De vivir en una finca de 3.000 metros, con árboles frutales y tres edificaciones, Toribio ha pasado a vivir en una cuadra de caballos. Su casa estaba junto al volcán, así que el primer día de la erupción tuvo que salir corriendo. Sólo se llevó a sus cuatro perros y papeles. De momento no ha recibido ni una ayuda pública. Conseguir un colchón le costó un mes y medio. Él no quiere una casa prefabricada sino una indemnización justa por lo que ha perdido. "Una vez nos metan ahí en esas casas contenedores de ahí no nos van a sacar más", vaticina indignado.