Se han acostumbrado al exceso de estímulos del scroll infinito y tal vorágine de información les ha llevado a devorar el contenido a machas forzadas. Cuando el ritmo del audio y el vídeo se aceleran el cerebro se vuelve más vago y los jóvenes ya sólo son capaces de prestar atención plena durante 8 segundos. Los patrones neurológicos de la generación Z han cambiado, porque tienen su cerebro sometido a acrobacias mentales y esos picos de dopamina que consiguen con el móvil les hacen prestar menos atención e incluso les provocan ansiedad.