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Análisis La relación con el Estado

La debilidad de Canarias

La experiencia histórica ha demostrado que la comprensión del Gobierno de España solo se produce cuando Canarias tiene, además de razón, fuerza

La debilidad de Canarias

Las relaciones Canarias-Estado han pasado por diversas etapas en los más de 30 años que han transcurrido desde la conquista de la democracia y la autonomía. Se han sucedido periodos de relaciones constructivas junto a otros tensos y conflictivos. De relaciones donde se han tenido en cuenta los derechos y necesidades de Canarias a otros en que el Archipiélago ha sido marginado y maltratado. La historia nos enseña que la marginación ha venido siempre acompañada por la insensibilidad e incomprensión de los poderes centrales del Estado. Cuando estos se han resistido a comprender los retos a que tenían que enfrentarse unas islas alejadas en un escenario difícil.

Esos retos no son fáciles de entender por los que viven allí, sobre todo si no se los saben explicar los que viven aquí. El caso es que las respuestas a los nuevos desafíos que sufría Canarias exigían políticas económicas, sociales, fiscales propias y el control de instrumentos de gobierno imprescindibles para sobrevivir en una región que los europeos han llamado de ultraperiferia. Por tanto, una identidad singular que exige un tratamiento diferenciado. Eso que la Constitución y las leyes españolas han dado en llamar el Régimen Económico Fiscal de Canarias. Es decir, el Estatuto Especial del Archipiélago.

La debilidad y la fuerza

La experiencia histórica ha demostrado que la actitud comprensiva de los gobiernos de España solo se ha producido cuando la sociedad y la política canarias han contado, además de la razón, con la fuerza necesaria. Y, por el contrario, por mucha razón que tuviera, si Canarias mostraba confusión y debilidad la derrota se hacía inevitable. Como ejemplo, recordemos una época del pasado que se parece mucho a la actual.

Canarias vivía un periodo de crisis, estancamiento y paro. En España gobernaba Felipe González y su ministro de Hacienda era Solchaga, el Montoro de la época. Y a pesar de las dificultades de las Islas, se negaban a negociar un nuevo Régimen Económico Fiscal para Canarias, que adaptara nuestras especialidades a los nuevos tiempos. Solchaga se puso arrogante y desafiante, y Olarte le gritó: "Se van a enterar de lo que vale un peine". Siguieron días y semanas de tiras y aflojas, desafíos y amenazas. Y fue entonces cuando los partidos canarios formaron Coalición Canaria y derrotaron con una moción de censura al gobierno socialista de Jerónimo Saavedra. La nueva Coalición Canaria se presentó a las tres sucesivas elecciones generales con eslóganes tan parecidos como significativos: 'Unidos por Canarias'; 'Canarias, lo primero' y 'La fuerza de Canarias'.

Entonces descubrimos, por primera vez en nuestra historia, que el pleito insular era en realidad una trampa que nos debilitaba ante Madrid y que, a veces, ésta también lo propiciaba. Y también comprendimos que la unidad de todas las Islas hace la fuerza y es el único instrumento que convierte las derrotas en victorias. Y así fue, en tres años el Parlamento español aprobó una amplio y renovado Régimen Económico Fiscal, el de 1994. Se aprobó también una reforma del Estatuto de Autonomía que ampliaba las competencias a nivel de nacionalidad. Se pactó un Plan de Infraestructuras que impulsó nuestra red de carreteras, obras hidráulicas e importantes ampliaciones de puertos y aeropuertos. Un Plan Especial de Empleo, con importantes recursos para la formación y nuevas infraestructuras educativas. Y un sistema justo de financiación autonómica, que ahora ha quedado desfasado, pero que permitió entonces el desarrollo en Canarias del Estado de Bienestar.

El éxito fue tal que nos permitió avanzar durante una década. Pero el tiempo todo lo cambia y hasta las cosas buenas envejecen: las situaciones nuevas exigen siempre respuestas nuevas. La globalización, la grave crisis económica y social que se inicia en Canarias en el 2010 pusieron en evidencia que las Islas necesitaban reformar sus instrumentos de autogobierno, desarrollarlos para adaptarse a un tiempo nuevo. En un momento tan decisivo como este, el Gobierno del PP, con mayoría absoluta, nos dio la espalda. La voz de Canarias dejó de oírse y cuando se oía se había convertido solo en un quejío, que evidenciaba nuestra debilidad.

No nos aplicaban los mismos ajustes y recortes que a los demás. Sino el doble: si no quieres un taza, toma dos. Pedíamos desesperados contar, al menos, con la media española en financiación, inversiones y ayudas al crecimiento. Y nos contestaban ofreciéndonos la mitad de lo que nos correspondía. Y así durante cuatro años: uno tras otro fueron desapareciendo todos los programas que habíamos conquistado en el Pacto Canarias-Estado del año 1996. Y Canarias pasó a vivir "el cuatrienio negro", de 2011 a 2015. El peor de la historia de la autonomía canaria.

Primogenitura y lentejas

En estos tiempos que corren resulta inevitable acordarse de la vieja sentencia bíblica: hay quién vende la primogenitura por un plato de lentejas. El julio se constituyó el nuevo Gobierno de Canarias e, inmediatamente, se puso en faena: reconstruir los programas del Pacto Canarias-Estado que el Gobierno del Partido Popular había reducido a cenizas. El nuevo presidente de Canarias, Fernando Clavijo, pensó que contaba con la varita mágica que convertiría el desastre en un éxito. Creyó que solo el buen rollo, la buena sintonía, el buen talante que diría Zapatero, haría cambiar radicalmente la actitud de Madrid. Terminó de convencerse cuando el Partido Popular le sopló en el oído a la diputada Ana Oramas que el maltrato no era a Canarias, sino a Paulino Rivero que había crispado la relación e irritado al Gobierno central con sus desplantes. Pero una vez eliminado Rivero estaban dispuestos a restituir una gran parte de los sustraído, sobre todo ante la proximidad de las elecciones generales donde el Partido Popular se juega tanto.

Se abrió, entonces, un largo proceso de negociación que ha durado desde julio hasta ahora: 120 días. Con sucesivas reuniones en las que "el buen clima de entendimiento, los halagos mutuos, las llamadas a la lealtad y a la confianza" hacían presagiar muchos e importantes acuerdos. Pero la escasa fuerza, la debilidad y la confusión de objetivos, no se pueden ocultar solo con gestos de simpatía. Y llegó la hora de la verdad, en que se pasa de las palabras a los hechos. Se votaron las enmiendas canarias a los presupuestos del Estado y por muchas promesas que se hayan hecho, las inversiones en carreteras y puertos que nos correspondían fueron escachadas sin contemplaciones.

La participación de Canarias en la gestión de los aeropuertos, tan decisiva en el momento actual, apenas fue tratada. Por ella se pasó de puntillas para no molestar a la sonriente ministra de Fomento, Ana Pastor. Rebosante de satisfacción porque jamás se había encontrado en una negociación con unos interlocutores tan sumisos.

Y aún más grave: el Gobierno de Canarias se prestó al paripé de escenificar unas negociaciones del REF, cuyos acuerdos, que se anunciaban en tono triunfal, no había tiempo para aprobar. Y a pesar de ello no se entró en sus temas centrales, con lo cual pareció que el REF canario a negociar queda reducido escasamente a unas pocas subvenciones para compensar el coste de la insularidad.

Al final, el Parlamento canario dictó sentencia: y aprobó con el voto unánime de todos sus miembros, incluidos sorprendentemente los diputados del Partido Popular, un informe negativo sobre los presupuestos generales del Estado, en protesta "por la insuficiente inversión, incumplimiento de convenios y de los fondos para las Islas recogidos en el REF".

Vendida la primogenitura, llegaron las lentejas. El señor Montoro, como regalo final, de forma magnánima y generosa, nos regaló el ITE. Los 160 millones anuales que el Estado le viene sustrayendo, de forma vergonzosa, a Canarias durante años. Ya nos ha anunciado nuestro flamante superministro de Hacienda su visita a Canarias para firmar la cesión el próximo día 16. En una ceremonia que recuerda un hecho histórico: los holandeses comprando a los indios americanos, por 23 dólares, la isla de Manhattan.

Y claro, no podía ser de otra manera, se armó la gran pelea. Como es sabido el reparto de la miseria, en islas tan necesitadas, produce siempre egoísmo, mezquindad y actitudes miserables. Se pelean entre sí no por exigir los 760 millones que el Gobierno de Madrid ha dejado de invertir, sino por los 160 que los sustituyen. Las Islas se pelean entre sí, los canarios se insultan, mientras el Gobierno de Madrid, una vez más, sonríe complacido porque ha logrado su objetivo: las víctimas luchan entre sí mientras los culplables se esconden.

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