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UD Las Palmas La contracrónica

Sufrimiento y gloria

La UD casi dilapida una ventaja de dos tantos en un par de minutos, pero mantuvo la calma suficiente para recomponerse y sentenciar

Beñat derriba a Jonathan Viera ante la mirada de Yeray. QUIQUE CURBELO

Minuto 79. La UD Las Palmas había controlado la mayor parte del encuentro; había tenido el balón, pero también las mejores ocasiones. El marcador, solo unos segundos atrás, daba al equipo amarillo una ventaja de dos goles. Parecía suficiente. Pero casi se queda corto. Porque en ese instante cuando sólo faltaban once minutos para acabar el partido, el Athletic estuvo a punto de empatar el choque. Cosas de la raza.

Los bilbaínos, con uno menos por la expulsión de Aritz Aduriz, se metieron en el partido sesenta segundos antes. Raúl García transformó un penalti cometido por Michel Macedo, por manos y más que discutible. El 2-1 era una realidad y la UD estaba tumbada, noqueada en la lona, con el miedo de ver cómo podían dilapidar una ventaja de dos goles con uno más en el campo y tras llevar el pulso de todo el partido. La UD se desmoronaba en unos segundos.

En ese arranque de ira de los vizcaínos, Markel Susaeta puso un balón desde la derecha que encontró como rematador a Gorka Elustondo, que ya se descolgaba como un nueve a la desesperada. Y casi le funciona. El mediocentro remató con su pie derecho al primer poste, pero Javi Varas, felino, desbarató la ocasión más clara del Athletic en todo el partido. El rechace le cayó a Iñigo Lekue, que con el balón franco se disponía a empatar el choque, con Varas vencido en el suelo. Pero ahí apareció Ángel Montoro, gafado este año -fue protagonista en la derrota en Villarreal y presenció desde el césped la remontada épica del Sevilla- lo evitó.

Fueron apenas dos minutos donde la UD se encontró con miedos del pasado. Una pesadilla de la que supo despertar. Que el fútbol se basa en detalles, es una frase hecha tan manida como real. Pero ayer, esa sentencia se llevó la razón.

Porque sin esa mano de Varas combinada con el despeje de Montoro, todo lo de atrás hubiera perdido valor. No en la valentía que supone el juego de la UD, que se permite taconear en el centro del campo -como hizo Livaja ayer en varias ocasiones- o en el corazón del área -como demostró Tana enviando un balón al poste utilizando esa parte del pie-, pero sí en puntos, el único elemento objetivo que permite alcanzar a cada equipo sus metas.

La ideología de la UD es innegociable. Fue la gran frase de Quique Setién en su presentación como entrenador del cuadro insular hace más de un año, cuando llegó a Gran Canaria con el objetivo de salvar al equipo, que hasta entonces vivía en otro tipo de fútbol. Pero como casi todas las corrientes de pensamiento, también evoluciona. A la UD Las Palmas que sigue amando el balón por encima de todas las cosas, no siempre tiene que amasarlo hasta el final para ganar.

Con un Athletic desnudo atrás, en busca del empate, la UD sentenció el partido con un contragolpe de libro. Marko Livaja recogió el balón en la medular para ver como Jonathan Viera le ofrecía su último desmarque del partido. El croata, que volvió ayer a la titularidad, aportando intangibles notables - como el desmarque en el primer gol que abre un hueco para Prince Boateng en el primer poste-, entregó un pase que valió para que el '21' demostrara que está hecho de una pasta especial. Vaselina interminable en el minuto 90, resultado de 3-1 y un espantón al empate, que rondaba en Siete Palmas con el corazón del Athletic.

Si la UD mató el partido con un contragolpe, antes puso tierra de por medio con el mismo arma en el 2-0. En el segundo gol del partido, dos toques le volvieron a bastar a la UD Las Palmas para hacer un gol. La UD se aprovechó de un mal control de Yeray tras un robo para trazar el segundo gol; pase de Tana para la carrera de Momo ante una zaga bilbaína descolocada. El golpe era mortal. El de Las Torres no tembló en el mano a mano y batió a Kepa con destreza y temple.

Dos goles que muestran la maleabilidad de la UD Las Palmas, capaz de correr si le dan la ocasión, siempre con el balón, el virtuosismo de sus estiletes y la actitud de un equipo que más allá de los resultados sabe lo que hace.

Antes, al filo del descanso, la UD abrió el marcador con un tanto que podría llevar su denominación de origen; basculación con el balón, búsqueda de un buen hueco, chispa y gol. Lo hizo con una pareja que ya ha dado tres goles a los amarillos en esta temporada, el dúo que forman Michel Macedo, en el papel de asistente, y Prince Boateng, en el de rematador. La conexión funcionó y un centro raso desde la banda derecha, precedido por otra gran asistencia de Tana, sirvió para que los grancanarios pusieran el primero.

Fueron las dos vertientes que demostró una UD que sufrió para ganar a un clásico del fútbol español como el Athletic Club de Bilbao, que pasea su escudo por Europa en esta temporada. Todo en una demostración más de madurez que engrandece la filosofía que pasea, respaldada, además, por los resultados.

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