Tras abrir una botella de vino tinto y servirse una copa, José Miguel Suárez Gil inició un discurso en el que dijo a su esposa que avisar a una empresa de embalajes para llevarse sus enseres era una "ofensa grave contra su persona". Acto seguido sacó una pistola, apuntó a su cónyuge y le aseguró que antes de que viniera el camión de la mudanza ya le habría pegado dos tiros a ella y guardaría una bala para él. Ante el estupor de la amiga Pilar Domínguez y el sobrino José Luis del Río, presentes en la casa, les dijo que les quería tener de testigos "para que supieran que esto no es un crimen pasional, ni nada relativo a celos o algo parecido".

Este relato figura en la declaración de Josefina Navarrete ante la Policía Nacional, a primeras horas de la tarde del martes. Según su versión de los hechos, el empresario anunció después a los testigos que los iba a hacer salir de la habitación y que se iba a quedar a solas con su mujer para cumplir "lo que venía a hacer". Tras echar a los testigos y cerrar la puerta, se plantó delante de ella con la pistola en alto y a una distancia aproximada de un metro, abrió las piernas y se puso en posición de disparo. Fue entonces cuando le dijo: "¿Dónde quieres que te dé el primero, en el corazón o en la cabeza?"

En la declaración de Navarrete, pocas horas después de los hechos, la esposa señala que "desde hace aproximadamente un año diversos acontecimientos relacionados con la vida social y profesional de su marido han repercutido de manera negativa en éste, tanto en su estado anímico como psicológico, a la vez que en la relación de pareja entre ambos".

El martes por la mañana, cuando llegó al domicilio familiar para recoger sus enseres, encontró a su marido en la cocina y "en una actitud muy tranquila". Mientras se encontraban en el piso de arriba vieron llegar al sobrino, que tras saludarlas les comunicó que Suárez Gil quería hablar con los tres en el salón de la casa. Tras decidir en qué sillón debía sentarse cada uno, "comenzó a dar un largo discurso en referencia a su estado anímico, su situación laboral y su sensación de que había perdido todo y ya no le quedaba nada".

El drama, según la versión de la esposa a la policía, se inició al referirse a la empresa de mudanzas, pues al pretender darle una explicación, su marido fue tajante: "Tú cállate que ahora estoy interviniendo yo y no tienes que interrumpirme". Tras sacar la pistola y echar a los dos testigos, ella intentó convencerle y ganar tiempo, diciéndole que "si ya estaba condenada a muerte le diera la oportunidad de decir unas últimas palabras". En ese momento entraron los policías.