La cláusula del rostro de moda. El ejecutor de Heliópolis Rober González (Mérida, 20 años) es uno de los diamantes de la competición de plata. Con cinco tantos en 1.402 minutos, la apuesta de Tino Luis Cabrera ha resultado un éxito total. Ha participado con su aportación realizadora en cuatro de las seis victorias de Las Palmas -anotó ante Logroñés (1), Castellón (1), Sporting (2) y Espanyol (1)-.
No figura en las estadísticas, pero su envío al segundo palo ante el CD Tenerife resultó capital en la génesis del ‘Ortolazo’. Ya solo por ese centro de oro, se ha ganado un hueco en el corazón de la ‘marea amarilla’. Su excelente rendimiento a las órdenes de Mel, ha desatado un carrusel de rumores en la prensa sevillana. Reclaman el regreso del hijo pródigo en esta ventana del mercado invernal para socorrer al plantel de Pellegrini -undécimo con 20 puntos y con cuatro de renta con el descenso-.
Sin embargo, la vuelta de Rober al Real Betis en enero implicaría el pago de un millón como compensación al club grancanario. La UD anunció el 2 de septiembre la llegada en calidad de cedido del internacional juvenil, que militó la pasada campaña en Tercera División, en las filas del filial bético.
El préstamo finaliza el 30 de junio, y desde la entidad amarilla no conciben la salida de Rober en estas tres semanas. “No hemos recibido propuesta alguna del Betis. Ese escenario no lo concebimos”.
Tras debutar en el primer de Heliópolis de la mano de Quique Setién en Copa, Rober completó la pasada pretemporada con Pellegrini. La astucia de Tino Luis fue determinante para atar a este activo, que se adaptado de forma increíble a la exigencia de Segunda.
Feliz en la Isla
El extremo y mediapunta de la UD analizó su paso por el club amarillo ante los medios el pasado jueves 31 de diciembre. Desconocía la circunstancia contractual de que el Betis le puede repescar. “Pues no lo sé, solo puedo decir que aquí estoy muy cómodo. Soy feliz, quiero seguir creciendo en un gran grupo. Somos una familia”.
Pichichi de la UD y de los pocos que salvó el orgullo del escudo en Navalcarnero -jugó los últimos 27 minutos-. En el Villamarín se frotan las manos, en Gran Canaria se forja un talento sin límites.
