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El análisis

La crueldad y el tiempo añadido

La UD vuelve a caer más allá del minuto 90, tal y como lo hiciera hace 12 días ante el Levante

Quique Setién, técnico del Real Betis, se lamenta tras una ocasión fallada por su equipo en el choque de ayer contra la UD. LOF

La crueldad volvió a cebarse ayer con la UD Las Palmas. Como si tuviera la obligación de aparecer en el peor momento para poner mayor dramatismo todavía al desastre que ha sido el equipo amarillo durante toda la temporada, surgió en el Villamarín en el minuto 94, como lo hiciera hace 12 días en el Ciudad de Valencia en el 92, para fulminar a los de Paco Jémez con un gol que, como la vez anterior, tiró por la borda todo el buen trabajo anterior y lo dejó en nada.

Por si fuera poco, el tiempo añadido también perjudicó a la UD donde había perdido la final por la permanencia hace dos domingos: el Levante marcó su gol de la victoria al Málaga en el 93 y no sólo certificó el descenso matemático de los andaluces a Segunda División, sino que alejó todavía más a los isleños, que ahora tienen la permanencia a 13 puntos -más otro por el golaverage perdido- y bajarán si no ganan el domingo al Alavés, y si lo hacen, necesitarán que los granotas pierdan en San Mamés.

"No nos pasa nada bueno", o "siempre que sopla el viento, va en contra", fueron algunas de las frases con las que el técnico intentó explicar en la sala de prensa del estadio verdiblanco la mala suerte que golpea a su equipo en los último tiempos. Pero quizá la reflexión deba ir un poco más lejos. Más allá de un posible mal fario o de una crueldad infinita, cabría preguntarse si eso que va tan en contra de Las Palmas últimamente es merecido o no, y la respuesta es rotunda: sí.

Porque si los amarillos llegaron con vida al instante final del partido frente al Real Betis de Quique Setién fue por un milagro que ayer tuvo un nombre propio: Raúl Lizoain, que con sus siete paradas había evitado que los verdiblancos se adelantaran en el marcador, sobre todo con tres de ellas, todas a Sergio León. El canterano, que según su entrenador jugó ayer como premio al trabajo, fue la sorpresa principal en el 'once' porque Chichizola venía siendo el mejor del equipo en los últimos encuentros. No defraudó, pero pedirle que luchara también contra la crueldad era demasiado.

Ni un solo tiro

El gol de Junior en el 94 no sólo significó una derrota más en el casillero de la UD, que ya acumula 22, sino que supuso además un duro castigo por todo lo mal que se ha portado a lo largo de todo el curso.

Por si todavía alguno confiaba en una carambola mediante la cuál los amarillos conseguirían un gol en los últimos minutos y el Málaga haría lo propio en Ciutat, por aquello de mantener viva la esperanza, el destino se encargó de todo lo contrario: gol del Levante y gol de Betis, ambos, además, cuando el partido agonizaba.

Pero lo cierto es que era imposible pensar que el Betis no ganara el choque. No sólo fueron las paradas de Raúl, sino que la UD, en otro fracaso más en su intento por mejorar en ataque, no tiró ni una sola vez. Cero. Las estadísticas contabilizan un disparo, pero más bien fue un acercamiento de Halilovc que acabó en un rechace del defensa. Ni dentro ni fuera de los palos. Nada.

Era igualmente inviable que los verdiblancos, con su estadio casi a reventar, no estallaran de alegría por conseguir su sexta victoria consecutiva, esa que le afianza todavía más en el quinto puesto de la clasificación y que da acceso directo a jugar la Europa League la próxima temporada.

También resultaba imposible pensar que buena parte de esa gente, en plena Feria de Sevilla, se fuera del Villamarín camino hacia el Real sin el gustazo de un triunfo merecido, como tampoco era factible que los que se marcharon a sus casas tras el encuentro cargaran con un empate a cero totalmente injusto.

Pero lo que era realmente imposible pensar era que la crueldad no se cebara una vez más con la UD Las Palmas en el tiempo añadido, porque sólo con el orgullo de todos y la pericia de Raúl no se puede sacar un buen resultado. Y, sobre todo, no era posible que no fuera Quique Setién el que diera la puntilla.

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