEDA (GRAN CANARIA)
La impresionante caldera de Tejeda tiene un diámetro de aproximadamente 15 km y se formó debido al hundimiento del terreno, donde la erosión posteriormente labró profundos barrancos. En este escenario de crestas desmanteladas, destacan hoy dos monolitos de basalto desafiando la verticalidad, que fueron sitios sagrados para los habitantes de la isla. Estos son el Roque Nublo (1813 m) y el Roque Bentayga (1404 m), que se alzan al sur y al sudoeste de Tejeda respectivamente.
Situado a más de mil metros de altura, Tejeda se presenta como un impresionante mirador hacia la tempestad petrificada que asombró a Unamuno. Además, el pueblo conserva la arquitectura tradicional canaria y aún cuenta con viviendas-cueva, como en los tiempos anteriores a la conquista. Vale la pena visitar el Museo de las Tradiciones de Tejeda, que rinde homenaje a aquellos que vivieron en el lugar a lo largo de los siglos, manteniendo una simbiosis esencial con la naturaleza.
Situado a más de mil metros de altura, Tejeda se presenta como un impresionante mirador hacia la tempestad petrificada que asombró a Unamuno
97 / 100: VALLE GRAN REY (LA GOMERA)
No existen carreteras que sigan la línea costera de La Gomera. Para desplazarse de un pueblo costero a otro, es necesario ascender por un barranco hacia el interior de la isla y, una vez en las alturas, descender hacia el mar por otro cañón entre las montañas. Cada barranco tiene sus propias características únicas. El barranco de Valle Gran Rey disfruta de condiciones excepcionales: es soleado, resguardado del viento y abundante en manantiales de agua.
Valle Gran Rey no presenta un conjunto urbano propiamente dicho, sino más bien un paisaje de palmeras y peñascos, salpicado de terrazas con huertos, caseríos y pequeños barrios. Hace ya medio siglo, este idílico enclave atrajo a un turismo hippie que valoró la singularidad del valle y su aislamiento. En este vergel, donde moverse implica subir o bajar, la playa del Inglés se convirtió en un punto de encuentro entre lo cosmopolita y lo rastafari. Su arena negra, el intenso azul del mar y la espuma de las olas siguen ofreciendo atardeceres inolvidables. El turismo rural ha tomado la delantera, con viajeros que aprecian la alimentación y el estilo de vida ecológicos.
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