"Lo demanda la sociedad española y es nuestra primera obligación". El presidente Zapatero lanzó este viernes ante empresarios y sindicados una propuesta de reforma del mercado laboral repleta de inconcreciones que, sin embargo, ha sido saludada con optimismo por los representantes patronales. La puesta en escena se produce apenas unos días después de que Canarias desayune con la noticia de que enero y la finalización de la campaña navideña ha arrojado al desempleo a cinco mil personas en las Islas, lo que sitúa el paro registrado en el entorno de los 250.000 canarios y eleva a una más inquietante cifra de 300.000 el número de desempleados, según la Encuenta de Población Activa (EPA).

Después de una semana convulsa marcada por los propósitos del Gobierno de España de ampliar la edad de jubilación y el abortado amago de extender también el número de años computables para el cálculo de las pensiones, los agentes sociales habrán de recoger el guante que este viernes les tendió el presidente Zapatero para ponerse manos a la obra en la reforma del mercado laboral. Pero, entre tanto, el vértigo se instala en las cifras del desempleo canario, con factores territoriales que dibujan una Canarias asimétrica en términos de paro, y las incertidumbres se amontonan sobre aquellos ejes en los que descansa la economía insular y, por tanto, los resortes para iniciar la remontada en las estadísticas del INE y de la EPA.

El golpe no es homogéneo ni sus efectos idénticos, como acreditan los datos que les ofrece hoy LA PROVINCIA-DLP. Lejos de lo que podría suponerse, Canarias no acusa igual en todas las islas el impacto del desempleo y una peligrosa brecha empieza a abrirse en zonas del Archipiélago que, en plena bonanza del ladrillo, llegaron a acariciar el pleno empleo. Es el caso de Lanzarote y Fuerteventura, que de rozar la ocupación plena a finales de la década de los Noventa, han pasado ahora a multiplicar por cinco en 2009 el número de parados registrados. Se trata de un dato que vendría además a confirmar el embolsamiento en ambas islas de mano de obra importada que ahora, estrellado el ladrillo contra la evidencia de la crisis, ha desechado la opción del retorno que sí han elegido otros miles de trabajadores. En parte, ese mismo factor alimenta la otra gran diferencia que arrojan las estadísticas del paro en Canarias: el hecho de que éste crezca más en Las Palmas que en la provincia tinerfeña, donde la agricultura y el sector hotelero contienen la caída del empleo.

En semejantes circunstancias, es evidente que no hay tiempo que perder. Pero no sólo para aprovechar el marco de discusión abierto por el Gobierno de España para afrontar una reforma laboral que estimule la contratación. Sino para afrontar de una vez en Canarias una reflexión sobre los caminos por los que debe transitar la economía para conjurar el riesgo de que los desmayos de un sector tras un recalentamiento puedan no sólo golpear al conjunto, sino dejar un rastro de inquietante desvertebración y deterioro social.