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El análisis del rival

La nueva vida del gran mito de Anduva

Pablo Infante, exjugador del Mirandés, dejó el fútbol, la banca y se sacó una plaza del Ayuntamiento de Burgos como número uno

Pablo Infante, elevado por un grupo de aficionados del CD Mirandés tras eliminar al Espanyol en los cuartos de final de la Copa del Rey de 2011-12. efe

La democratización del balompié en el fútbol moderno es un modo de gobierno cada vez más complejo. Pero cada cierto tiempo surge desde el barro un escudo que ponga contra las cuerdas al régimen de los grandes, de los poderosos. Es, en cierto modo, como un cometa que cruza el mundo del fútbol con una periodicidad, en la mayoría de las veces, indeterminada. Y ahí en ese pulso contra el poder, hay clubes, jugadores, entrenadores, aficiones, que tendrán siempre un hueco en la historia del fútbol español.

La Copa del Rey de la temporada 2011-2012 la ganó el FC Barcelona por 0-3 al Athletic Club. Un título más. Pero el protagonista de aquel torneo, si se ojea el cuadro de la competición, fue otro: el CD Mirandés, próximo rival de la UD Las Palmas. El impacto que tuvo aquel equipo entonces fue total. En primera, segunda y tercera ronda, abatió respectivamente a Amorebieta, Balompédica Linense y Logronés. A partir de ahí, la gran gesta: tres equipos de Primera a la cuneta hasta plantarse en las semifinales del torneo. A ida y vuelta, el Mirandés acabó con el Villarreal, Real Racing Club y Espanyol. En las 'semis', el Athletic rompió un sueño que aún perdura.

"El martes estuve con otras personas en un colegio y hablábamos, precisamente, de cómo el tiempo le da más valor a las cosas. Cuando estás entre partido y partido no te das ni cuenta casi. A nosotros aquellos nos cogió desprevenidos: tantas entrevistas, tantos medios pendientes del Mirandés. El poso que hemos dejado en la gente es enorme, pero en el momento no te dabas cuenta. Ahora, con el tiempo, creo que empezamos a ser conscientes de la repercusión histórica de aquello"

La reflexión la hace Pablo Infante desde su teléfono móvil una vez ha acabado su jornada laboral en el Ayuntamiento de Burgos. El delantero, máximo goleador en la historia del Mirandés, también lo fue de aquella edición de la Copa del Rey. Su retirada en 2016 abrió un periodo de codos sobre la mesa, libros, apuntes y exámenes. "Había que hacer otras cosas en la vida. Estuve un año y medio estudiando, muy concienciado de lo que tenía por delante. Me preparé la oposición, la saqué y aquí estoy", cuenta. Un puesto de funcionario público que logró como el número uno.

Su historia afloró en aquella Copa del Rey más allá de sus goles. En Segunda B combinaba el fútbol con su puesto de trabajo en una oficina bancaria, algo que continuó tras ese curso, donde el Mirandés ascendió a Segunda División. "Me había dado cuenta que en los últimos tiempos se estaba perdiendo el trato humano en las oficinas bancarias, en las cajas de ahorro. Hay una corriente donde cada vez está más la tecnología presente, donde la relación con las entidades bancarias era cada vez menor, con más internet y más aplicaciones móviles. Entre eso y que veía que crecía el número de expedientes de regulación de empleo en el sector pues decidí prepararme estas oposiciones. Antes de que me pasara a mí, decidí yo no dejar que me llegara ese momento", cuenta Infante, cuyo puesto en el ente burgalés le tiene al cargo de distintas tareas de contratación y contabilidad.

El gran cambio

Porque si algo tenía claro Pablo Infante era que el fútbol tenía fecha de caducidad para él. "Ahora estoy muy contento. Hasta los 29 años, yo solo había jugado en Tercera División. Después tuve la suerte de jugar en Segunda B y en Segunda, pero siempre tuve claro que esto se acabaría, que llega un momento en el que las piernas dirían que hasta aquí hemos llegado. Esa transición tras la retirada la asumí con total normalidad. A mí no me costó dejar el fútbol y adaptarme a una nueva vida, Seguramente en otros caso de jugadores que han estado más años en la élite resulta más difícil, pero", puntualiza Infante, el hombre que puso a sus pies Anduva.

Una normalidad que destila en sus palabras, en su tono en la conversación, en su día a día como funcionario público, aunque su rostro resulte familiar a la mayoría de burgaleses que se topan con él. "En Burgos, como yo digo, nos conocemos todos, pero también de antes. Está claro que aquella Copa del Rey fue nuestra gran heroicidad, que son cosas que igual no se vuelve a repetir. La gente aún lo recuerda y lo vive mucho", narra el exdelantero, que pasó nueve años en Anduva con un ascenso dos ascensos -de Tercera a Segunda B y de ahí a Segunda- y aquellas míticas semifinales coperas.

De Miranda saltó a Ponferrada, donde jugó dos temporadas más antes de colgar las botas. "Está claro que me hubiera gustado jugar más en el fútbol profesional, por así decirlo, algún año más en Segunda División o en Primera, que es el sueño de cualquiera, de cualquier niño que juega a esto. Alcancé la Segunda B, que ni creía que fuera a llegar, así que le estoy muy agradecido al fútbol", desmenuza el exdelantero. Ahora, Pablo Infante vive un particular "periodo de oxigenación del fútbol" desde su oficina y con su familia en su Burgos natal. "Sigo haciendo deporte, pero no fútbol. Pero volver de alguna manera es una posibilidad que siempre está ahí, pero de momento estoy en esa oxigenación. Fueron muchos años de entrenamientos, de carretera, de fines de semana ocupados...", reflexiona. Eso sí, un ojo está puesto en su Anduva. "Han ido de menos a más y allí siempre es difícil ganar, difícil puntuar". Sabe lo que dice. Es su reino.

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