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Gallardo, en la distancia corta

La viuda y el hijo del escultor evocan en San Martín su participación activa durante todo el proceso creativo del artista grancanario

Los familiares de Tony Gallardo (1929-1996) desvelaron detalles muy enriquecedores tanto de su carrera profesional como de su lado más personal, tan interesante como el artístico, pues fue un destacado activista en la época de la dictadura. Todo ello sirvió para conocer de cerca las inquietudes creativas y políticas del escultor grancanario.

La actividad de ayer se enmarcaba dentro de la nueva edición del ciclo Entre generaciones, impulsada por el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), y se desarrolló a partir de las dos piezas del autor -Arquitrabe-Estructura Geométrica y Ónix-, que se exponen en la muestra Esenciales. Obras de pequeño formato en la Colección CAAM, que se exhibe en San Martín hasta el próximo 12 de junio.

La viuda y el hijo del artista recordaron la frenética actividad cultural de su casa familiar en Las Canteras, llena siempre de gente, que se convertía en un auténtico centro alternativo de la cultura en la capital grancanaria. Germán Gallardo, por ejemplo, explicaba con detalle lo que sintió cuando por primera vez, "con doce o trece años", su padre le cedió el soldador para que lo usará en una de sus obras: "Fue como pasar al siguiente escalón".

Junto a su madre, Mela Campos, mantuvo una conversación abierta con el público sobre cómo toda la familia se implicaba en la labor creativa del artista y lo hacía con mucho gusto. El hijo rememoraba, por ejemplo, su viaje a la playa de San Andrés en busca de material para su obra en el Puerto de La Luz. "Nada más llegar, entre todos los callaos que había, el visualizó a la primera el que quería", afirmó.

Su viuda, por su parte, se detuvo en la minuciosidad del escultor a la hora de realizar sus trabajos, como en los casos de dos de las obras públicas más relevantes de su carrera artística, El Atlante, en la salida norte de la capital grancanaria, cuando se despeñó por los acantilados buscando el juego de las perspectivas, y el parque que lleva su nombre en la Reserva Natural de las Dunas de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana, un paraje que ahora el Cabildo de Gran Canaria espera restaurar al encontrarse en un estado que no complace para nada al entorno más cercano de Gallardo.

En su repaso por el anecdotario familiar y profesional, su viuda y su hijo también desvelaron cómo veían volar las radiales por casa cuando trabajaba con la piedra, o cómo dibujaba ya directamente sobre la lava con mascarilla y gafas, y su mujer tenía que cerrar las ventanas por la gran cantidad de polvo, o cuando la propia madre de Tony Gallardo decía "qué pena ver a mi hijo así" cuando se ponía perdido en sus largas sesiones creativas. "Es muy dura la vida del escultor", afirmó Mela Campos buscando la mirada cómplice de otro de los grandes artistas grancanarios, Martín Chirino, presente en el acto.

La viuda y el hijo del escultor, amén de su vertiente artística, también relataron hechos curiosos y duros sobre su faceta como activista, muchas veces enmascarada tras la actividad cultural con grupos como Latitud 28 o organizando caravanas culturales que tenían una finalidad reaccionaria.

Tony Gallardo fue detenido en 1968 en una reunión en la costa galdense junto a obreros, aparceros, familiares y militantes del Partido Comunista. Él fue condenado a ocho años de cárcel, de los que cumpliría cuatro. Estuvo primero en Soria, luego en Segovia y, por último, en Tenerife.

Su viuda relataba a los presentes las vicisitudes que pasaba para que su tres hijos pudieran ver a su padre. Sólo les estaba permitido hacerlo una vez al año, y las mujeres no podían entrar. En alguna ocasión le pasaba material para que pudiese trabajar en prisión, a veces en el cochecito del bebé. Explicó que una vez, después de viajar desde Gran Canaria hasta Segovia, Tony Gallardo fue castigado por negarse a ver a sus hijos; lo hizo porque no dejaban entrar al mayor por su edad y sí a los pequeños, "o todos, o ninguno", dijo. Mela Campos es rotunda a la hora de valorar aquella época: "Ni olvido ni perdono".

Su hijo Germán destaca que con la llegada de la democracia a España, instalado en Madrid, su padre pudo centrarse en la vertiente artística. Participó directamente en la explosión cultural y creativa que se vivió durante los años ochenta en la capital de España, siendo el "más veterano y con más bagaje" de aquella corriente.

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